Capítulo 6

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Sebastián.

La rabia no deja mi cuerpo, no he estado enfadado tanto tiempo que cuando estoy cerca de esa bruja. Me sigue tratando como un idiota. Suelto una carcajada, la sigo hasta la cocina, ella entra y yo veo todo lo que hace desde la ventana de la puerta de las cocinas.

Se sienta en la mesa y ya apenas la puedo ver, así que entro ni si quiera me determina y es lo que más rabia me da. Me trata como sino fuera lo que soy, un asesino, alguien a quien tener miedo, eso es lo que ella quiero que sienta, su miedo, su terror. O simplemente quiero que se gire hasta romperse el cuello para verme.

Paseo por entre las encimeras y mientras ella sigue comiendo con sus ojos sobre su plato cojo un cuchillo. Ahora es mi oportunidad, nadie sabe que estoy con ella. Escondo el cuchillo en la manga, y sigo mirando alrededor de la cocina. Las limpiadoras lo han hecho bien, las verduras que estaban tiradas ya no están, esta todo impecable.

Me voy acercando a ella deseando rebanarle el cuello. Cada paso es un suplicio, cada que respira es un incordio, cada que mueve la boca me da rabia, la odio y no sé cómo la tierra a podido parir semejante atrocidad.

—¿Por qué estás aquí?— me pregunta parándome en el sitio, si no hablara esto acabaría antes— Dime Sebastián, ¿a qué has venido?

—Quiero que respondas mi pregunta— mi respuesta sale como un látigo y la hace estremecer, esa abertura se vuelve abrir y la rabia me recorre entero.

Desde que la vi parecía una pesadilla, esta noche no parece una pesadilla. Parece la más hermosa bruja que mis ojos hayan podido determinar y eso me llena de rabia, porque me gustaría olvidarme de ella o poder evitarla como ella hace conmigo.

—¿No era lo que querías?— mi ceño se frunce y la rabia abandona mi cuerpo— ¿No querías que te dejara en paz, no fue por eso por lo que te fuiste? No pudiste aguantar lo que pensaba de ti y te fuiste.

—¿Por eso evitas mis miradas?— me acerco a ella— ¿Es por eso que no quieres compartir asiento conmigo?— me vuelvo a acercar más a ella, sus piernas se abren dejándome en medio de ellas, su abertura se abre más y su mentón se alza de forma amenazante.

—No es divertido forzar las cosas y tampoco lo es cuando no aceptan las cosas— su abdomen y su pecho toca mi abdomen, nos separa un soplo.

El cuchillo de mi manga me quema. Es ahora. Me recrimina mi cabeza, ahora o nunca. Me inclino más a ella y deslizo el cuchillo hasta mi palma, ella está distraída por mi boca y yo por su mirada dorada. Obligo a mis palmas a quedar atrás de su cuerpo, el cuchillo se desliza por la mesa tomando distancia de mi palma.

La que no se aleja ni toma distancia a pesar de que nuestras bocas casi se rozan en un beso es Alyra. Es mas se acerca más a mí, y soy yo el que toma distancia, el enfado vuelve a subirme por las nubes.

No soy el único que la rabia y el odio lo domina porque su pose defensiva me muestra que esta igual que yo.

—¿Quieres saber lo que pienso de ti?— le pregunto tomando distancia de sus piernas, que siguen abiertas, sin embargo no deja mostrar su zona íntima.

—No me interesa— muestra desinterés, y coge más comida de su plato de forma aparentemente tranquila, a mí la rabia me hace parar el tenedor con comida y me la como frente a ella.

—Eres odiosa, prepotente y horrible— quedo sin querer entre sus piernas otra vez— ¿Quién te crees?

Sonríe de forma auténtica y sus labios rozan mis labios, me niego a alejarme y que sepa el poder que tiene sobre mi.

—Tú peor pesadilla— parece que lo dice totalmente en serio— La mujer que deseas que se acerque más a ti y te bese.

—Por dios, sigue soñando— me alejo de un plumazo, se baja de la mesa y se dirige a la puerta de la cocina y se gira antes de irse, mostrándome su perfil y dejando que su cabello negro caiga sobre su espalda.

—Comete mi cena si quieres— se va dejándome como un payaso solo en la cocina.

Cojo el plato y lo estampo contra la pared. Se hace añicos y aún así mi rabia no se disipa. ¿Es estúpida o es que es así?

No sigo en la cocina, me voy a mi habitación directamente tengo que pensar en el pendiente, de quien era y eso solo me lo puede contestar la joyería del Sebican, pero como tengo ahora tendencia en perder el tiempo en sitios que no me corresponde pues ya habrán cerrado.

Cierro la puerta de un golpe tras de mí, y me voy directamente a la licorería. Me sirvo un vaso doble del licor más fuerte, me bebo un trago y luego otro.

La rabia queda concentrada en mi cuerpo y no dejo de pensar en la abertura de su vestido y su sonrisa llena de orgullo. Hay veces que sus gestos se sienten como un hechizo.

Es horrible y la próxima vez no me temblará la mano para matarla. Me quito la corbata con rabia y desabotono un par de botones de mi camisa.

Y me siento en el sillón mirando la oscuridad del mar y la preciosa luna que hoy luce dorada.

Crucero Sebican Donde viven las historias. Descúbrelo ahora