Capítulo 4: Strauss es un imbécil.

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Capítulo 5

Strauss es un imbécil.


Mario.

El edificio Strauss es tan pomposo y moderno que debería estar en una revista de arquitectura. Uno creería que es una demostración de poder, después de todo el lugar tiene un sistema de seguridad impenetrable, pero es más la evidencia de que un hombre puede tratar de protegerse todo lo que pueda y de igual manera puede ser destruido por quien menos cree.

Me gustaba más la casa antigua de los Strauss, el abuelo de Vincens la construyó hace años con ladrillos del ancho de una nevera de puertas dobles. Puede que la seguridad electrónica no estuviese presente al grado actual en ese tiempo, pero esa casa es la viva representación de poder.

Espero que cuando Nixie se haga con todo esto, regrese a esa casa.

O, tal vez, la compre.

—No estoy de acuerdo con esto —dice Matteo por séptima vez desde que salimos de casa—. Esa mujer no me genera confianza.

—Hay una gran cantidad de hombres que no te dan confianza y no te negaste a hacer negocios con ellos.

Matteo se remueve a mi lado, estirando las solapas de su traje.

—Los hombres son predecibles, es fácil adivinar lo que harán luego —masculla y su mirada se oscurece—. Pero las mujeres no, hermano, esas víboras hacen lo que sea para lograr lo que quieren. La ambición es lo que las mueve. Ahora es su esposo, el próximo serás tú.

—Lo sé —admito. El auto entra al estacionamiento del edificio luego de que varios hombres le hicieran una revisión—. Sin embargo, prefiero tener a esa víbora de mi lado. Recuerda, Matteo, a los amigos cerca y a los enemigos aún más.

Palumbo baja y abre mi puerta. Cierro el botón de mi traje y salgo del auto, otro hombre viene hacia nosotros y nos indica que vayamos a la habitación de seguridad para una revisión.

Me molesta en gran manera tener que pasar por tantas medidas de seguridad, pero no me quejo porque para entrar a mi casa hay que hacer prácticamente lo mismo. La diferencia es que yo no albergo traidores en mis filas, y al que descubro, lo mando al otro mundo. El imbécil Strauss, al contrario, duerme con una bomba de tiempo que lo va destrozar cuando explote.

Sonrío.

Se lo merece. No sé por qué lo odio tanto, pero lo hago y quiero que caiga.

Nos llevan al ascensor y marcan una clave que no alcanzo a ver, el tipo que nos escolta es tan grande y acuerpado que cubre todo el panel del ascensor. Matteo me lanza una mirada que me dice que estamos a tiempo de retroceder. No lo haré, soy un hombre de palabra. Además, no quiero ganarme el odio de la Sra. Strauss, no quiero ser el receptor de una parte de su venganza.

El ascensor se abre, mostrando un vestíbulo igual de moderno que el exterior del edificio, con un sinfín de tonos grises, negros y rojos. ¿Nixie decoró esto? Aunque es bonito, no parece su estilo.

La susodicha aparece cuando ponemos un pie fuera del ascensor, del brazo de su esposo, tan hermosa como acostumbra, portando un vestido negro que en otras mujeres se vería sobrio, en ella se ve provocativo, atractivo y un motón más de sinónimos de esas dos palabras.

—Señores Martinelli, es un honor tenerlos en mi humilde hogar.

No sé de qué quiero reír más, de lo lame botas que es Strauss o del sarcasmo en la frase "humilde hogar". Lo que sí sé es de lo que quiere reír Matteo, que está haciendo lo posible por mantenerse impasible a mi lado; de que Strauss haría cualquier cosa por aliarse con nosotros y le va a salir el tiro por la culata.

Evil ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora