¿Qué haces, Sasuke?

Capítulo 48

Capítulo 48: ¿Qué hacer?

El evento pasado sirvió para confundir la brillante mente del Nara. Shikamaru se aclaró la garganta, tratando de llamar la atención de su madre. La mujer está preparando una tarta casera, por lo que alzó una ceja, con su ya característico fruncimiento de cejas, observándolo.

Se sintió avergonzado, pero no se echó para atrás. Así que, él habló con calma:

—¿Puedo contarte algo?— Dijo en voz baja, como un mosquito. —Seré... breve.

Ante su expresión y tono de voz, Shika vio como la actitud de su madre cambió un poco y se sentó frente a él. —¿Qué hiciste?— Ella preguntó antes que nada, dirigiéndole una mirada sospechosa.

—No hice nada...— él resopló. —Es algo más... que eso.— Shikamaru se frotó la nuca, sin saber cómo explicar las cosas.

Desde que el equipo siete partió en su primera misión fuera de Konoha, se ha sentido más inquieto y confundido que antes. Si bien antes podía arreglar todo por su cuenta, quiere hablar con alguien.

Sin embargo, tiene opciones limitadas.

No puede ir con su padre, aunque ésta siempre ha sido su primera optativa. Pero una parte de él se resiste a admitir tal cosa delante de una de las personas que, en cierta medida, es su ejemplo en la vida.

Por otro lado están los miembros de su equipo, pero es pronto para consultar con Azuma, con Ino es un rotundo No.

Y con Chouji tiene muchas dudas.

—Tengo algunas consultas personales...

—¿Preguntas?— pregunta la mujer, alzando ambas cejas, su expresión se tornó de intriga. — Está bien, ¿qué es?

Shikamaru apretó la taza entre sus manos, sintiendo agobio en su pecho.

Bajó la mirada a la taza, el chocolate todavía un poco tibio. Pero no fue suficiente para calmarlo. Durante unos segundos sólo pudo respirar de forma pausada, inhalar y exhalar mientras su madre lo miraba con preocupación.

—¿Shikamaru...?— la mujer estaba por levantarse y verificar su temperatura corporal, pero él la interrumpió.

—Me...— respirando una vez más, Shika levantó la mirada. —. Me gusta Sasuke.

Él vio cómo la mujer se quedó quieta, con los ojos muy abiertos. Ella volvió a sentarse, guardando silencio por varios minutos hasta que su expresión cambió.

—Bueno... ya lo sabía— Ella murmuró.

Él sintió que su mandíbula se salía de su lugar. Yoshino se aclaró la garganta.

—Entonces, ¿cuál es el problema?

Shikamaru parpadeó un par de veces, cerrando la boca y mirando a su madre con cierto escepticismo. ¿Eso era todo? ¿Realmente? No se sintió real, ¿dónde estaban los posibles insultos y gritos? ¿La negación? Él parpadeó. ¿Ella sabía?

—¿Cómo...?

—Shikamaru, soy tu madre. ¿Recuerdas?

—Eso no tiene sentido para mí— él respondió, soltando una risa nerviosa.

A pesar no estar muy involucrada en el desarrollo de la vida emocional de su hijo, era imposible para ella no notarlo.

Él bajó la mirada, luego la mira y de nuevo a la taza. —¿Estás molesta?— Ella negó. —¿Decepción?— insistió —¿Algo?

La mujer se tomó un segundo ante lo último, asintió y abrió la boca. Él se preparó para lo peor, pero no para lo que escuchó a continuación. —¿Qué quieres hacer?— Ella dijo suavemente.

—¿Qué?— él preguntó, sonando más y más confundido. ¿Era posible? Se siente irreal. ¿Todo iba a ser así de fácil?

Yoshino abrió la boca, pero la cerró y comenzó a olfatear el aire. Abrió mucho los ojos cuando sintió un ligero olor a quemado y se levantó de un salto, yendo rápidamente a apagar el horno.

—Mamá...— él la llamó, mirando el punto frente a él. —¿No estás molesta?

Él la vio girar, suavizando la mirada por unos instantes. Tal y cómo su padre dice.

—No, mi amor, no estoy enojada.— Ella le respondió. Su mirada fue suave y sus palabras reconfortantes. El hecho de que ella lo viera mientras lo decía, lo hizo más real y verídico. Ella no lo odiaba.

Él soltó el aire que no sabía que estaba reteniendo, dejando caer sus hombros.

—Gracias— se sintió más tranquilo con eso, sintiendo acuosos sus ojos mientras tomaba el chocolate, su mano temblaba todavía. Luego, él recordó la pregunta de su madre. —... ¿qué quiero... hacer?

Se sintió como ser empujado dentro de un mundo de infinitas posibilidades. Lo que, hasta cierto punto, era la vida en general. ¿Qué hacer? Era una excelente pregunta. Todavía no se sentía del todo preparado para dar el primer paso. Es más, aún no había llegado a pensar tal lejos. ¿Ahora?

—No lo sé...— él dijo, manteniendo su mirada fija en la taza, ya vacía, sin saber qué más decir. —... Me asusta— admitió. Se sintió cohibido, pero se alentó a ser honesto. Era tan raro para él hablar con su madre de esta forma, pero le encantó.

Mas siguió sintiéndose inseguro.