Embargo.

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— ¡Piedad! —Grito desconsolada. Aquellos hombres llevaban más de media hora sacando todas nuestras cosas a la calle.

No había juntado el dinero suficiente. Y ahora pagaba las consecuencias por ser tan egoísta.

Yo, yo, sólo yo... ¿Y dónde estabas tú?

—Sigan, muchachos. —Les ordena el abogado del banco. Los hombres no se detienen, ni aunque les jale los pantalones, o me ponga de rodillas junto a ellos.

—Piedad... —gimoteo, en el piso. Mis hipidos de llanto me hacen temblar al punto de marearme.

Levanto la mirada, y te veo. Estás en el umbral de la puerta; habías vuelto de no sé dónde, pero habías vuelto.
Me miras fijamente, y parece que no entendieras que ocurre. ¿Quienes son? 

¿Dónde estabas tú?

— ¿Qué sucede? —Preguntas, dirigiéndote al abogado.

Él te mira despectivo, sólo porque usas ropas desgarradas se cree superior a ti.

—Se ha cumplido el plazo para pagar, y los embargamos —dijo con fríaldad—. ¡Vámonos! —El abogado al pasar por la puerta, acercó su rostro al mío; chispeaba con maldad—. Le tendremos piedad cuando pase a liquidar todo su saldo.

Se aleja, con todo lo nuestro, y los hombres, como si fueran máquinas, obedecen sin chistar.
Cubro mis sollozos con mi mano cuando te acercas.
Cuando sólo quedamos tú y yo.
En aquel pedazo vacío de piso.
Que ya ni siquiera era nuestro.

—No llores —me dices, arrodillándote junto a mí.
—Perdón, te fallé, lo siento, lo...—Mi voz se quiebra, y me doblo por la mitad.
—No; yo te fallé —Susurraste, y al elevar mi vista, vi la linda sonrisa que me dedicabas—. De nada sirve que llores, mejor salgamos y busquemos algo que hacer. ¿Te parece?

Me extendiste tú mano. Y aunque creí que fuera imposible, pude sonreír en medio de aquella desgracia.
—Tú...Tu cámara está oculta bajo el piso —dije, en tu oído cuando me puse en pie.
—Veré que puedo hacer con ella —respondes, y tu sonrisa se queda estática.

Para siempre en mi memoria.

Mi fotógrafo #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora