Capítulo 12: Marido y mujer.

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Capítulo 12

Marido y mujer.


Temblando, le regreso el móvil desechable a Rafa y le digo que se deshaga de él. Necesito pensar qué hacer ahora, cómo actuar. Vincens ha de venir pronto y tengo que adoptar el papel de esposa preocupada, pero no tanto o sospechará.

Voy a la cocina por algo de tomar, intentando calmar mis nervios. No pasan más de quince minutos cuando el ascensor suena y la voz de Vincens llama mi nombre. Camino a paso lento hacia el vestíbulo, encontrando a mi esposo allí, con la chaqueta rasgada, la cara sucia y sangre seca desde la comisura de su labio hasta la barbilla. Boris está detrás de él, pero desaparece en el pasillo que va a su despacho. Cuando estamos solos, camina hacia mí, se aferra a mis caderas con ambas manos y me besa.

Le devuelvo el beso, no porque me apetezca sino porque debo dejarlo hacer lo que quiera.

Un carraspeo hace que se aleje de mí y ambos giramos la cabeza hacia la fuente del sonido. Ahí está la secretaria con cara de querer matarme y a Vincens darle una paliza.

No es mi culpa, cariño, yo desearía estar en otros brazos.

—Sally, ¿qué haces aquí todavía?

—Me pregunto lo mismo —digo solo para molestarla, soltándome del agarre de mi esposo.

—Lo estaba esperando, señor —contesta con esa voz chillona que tanto odio—. Escuché a uno de sus guardias hablar sobre el atentado en las oficinas y quise esperar a que volviera.

Y pensar que yo era así de tonta cuando me casé con este imbécil. Estaba para él incluso cuando él no lo quería, que era la mayoría del tiempo. Ver a Sally en la misma condición me hace sentir pena por mí, por lo estúpida que fui. Por Sally no siento nada, me regocija que se sienta de esa forma por meterse con mi esposo. De no ser porque no siento amor por Vincens, ya estaría muerta, así como las que le precedieron. Ahora ya no pierdo tiempo con las de su tipo, ella se puede ir a la mierda, así, como la que vendrá luego de ella.

—Estoy bien, Sally, puedes irte a casa.

¡Maldición!

¿Por qué no va a pagar su frustración con ella? A Sally le gustará, estoy segura de ello.

La cara de la chica se contorsiona y sus ojos se llenan de lágrimas. Está a punto de ponerse a llorar frente a nosotros, qué patético.

—¿Seguro, señor? —solloza y llego a mi límite.

—¿Hay que repetirte las cosas más de dos veces para que entiendas? —digo condescendiente mientras me acerco a ella y clavo un dedo en su sien—. Métete en la cabeza algo, querida; tú no eres nadie aquí, mi marido puede follarte en su escritorio cada vez que le da la gana, pero sigues siendo una empleada más. Vincens no tiene sentimiento alguno por ti, y si sigues exigiendo y haciendo escenas, te va a mandar a la mierda. —Doy un paso atrás, sonriendo con malicia—. Además, querida, las amantes no tienen que opinar. Eres la otra, te callas si el esposo quiere pasar una noche con su esposa. —Señalo el ascensor—. ¿Ahora te puedes ir?

Las lágrimas ahora corren por sus mejillas, goteando de su barbilla. Se las limpia rápidamente y mira detrás de mí a Vincens, que se ha mantenido en silencio todo el rato. Yo también me giro hacia él, tiene una expresión cansada y a la vez está feliz del desarrollo de los acontecimientos de ahora.

—Mañana temprano estaré aquí para trabajar, señor Strauss —declara con voz temblorosa—. Que tengan buena noche.

Con la cabeza gacha y limpiándose las lágrimas, camina hacia el ascensor, abre la puerta y entra, presionando el botón estando de espaldas. Cuando las puertas vuelven a cerrarse, me giro hacia Vincens.

Evil ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora