Capítulo 28

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Unto mi tostada en mermelada y mantequilla, sonrío con la calidez de mi taza, hace un poco de frío y esto es como un tarro de miel para un oso. La puerta se cierra a mis espaldas y no miro, la rabia todavía está latente en mi y si lo miro lo ahorco. Vuelvo a meterme una uva en la boca, antes de morder un trozo de mi tostada.

Se sienta frente a mí y su toalla se abre un poco, miro su cintura y enderezo la espalda. Sus dedos levantan mi mentón, para que mi mirada conecte con la suya pero le rehuso. Lo siguiente, es besarme, sus labios besan los míos y yo arranco los suyos, cuando recobro toda la rabia que sentía me alejo de sus labios.

Bebo de mi taza y evito volver a mirarle. Mi albornoz se abre un poco mostrando mi pierna entera la levanto hasta mi silla y siento un poco de frío en mi intimidad. Siento su mirada en mi pierna, así que la vuelvo a bajar.

—¿Qué pasa miss Aburrida?— me pregunta y la ira vuelve con más fuerza— Te gusta tanto la fruta que evitas conversar.

—Ay dios, no uses ese apodo conmigo— me sonríe antes de coger fruta.

—¿Por qué besaste a Nala?— la pregunta no ha dejado de dar vueltas en mi cabeza.

—Se abalanzó encima de mí, y me beso— no confío en él.

—Claro, un hombre de metro noventa, atlético y con la bastante fuerza como para darle una bofetada no pudo con una mujer más bajita que ella y delgada— él puede notar la rabia con la que escupo mis palabras.

—Primero tengo un metro noventa y dos, segundo no soy del tipo de hombre que pega a una mujer— parece que eso se lo piensa.

—No te creo— suelta una risa.

—Mentir no es divertido. Una cualidad que cogí de ti— se acerca otra vez y me besa.

Sus manos sostienen mis mejillas. Me levanto de la silla y me siento encima de él, mis caderas se balancean, dando placer. Mi bata cae y los besos son más urgidos, nos separamos para respirar, y él besa mi clavícula. Su boca baja y antes de llegar a mi pecho, llaman nuevamente.

—Si es otra vez Nala— me susurra excitado—La mato.

Parece estar decidido, se amarra bien la toalla y yo me amarro bien el albornoz. Me acomodo en la silla y sigo con mi desayuno. Abre la puerta y la voz del subcapitán llena la habitación aún estando en la puerta.

—Te estaba buscando— entra en la habitación y me siento evitando hacer ruido.

—Lucca está muerto— la sorpresa tiñe mi rostro.

—¿Muerto?— repito y los dos me miran como si se hubieran dado cuenta de que no estaban solos.

—En los baños, lo encontramos esta mañana, cuando una limpiadora estaba limpiando los baños— me explica el subcapitán— Piden que lleguemos ya a tierra, y que des la cara.

—Falta poco para llegar— explica Sebastián— Como máximo solo este día y antes de que caiga la noche estaremos de nuevo en nuestra ciudad.

—Piden que vayamos más deprisa y que des la cara— Sebastián parece serio cuando asiente—Debo irme ya, te esperan en el purgatorio.

Se va y me acerco a Sebastián, está tranquilo así que, me acerco a abrazarlo. El corresponde y me besa el pelo. En realidad no quiero salir de este crucero, ha sido mejor de lo que había pensado, y nunca he sentido tantas cosas como ahora.

—Debo irme a mi habitación— asiente, apoyo mi mentón en su pecho y me acaricia el pelo— No creo que sea buena idea que vaya por el barco en albornoz.

—Eso creo— suelta una pequeña risa, se aleja de mí y busca en su armario— Toma.

Me pasa una camiseta y un bóxer. Lo miro y miro los trapos que me pasa.

Crucero Sebican Donde viven las historias. Descúbrelo ahora