Me preguntó Cindy, mi compañera del trabajo. Usaba labial rosa, y tenía la boca agrietada de tanto trabajar como freídora.
Yo la miré, largo rato, sin soltar el trapeador, sintiendo el peso de las desveladas sobre mis parpados.
Cindy tenía cuatro hijos, un esposo alcohólico, y más deudas que yo.
Sonreí, con amabilidad.
—No. Estoy bien, ¿y tú, Cindy? Te veo cansada.
La pobrecilla se echó a llorar.
La abracé.
Después de todo, siempre necesitaríamos un abrazo que nos recordara que existía esperanza aún en el más lóbrego sitio de la tierra.
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Mi fotógrafo #1
Short Story«Te miro, y me sonríes. Sé que te esfuerzas por hacerlo. Sé que es difícil vivir conmigo. Sé que no recuerdas nuestra boda. Ni mí nombre. Pero no te preocupes, Yo puedo recordar, vivir, y amar por ambos» Precuela de la historia: Mi mus...