Capítulo 31: La muerte de mis enemigos.

55 6 1
                                    

Capítulo 31

La muerte de mis enemigos.


Mario.

Estoy pensando seriamente meter a Nixie dentro del auto a la fuerza y sacarla de aquí a como dé lugar, pero ella es tan buena con el arma que sería prescindir de un activo importante.

Cargo mi arma y le entrego balas a Nixie para que haga lo mismo. Detrás de este auto estamos cubiertos, lo que nos da ventaja, pero temo por la vida de mis hombres.

Diviso a Matteo a unos pocos metros de Palumbo y grito su nombre. Si él está a salvo ya no tendré nada de qué preocuparme. Él, oyendo mi voz, retrocede en mi dirección y lo agradezco. Palumbo grita a nuestros hombres que vayan a por Aleksander y sonríe cuando un grupo rezagado llega detrás desde atrás, manteniendo a Aleksander rodeado.

Strauss está intentando escapar mientras mis hombres lo meten dentro de un auto y Boris pelea para soltarse, pero la herida que le ha proporcionado Nixie no le permite moverse con facilidad.

Un hombre se acerca por el costado y lo mato antes de que se acerque a nosotros. Miro al lugar en que está Matteo y me siento aliviado de ver que está a solo unos pasos. Solo tiene que rodear el auto y estará a salvo.

Entonces, unos de los hombres de Aleksander firma su sentencia de muerte cuando apunta a Matteo y lo hiere en la espalda. Palumbo se ocupa del hombre mientras grito el nombre de mi hermano. Salgo de la seguridad del auto y voy a por él. Nixie me pide que no vaya, pero no puedo dejarlo allí.

Llego hasta él en pocos segundos y tiro de su cuerpo, ignorando sus quejas, hasta que regreso detrás del auto.

—Matteo, quédate conmigo.

Él tose y hace una mueca.

—Haz algo, Mario —jadea, su voz ahogada—. No permitas que muera aquí.

—No vas a morir —gruño y lo levanto conmigo—. Nixie, la puerta.

Ella obedece y me ayuda a meter a Matteo dentro. Una vez mi hermano está acomodado en el asiento trasero, me giro hacia ella.

—Ve con él, puedo ayudar a tus hombres a atrapar a Aleksander y...

Agarro su nuca y estrello mis labios contra los suyos, haciéndola callar.

—Vas a meterte en el auto y vendrás conmigo, ¿entendido?

Ella, con su respiración trabajosa, asiente.

Abro la puerta para ella, pero antes de que alguno de los dos pueda entrar, una bala golpea el parabrisas y el cristal se rompe en pequeños fragmentos.

—¿Ya se van?

Frente al auto, con un arma apuntando hacia nosotros, está Aleksander. Ha salido de la comodidad de su escondite de rata y ha venido a por nosotros, y ha escrito su propio destino.

O, tal vez, sabe que estamos a punto de acabar con todos sus hombres y está rodeado. Tenía tiempo de escapar, pero supongo que su obsesión por Nixie no le permite echar para atrás.

—Te voy a dar una ventana de cinco segundos para escapar, sabes que estás rodeado.

Él sonríe, moviendo el arma que tiene en la mano.

—¿Ventaja? —repite—. Tengo ventaja desde que soy el único que le quita el sueño a la mujer que tienes al lado.

—A mí lo único que me quita el sueño son las ganas que tengo de matarte, Aleksander.

Ruda, precisa, como un lanzamiento de una daga que da justo en el blanco.

—¿Dices que no sueñas con los horrores que viviste a mi lado? —continúa él, dando un paso más cerca—. ¿No recuerdas cada vez que te hice gritar de horror? Porque yo lo revivo cada día.

—Está claro que la obsesión la tienes tú, Hoxhaj —río, el tipo es una comedia andante.

Aleksander me mira, su mandíbula apretada y sus ojos llameantes de enojo.

—Voy a matarte frente a ella luego follarla hasta hacerla gritar justo frente a tus ojos.

Está intentando meterse en mi cabeza y no se lo voy a permitir. Soy más inteligente que eso, él solo quiere lastimar lo más posible antes de morir.

Está dando sus últimas patadas de ahogado.

—Eso no va a ocurrir y lo sabes —digo lentamente—. Mejor seamos realistas.

—¿Crees que vas a matarme? No lo vas a tener tan fácil.

—Me gustaría matarte, no lo niego, pero no lo haré. —Mi boca se estira en una sonrisa macabra—. Lo hará ella, y será mucho peor de lo que yo tengo pensado.

Su dedo se tensa sobre el gatillo, preparado para disparar, pero está tan concentrado en nosotros que no ha visto a Palumbo acercarse por detrás. Lo tenemos, así como al desgraciado de Strauss, esta guerra ha llegado a su fin más rápido de lo que creí.

—Despídanse de este mundo —gruñe y apunta directamente a Nixie—. Te lo dije muchas veces, cariño: prefiero verte muerta que amando a otro hombre.

Nixie se ríe.

—Y yo prefiero morir antes que regresar a tu lado.

Hago una seña con la cabeza a Palumbo y él pone el cañón de su arma en la cabeza de Aleksander.

—Baja el arma si no quieres que te vuele los sesos.

Aleksander mira de reojo a Palumbo, apretando los dientes. Sabe que está atrapado, no puedo huir y antes de que logre apretar el gatillo ya estará muerto.

Pero me equivoco, porque regresa la vista al frente, mueve el arma un centímetro y dispara. Palumbo abre los ojos, asustado, pero no duda un segundo antes de derribar a Aleksander con un tiro en la cabeza.

Al principio no lo siento, todo ocurre muy rápido, pero el ardor en mi pecho me alerta. Bajo la vista a tiempo de ver la sangre manchar mi camisa y los bordes de mi visión se oscurecen.

Alguien grita, creo que es Nixie, pero el rugido de la sangre en mis oídos es más fuerte.

Caigo al suelo, pero no duele. O no duele más que mi pecho.

Ella aparece frente a mí y sonrío de inmediato.

—Ninfa —susurro con temor de que no me escuche—, Ninfa.

—Mario, no hables, tienes que guardar fuerzas —solloza ella, poniendo una mano bajo mi cuello—. ¿Puedes levantarte? Te llevaremos con un médico y todo estará bien.

—Nixie —llamo su atención. No uso su nombre con frecuencia, pero quiero que me escuche—. Nixie, te amo.

Ella llora más fuerte y pone una mano en mi mejilla.

—Yo también te amo, Mario, pero no te despidas de mí, por favor.

Cada vez es más difícil respirar y mantenerme despierto.

—No lo olvides, Ninfa —jadeo—. Te amo más que a mi vida.

Ella habla de nuevo, pero dejo de escucharla. De pronto, todo se vuelve negro. 





Evil ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora