IX

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Jeremy:

El día de ayer se ha ido volando. No puedo decir exactamente qué pasó algo interesante, pero si que lo disfruté.

Creo que fue la primera vez en años que jugué con alguien como él. Fue algo divertido ver a alguien que fuera capaz de retarme en el campo de videojuegos. No era de extrañarse, el se conocía muchas de mis técnicas, aunque eso no lo haya llevado a la victoria, logró darme pelea y se sintió bien despejarse por un tiempo. Mi corazón en ese momento no había parado de latir con fuerza y podía sentir como los sentimientos que quería dejar atrás volvían y cada vez con más fuerza que antes.

Había podido apreciar con detalle como fruncía su ceño al concentrarse, como su mirada estaba fija en la pantalla, pero su sonrisa no se quitaba aunque estuviera perdiendo. Escupía groserías cada cuánto tiempo, pero nunca dejaba de lado la sonrisa que tenía.

Me asustó varias veces cuando de la nada reaccionaba intensamente y hacia un puchero. Me distraje varias veces con su cara, lo cual me tenía en una sería desventaja. Creo que es la manera más linda de perder. ¿Cómo no hacerlo? No podía mantenerme concentrado si tenía prácticamente al lado sus ojos, su hermoso cabello, y el sonido de su risa.

Admito que me deje ganar varias veces por andar como bobo mirándolo. No me arrepiento de nada.

Hasta cuándo se enoja no puedo dejar de verlo como el chico más hermoso que he visto.

Ignoramos por completo las peticiones de mi madre cuando nos pidió que no nos desvelaremos.

—¿Vas a dejar de mirarme? —pregunta en voz baja.

Por obligaciones del silencio que había en la casa y lo tarde que estaba teníamos que procurar hablar bajo, si no queríamos despertar a mi madre.

—¿Debería? —pregunto de vuelta.

Pasó mi mano por su mejilla y el suelta una pequeña risa silenciosa.

—¿Tengo algo en la cara para que no quites tu mirada?  —me mira. Sus ojos desprenden un poco de brillo.

Debido a la oscuridad y la poca luz que se adentraba a mi cuarto por la luna llena que había; notaba de forma leve el color de sus ojos. Ni la falta de luz me impedía ver la hermosura de su rostro. Nada iba a impedirme verlo como algo perfecto.

—Tu cara —señalo. Él me mira extrañado, así que sonrió y le doy un beso en la frente—. Tienes tu cara y es preciosa. No puedo no verla.

Sus ojos ante la oscuridad de la noche parecieron soltar un tenue brillo que cautivó a los míos. Su respiración empieza a ser más suave y una sonrisa se forma en sus labios.

—No eres de esos.

—¿De que hablas?

—Jeremy, a lo que me refiero es que creo… —hace una pausa—, creo que está es la primera vez que me dices algo como eso…

Mis únicas neuronas parecen unirse y siento el calor subir por mis mejillas.

—Oh dios, cállate.

Rodé los ojos y me volteé al otro lado, dándole la espalda. Era vergonzoso.

El corazón me dio una punzada y ese sentimiento de amargura acaba de aparecer y está destacando entre mis sentimientos.

—¿Te enojaste?

—Si —mascullo. Siento sus manos en mi espalda y el como parecen temblar debido a mi respuesta. Tomo un poco de aire y me abrazo a mi mismo—. No contigo. Conmigo.

Sus manos se detienen en mi espalda. El silencio hace presencia en la habitación, pero es ignorado por mí en el instante en el que me abraza sutilmente. Puedo sentir su miedo.

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