Capítulo 22

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Capítulo 22: ¿Me siento mejor? No, para nada.

"Sigo escribiendo, quizás con la leve esperanza de que esto me hará sentirme mejor derrepente.

Logré cambiar la pregunta que me estuve haciendo todo este mes, supongo que eso es un avance.

No hice nada mal, no tuve culpa de tus acciones, hice todo lo que mis escasos recuerdos me permitían.

¿Por qué aún se siente como si fue culpa mía?

¿Por qué no logro soltarte?

Te extraño, pero este sentimiento me carcome el alma.

Y a decir verdad, te odio más de lo que quisiera por haberte burlado de mí.

Pero te amo, y aún no entiendo porqué... Quizás tú lo entenderías mejor que yo"

22 de enero del 2022.

De la noche a la mañana he vuelto a mi vida rutinaria de universitario que trabaja para no depender únicamente de su madre, y aunque eso seguramente suena muy fácil, en realidad me ha costado más de lo que me gustaría admitir.

Luego de rogarle a Francesco (el tan simpático abuelo de Alessandra) que me dejara volver al trabajo y tener que quedarme hasta más tarde durante una semana como castigo (una de las grandes ideas de Alessandra), me tuve que disponer a volver a la universidad, de la cual no me perdí demasiado. Llegué justo a tiempo para lograr ponerme al día, y luego de volverme loco y no dormir, estoy al día con todas mis responsabilidades.

Si bien quisiera decir que he intentado comunicarme con Isabella, me niego rotundamente a desbloquearla, de igual forma, dudo mucho que siquiera le interese, ella debe de estar muy contenta con su inglés de mierda, y por mí está perfecto, mientras menos sepa de ella mejor.

Quedé de salir hoy con Alessandra a comer, ya que esta nunca ha probado el sushi, y luego de argumentar como es una ridícula por decir que este seguramente es una mierda porque es pescado crudo con arroz, la invité a comer conmigo, precisamente sushi.

¿Quiero decir que me siento mejor? Sí, absolutamente.

¿Me siento mejor? No, para nada.

Pero hago mi mejor esfuerzo, y supongo que eso está bien, al final de cuentas sigo queriendo lo mismo; avanzar.

***

3 de febrero del 2022.

—¿Haremos algo para tu cumpleaños?

—No pensé que me harías esa pregunta tú, siendo alguien que aborrece la idea de que los cumpleaños tienen que ser especiales—respondió Alessandra con notable sorpresa.

—Puede que haya cambiado un poco... Ahora dime qué haremos—mandé.

—Planeaba pasar el día con mis nonnos e irme de fiesta luego. ¿Quieres acompañarme?—cuestionó Alessandra desafiante.

Dudé por un instante, las fiestas me causaban repudio después de la última a la que fuí.

Sin embargo, sorpresa la que se llevó la italiana (y yo mismo), al momento de escucharme decir que sí la acompañaría.

***

Luego de llegar del trabajo, hacer un gran esfuerzo por mantener una charla con mi madre y ducharme, me encerré en mi habitación para leer el libro que me regaló Álvaro en navidad, Buscando a Alaska.

Puede que no sea Nosotros en la Luna, y que Alaska y Miles no sean nada parecidos a Ginger y Rhys, pero en vista de que necesito encontrar un nuevo libro favorito, este me gusta.

Tengo cierta necesidad por fumar, de hecho desde hace semanas que fumo en exceso y estoy haciendo todos mis esfuerzos por dejar de hacerlo... O al menos tan recurrentemente. Sin embargo, la ansiedad esta vez me ganó, con la diferencia de que cuando estuve a punto de encender el cigarrillo mi madre me llamó.

Así que, atendiendo a su llamado, me dirigí a su habitación, para llevarme con la sorpresa de que quería hablar conmigo.

Se sentó en el borde de la cama, acción que repetí para empezar a interrogarla.

—¿Qué pasa?

—Estás deprimido desde que regresaste de Londres, tanto así que ni siquiera me avisaste que lo hiciste y me enteré por Álvaro que estabas aquí—comenzó.

»Quise darte tu espacio, supongo, nunca te había visto de esa forma, y tenía miedo, porque te tenía conmigo, estabas en una pieza, sin un sólo rasguño, pero parecía que hubieses muerto.

»Rodrigo, no voy a preguntarte qué sucedió en Londres, supongo que tuvo que haber sido algo con respecto a Sofía, esperaré que tú mismo me lo cuentes. Quiero más bien pedirte perdón por no haber podido sacarte de ese estado en el que estabas y tener que recurrir a Alessandra para ello—continúa mientras una lágrima comienza a desplazarse por su mejilla.

»Me sentía diminuta cuando entraba a tu habitación y simplemente veía tu plato con más de la mitad de la comida. Te veía pálido, con ojeras, encorvado, y con cara de estar muerto en vida... Ni siquiera lograbas decirme más de una frase entera, me dolía verte así—culmina con la voz entrecortada, mientras solloza.

Nunca me paré a pensar realmente en algo más que en mi propio dolor, el mundo se me había caído dentro de lo que cabe, había perdido lo que me quedaba del verano.

Realmente todo fue ridículamente rápido, Isabella, Eva y por último Álvaro, los tres se habían ido de mi vida en el mismo momento, y aunque lo de Isabella no fue sorpresa, Eva y Álvaro eran quienes me terminaban haciendo lo que soy. Eran mis amigos, prácticamente vivían conmigo, es absurdo decir que no me afectó perderlos, por mucho que Álvaro aún tuviera y tenga contacto conmigo no se siente igual.

Al final de cuentas, Isabella era un flotador que estaba usando en un mar de dolor, y cuando este se fue desinflando en medio de desconfianza, apatía, desinterés y silencio, un maldito e interminable silencio, me hundí en todo lo que me acongojaba, sin voltear a ver a quienes seguían conmigo, sin pedir algún tipo de ayuda porque directamente no la quería.

Creo que, por muchas razones que tuviera para encerrarme en mí mismo y simplemente aborrecer los intentos de los demás por ayudarme, dentro de todo, fuí injusto.

¿Pero qué querían que hiciera? Odiaba e incluso todavía sigo odiando la idea de darle lástima a las personas, no quiero de su lástima.

—Álvaro me acompañó a ver a Isabella y la encontramos besándose con un inglés al que ya había conocido la vez anterior y me enteré que estaba tratando de ligar con ella—murmuré.

—Oh...—fue lo único que respondió.

—Tuve un ataque de ira, grité mucho y terminé yendo a un bar... Esa noche fue complicada—continué.

Nos mantuvimos en silencio un momento, pero yo aún no terminaba.

—Lamento mucho que me hayas tenido que ver de esa forma, lo que menos quería era hacerte sentir mal—culminé.

El silencio volvió a hacerse presente, era demasiado que procesar para ambos, y para una relación entre madre e hijo que se sentía distante y nunca tuvo este tipo de problemas... Es más complicado.

Decidí volver a mi habitación, aunque no con el plan de fumarme un cigarrillo, quería dormir, al final de cuentas tengo que ir a la universidad mañana.

Creo que a partir de aquí las cosas van a ser complicadas, no creo que esa conversación haya arreglado la distancia entre mi madre y yo.

Pero, ¿qué hago ahora?

La Única ExcepciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora