Fue el último día del año:
Estaba buscando donde posar la mirada, donde mirar obstinadamente para poder entregarme a mis pensamientos y a mi soledad.
Fue entonces cuando mis ojos se toparon con el paquete. El que me habías dejado por navidad. Y en realidad sólo era Simba en un bonito envoltorio. Estiré mi mano y lo tomé, comencé a hojearlo, temerosa.
Y ahí estábamos una vez más, toda mí vida estaba en Simba. En todas las fotos sonreíamos, y en otras estaba yo enojada, comiendo, despeinada, lavando ropa un domingo por la mañana; estaba yo y mis compañeros del café en mi primer día de trabajo, después nuestra boda. Tú lucías un lindo traje desgastado, y yo el vestido que usó mi abuela en su gran día; estábamos tú y yo en los parques, y...Casi al final estaban las más recientes, yo de un triste payaso... Tú y yo, bailando. Y no sé porque, pero sonreí al vernos así.
Y quise con todas mis ganas volver a ese entonces, porque aunque estábamos hundidos hasta el cuello... Nos teníamos. Nos pertenecíamos. Y ahora puedo pensar claramente que podría haber soportado mil infiernos más, mil posadas con hombres ebrios, mil gritos de transeúntes, mil días sin comer. Estaba dispuesta a todo eso, porque sabía que tú mano siempre sostendría la mía y no me dejarías caer.
Y ahora estaba cayendo, porque me habías soltado.
Llegué a la última hoja. Casi siempre que llegaba a la última hoja de Simba lo hacía con ilusión. Porque yo sabía que fotografía quería ahí, en esa hoja en blanco, la última, la más especial. Y tú también lo sabías, ¿Lo recuerdas?
Ésta vez, cuando toqué esa última hoja, las lágrimas corrieron por mi nariz, silenciosas. Porque sabía que jamás estaría la foto tan ansiada por mí... Una foto de ti y de mí en el hospital. Pero en vez de llorar como ahora, estaríamos sonriendo, pues en mis brazos sostendría a nuestro pequeño James.
Pero en vez de una familia feliz, sólo estaba un espacio en blanco, vacío, triste y sin futuro. Porque jamás tendríamos a James, y mucho menos una familia, como yo quería.
Cerré con fuerza a Simba, y lo abracé contra mi pecho. Apreté los ojos, esperando desaparecer, esperando morir de una vez por todas. ¡Esperando algún milagro máldita sea!
Pero sabía que por más que yo llorara, nada cambiaría.
Y que por más que gritara tu nombre, jamás volverías.
Así que con un dolor de cabeza insoportable, esperé a que mi final llegara.
Pero, como siempre, nunca se hacía lo que yo deseaba.
ESTÁS LEYENDO
Mi fotógrafo #1
Short Story«Te miro, y me sonríes. Sé que te esfuerzas por hacerlo. Sé que es difícil vivir conmigo. Sé que no recuerdas nuestra boda. Ni mí nombre. Pero no te preocupes, Yo puedo recordar, vivir, y amar por ambos» Precuela de la historia: Mi mus...