Capítulo 2: El equivalente femenino del demonio.

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Capítulo 2

El equivalente femenino del demonio.


Nixie.

—Mi padre cree que voy a obedecer sus órdenes y que voy a aceptar casarme con un viejo baboso de esos amigos suyos —se queja Francia al otro lado de la cortina mientras me enfundo en el vestido que me pasó.

Francia es mi única amiga, la única mujer que conoce este mundo tanto como yo. Fuimos a la escuela primaria y secundaria juntas y luego a la universidad, sin embargo, yo no me gradué, pero ella sí lo hizo, y con mención honorífica, cabe destacar. La chica es un genio matemático y su padre la usa para estafar a pobre idiotas en el casino del que es dueño. Aunque sus planes con ella han cambiado drásticamente y quiere obligarla a casarse con un mafioso con el que quiere unir fuerzas.

Maldito imbécil.

—Antes muerta que casada con una vejestorio gordo y calvo —continúa despotricando—. Ninguno de esos tipos es siquiera soportable, todos son unos viejos verdes que me miran como si fuese un trozo de carne.

—Conozco el sentimiento.

Salgo del probador y le hago señas para me suba la cremallera.

—Tú te casaste con un tipo apuesto, que no le intereses como mujer es otra cosa, pero feo no es.

No tengo nada qué replicar ante ese comentario. Con el vestido ya en su puesto, voy hacia el espejo de cuerpo completo.

—¿Qué te parece? —inquiero, girando sobre mi eje.

—Me gusta, pero no es tan provocativo como debería.

—Sí, tienes razón. Pídele a la dependienta el vestido plata que señaló Rafaelo.

—A su orden, madame. —Va en busca de la dependienta y yo entro de nuevo al probador. Ella vuelve cuando ya me quité el vestido y me pasa el que le pedí—. He tomado la decisión de escaparme con tu hombre de confianza. Está bueno y no es tan viejo.

Pongo los ojos en blanco. Rafaelo tiene 44 años, y sí, no es un hombre feo, pero podría ser el padre de Francia. Sin embargo, eso no la ha detenido de insinuársele un millar de veces. A ella le gusta y lo demuestra siempre que puede.

—Deja en paz a Rafaelo que lo pones de los nervios —la riño, posando en mis hombros los tirantes del vestido—. Creo que este es el indicado.

Salgo del probador y hago una pose para Francia, que me mira y su boca y ojos se abren.

—¡Ese es el indicado! —grita—. Si no convences a los italianos de vender sus almas al diablo con ese vestido, nada lo hará.

—No estoy buscando que vendan su alma al diablo.

—Vender su alma al diablo es el equivalente de hacer un acuerdo contigo —susurra, mirando de un lado a otro, percatándose de que nadie la haya escuchado—. Te lo he dicho muchas veces, eres el equivalente femenino del demonio.

—Exageras —agito la mano, caminando hacia el espejo.

—No exagero, soy testigo de todo lo que has hecho en estos últimos meses —me recuerda—, y muchos de esas veces te tuve miedo, sobre todo el día que estabas relatando cómo matarías a Vincens si te atrevieras a hacerlo tú misma.

Hasta yo tenía miedo de mí misma ese día, pero lo importante es que no haré nada de lo que dije, otra persona se va a encargar de ello.

—¿Recuerdas a ese profesor que intentó sobrepasarse conmigo? —prosigue—. Lo hiciste llorar mientras le sacabas los nombres de las chicas a las que les había hecho lo mismo, y no pienses que me creí esa historia de que se suicidó porque no soportaba su consciencia, la escena del crimen gritaba "¡Nixie estuvo aquí!" por todos lados.

Evil ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora