Capítulo 21

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A las seis de la mañana me dan el aviso de código naranja. Así que bajo a los mandos del Crucero Sebican, todos están tensos, sin embargo se concentran y tiran a gritos datos y maniobras. Se supone que debo saber que hacer y por ello me han buscado, pero en vez de ayudar solo voy a estorbar, por lo que me pongo al tanto de las maniobras que proponen el sub capitán y el comandante de los marineros.

El mar ruge con demasiada fuerza y nos tambaleamos cogiéndonos de mesas y ordenadores. Le mando a un marinero que mande a todos los que estén por el barco que no salgan de sus habitaciones y a otro que se pasee por las habitaciones avisando de lo mismo.

Poco se puede hacer, sino esperar y rezar que lo que están proponiendo funcione. Se ponen de acuerdo de hacer la maniobra, y les afirmo que lo hagan, salgo del sofoco de los mandos. Los pasillos se mueven, de un lado a otro, por un momento pierdo el equilibrio me doy contra la pared. Vuelvo a intentar dar pasos hacia las habitaciones.

Una sacudida feroz provoca varios gritos entre las habitaciones y eso solo incrementa cuando la luz se va. Total oscuridad, me voy contra el suelo y no puedo ver ninguna figura, intento volver a mis pasos hasta que una llama sale a relucir entre el pasillo.

El barco parece que salta y mi cabeza choca contra el pico de un mueble, distorsionando mi vista cuando me fijo en la llama de luz, que ahora parece más una ilusión que una realidad. Un líquido caliente baja por mi frente y sacudo la cabeza para concentrarme.

—Sebastián— su voz, su dulce voz, iba a ir a buscarla, sin embargo ella me ha encontrado a mi.

Con pasos rápidos se acerca a mí y sujeta bien la vela en un vaso. Su camisón rojo de encaje casi me hace reír, aún que la situación no lo amerite. Pasa sus manos por mi frente y parecen que sus dedos son aún más calientes que mi sangre.

—¿A dónde ibas?— la pregunta hace que mi ira salte a la vista.

—Volvía a mi habitación— miento, y evitó mirar sus piernas desnudas.

—Tú habitación esta al otro lado del pasillo— se pone de rodillas y rompe un poco de su camisón rojo— Déjame ver la herida.

Pasa la seda por mi frente, mientras que la tenue luz nos ilumina a ambos rostros, ella queda frente a mí y pasa la prenda un poco por mi frente, parece que sonríe cuando ve la herida.

—No es nada, es un rasguño pequeño— una gota cae por su frente, miro hacia el pasillo y el agua ya empieza a formar charcos.

—Debo ir al timón— me levanto rápido y emprendo la marcha, veo como me sigue y paro la caminata— ¿Qué haces?

—¿Pretendes que me quede sola en mi habitación?— me pregunta molesta— Ni lo pienses, me da miedo la oscuridad.

—¿De dónde has sacado esa vela?— pregunto y vuelvo a andar entre los sonidos de las gotas y el chapoteo de mis zapatos.

—Es una vela aromática— se encoge de hombros— A dado la casualidad que tenía una— miro sus pies y me vuelvo a parar.

—¿Cómo se te ocurre venir por ahí sin zapatos puede haber cristales?— casi grito de la rabia.

—Disculpame la próxima vez, cuando estemos otra vez en situación de Titanic traeré botas de agua y deportivas acorde a la situación— me responde con la misma rabia que yo tengo— ¡Obviamente no sabía qué esto pasaría!— vuelvo a emprender mis pasos.

El silencio nos engulle, los gritos casi me hacen sonreír. Si mi destino es morir como el Titanic pues será así, me iré con el gusto de haberme divertido con Alyra.

Una fuerte ola, choca con el barco haciendo que se incline para un lado. La forma de una silla va hacia nuestro sitio con una velocidad alarmante, mi mano coge la de Alyra y nos tiramos al otro lado del barco. Choco contra el suelo protegiendo su cabeza, la silla queda destrozada contra la pared.

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