Otro empleo.

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Cuando llega la mañana, nos vemos obligados a salir de la central de autobuses.

—Debo ir a trabajar —te digo, mientras caminamos por la acera. El frío de la mañana cala los huesos, pero no como nuestras desgracias.

— ¿Dónde trabajas? —Lanzas la pregunta.

—En un café, soy camarera —te explico, mientras que por mi cabeza un mareo intenta arrebatarme la cordura—. ¿Dónde nos veremos?

Me giro a verte, y veo tu rostro tenso. 

—No lo sé —musitas, pensativo. Conozco ese rostro.

— ¿Qué piensas?

—Quiero trabajar —me dices, y señalas tú cámara—. ¿Crees que pueda volver a utilizarla?

Sonrío, y me contengo a darte un beso en la mejilla.

—Claro. Naciste para eso.

Me devuelves la sonrisa, tan feliz, que casi podía sentirme igual.

—Entonces iré a probar suerte en los parques.

—¿Conoces bien la ciudad? —pregunto, con temor. Temor de perderte—. ¿Sabes donde están todos los parques? ¿No te pierdes?

—No. He estado explorando para familiarizarme —Un alivio recorre mi pecho, cuando me entero de lo que haces en todas tus salidas extrañas—. Nos vemos en Eagle Rock ¿Bien?

—Bien.

Camino al trabajo sintiendo una inusual sensación de esperanza. Es como si el mundo me sonriera desde el fondo de mis desgracias.
Pero no todo podía ser siempre bueno.

Cindy me mira desde la barra. Frunzo el ceño pues me tocaba a mí atender la barra ese día. Me hace una seña, y me acerco, temiendo a lo que vendría después.

—Lo...Siento. En serio lo siento mucho —me dice con lágrimas en los ojos. 

Mi radar para detectar cosas terribles se enciende cuando veo al gordo de mi jefe acercarse a mí.


—Siempre puse las reglas del juego claras. —me tendió un sobre—. Despedida, por más de siete faltas injustificadas. Aquí tienes tu liquidación. Adiós.

Tomo el cheque temblorosa. 

No podía ser.

— ¿Por qué? No, por favor...—Las lágrimas que me he guardado renacen—. ¡Por favor, no me puede hacer esto! ¡Tengo que mantener a mi familia! —Mí única familia.

Pero él me ignora, y se encierra en su oficina. Cindy me abraza al verme muda. Mis compañeros me miran de reojo.

—Lo siento —me dice al oído.

—Estamos acabados —digo para mí, apretando más a Cindy.



Mi fotógrafo #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora