Capítulo 10: La noche antes del gran suceso, parte 2.

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Capítulo 10

La noche antes del gran suceso, parte 2.


Nixie.

Mi boca se hace agua tan solo viéndolo caminar hacia nosotras. No miro hacia otro lugar, mi entorno deja de tener importancia. El traje impecable, como siempre, apretándose en sus musculosos brazos, la barba incipiente de su mandíbula llamándome a tocarla, sus labios carnosos incitándome a estamparlos contra los míos, sus ojos brillantes con lo que solo se puede catalogar como lujuria.

—Nix, no sabía que el Sr. Martinelli tenía un hermano tan apuesto —comenta Francia sin ningún pudor, sacándome del trance.

Marco, el menor de los Martinelli, suelta una risa nasal que suena un poco como un bufido. Me permito verlo, despegando mis ojos a regañadientes de Mario. Él también trae puesto un traje y se ve casi tan arrebatador como su hermano.

Los genes de su familia son indecentemente buenos. Las mujeres solo alcanzarían a soñar con tipos así de guapos. Si no tuviesen un trabajo seguro en la mafia italiana, les sugeriría el modelaje. No les iría mal.

—Nixie Strauss —asiente hacia mí en un gesto de saludo y yo se lo devuelvo. Mira a Francia—. Y Francia Harrington.

—¡Ay, por Dios! —gime antes de morderse el labio—. Vuelve a decir mi apellido con tu acento italiano. Me prende.

Ruedo los ojos, clavando un codo en su costado.

—Compórtate —la riño, pero no tiene caso porque su objetivo suelta un carcajada en toda regla.

—Ella me gusta —señala y Francia agita sus pestañas.

—Un gusto saberlo.

—Bueno —interviene Mario—, ya que ustedes dos estarán bien en la compañía del otro, la Ninfa y yo tenemos algunos asuntos qué tratar.

Me tiende una mano y yo me acerco para tomarla, siguiéndolo. Miro sobre mi hombro a Francia que tiene la misma expresión de saber algo que yo no en la cara.

Tonta.

Mario me lleva a una habitación, cerrando la puerta detrás de nosotros. Enciende la luz y miro a mí alrededor. Es tan bonita como el resto del lugar, pero lo más impresionante es la cama de dosel king size que ocupa una buena parte de la habitación.

Mario posa una mano en mi espalda baja y me empuja ligeramente hacia la mesa que hay a un costado.

—¿Quieres algo de tomar?

Sacudo la cabeza, negando.

—Estoy bien.

Saca una silla de la mesa y me indica que me siente, le obedezco. Toma la silla más cercana y la arrastra hasta estar a pocos centímetros de mí.

—Mañana es el gran día —dice al sentarse, apoyándose del respaldo de la silla—. ¿Cómo te sientes?

Exhalo, sin saber qué contestar.

—No lo sé —confieso—. Estoy ansiosa, pero a la vez tengo algo de miedo de que algo salga mal.

—Hay siempre una probabilidad de que las cosas se salgan de control, pero debes confiar en mí y en ti, en que haremos esto bien.

—Confío —aseguro—, pero sigo estando nerviosa.

Mario se encoge de hombros.

—Es normal, todo gran acontecimiento pone al cuerpo alerta. —Se inclina hacia adelante, cerrando el espacio que nos separa, dejando unos escasos centímetros entre nosotros—. Te aconsejo que te distraigas, que dejes de pensar en ello. Los nervios desaparecerán, te lo prometo.

Evil ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora