Paula y su familia se albergaban en un hotel próximo a la estación de policía. Después de una ducha larga y un café amargo, ella aspiraba simplemente escapar de todo por un momento, alejarse de la tensión y el caos que habían marcado sus últimas horas.
Mientras tanto, Elizabeth conversaba animadamente con su novio, compartiéndole los detalles de la aparición de su hermana y todo lo que habían experimentado en tan poco tiempo. Cada palabra era un relato conmovedor, lleno de giros inesperados y momentos de intensa emoción.
En otra parte, Silvia permanecía al lado del oficial Adrián en un hospital cercano, vigilando con preocupación el estado de salud de la Señora Flores. Aunque no tenían un vínculo tan próximo, ambas madres habían desarrollado un afecto genuino por la situación trágica que las unía en común.
Por lo mismo, no estaba dispuesta a dejarla sola en estos momentos tan difíciles.
—Debes luchar —susurró Silvia a través del cristal mirando como aquella mujer estaba sedada— Carla estará aquí, así como lo está ahora mi Paula —sonrió ante tal alegría.
Por otra parte, Adrián se sumergió en sus pensamientos, reflexionando sobre la imprevista confianza que había surgido durante su plática con Paula. El ímpetu de sus propias emociones lo turbaba; ¿Cómo era posible que se hubiera abierto de esa manera y compartiendo su historia tan personal? Todo esto desafiaba sus propias creencias sobre la confianza y la conexión humana.
Sentía que identificarse con alguien por situaciones análogas no era suficiente para construir una relación de confianza, pero esta vez, algo había sido diferente. Quizás la fragilidad patente de Paula era lo que lo había inducido a abrirse de esa manera, recordándole a su propia hermana Ana en situaciones pasadas. La falta de oportunidad para compartir su dolor y su historia con ella seguía siendo una carga pesada que llevaba consigo en cada misión diaria de su trabajo y vida personal
La prisa e intrepidez de Paula por solucionar sus propios dilemas también apresuraban en él la necesidad de plantarse su propio pasado y encontrar una forma de cerrar ese capítulo doloroso. Desde ahora el compromiso de la responsabilidad y la empatía se entretejerían dentro de él.
.
.
.
Para Paula, la noche se convirtió en un laberinto de inclinaciones que se entremetían sin descanso en su cabeza. Era como si cada recuerdo, duda o temor se unieran en una tormenta que la asaltaba, impidiéndole conciliar el sueño y hundiéndola en una inquietud angustiosa.
El fracaso en el intento de rescate de Carla roncaba en su conciencia como una herida abierta, haciendo que la sensación de impotencia se intensificara de manera evidente.
La morosa acción de la policía para capturar a Francisco también cargaba sobre sus pensamientos. La alucinación de que el tiempo corría entre sus dedos mientras el culpable seguía libre, era una fuente inmutable de frustración y cólera.
Y qué decir de las palabras compartidas por el oficial Adrián... Aquella historia resonaban en su mente como un eco persistente. Luchas internas, conflictos morales y el enfrentarse a situaciones difíciles los hacían tener demasiado en común.
Estar aquí en Argentina, sin un rumbo claro era bastante fuerte para mantenerla despierta. Cada motivo de preocupación se enlazaba con los demás, creando una red confusa de conmociones que la mantenían en vilo, haciéndola hallar respuestas y soluciones en medio del veloz anochecer.
Cuando quiso llamar a su madre para preguntar por la salud de la Señora Flores, notó que tenía varias llamadas perdidas
Algunas de las mismas eran de Martín y Olivia a los cuales marcó gustosa...
ESTÁS LEYENDO
EL CIGARRILLO FUGAZ (En Proceso y Edición)
RomansaDos heridas distintas destinadas a curarse mutuamente ■ Esta historia está ambientada en un Universo Alterno de la Cuidad de Quito con ciertos cambios con la historia de la ciudad. ■ Este libro contiene lenguaje adulto violento, tema de secuestro...