Capítulo 12

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Sebastián

En la mañana su sitio está vacío, no me dijo que se iba a ir por la mañana. Visto desde afuera he vuelto ha ser un juguete que ha usado a su antojo y ha vuelto a tirar.

Parece que ya he establecido una rutina, no la veo la ira me recorre, la veo la rabia se presenta, la veo con Lucca las ganas de matarlo incrementan. Una rutina que ya me he acostumbrado y he aceptado.

Me baño con la ira en ebullición. La odio y espero que el otro asesino la mate. Porque sino lo haré yo. Estoy cegado por su culpa, no puedo analizar bien mis pasos y eso me produce más rabia de la que ya tenía, ya listo entre pensamientos acabo todo y salgo de mi habitación vestido con el uniforme de un capitán.

Espero no verla a lo largo del día, porque no me voy a aguantar las ganas de recriminar el hecho de haberse ido y no agradecerme. La noche de ayer sale a flote en mi mente. Ella se durmió antes que yo, así que me di el gusto de seguir pasando mis dedos por su cabello oscuro. La sensación sedosa de su pelo escapando de entre mis dedos, hizo que estuviera en calma, su olor impregnando la almohada.

Esa noche se acurruco un poco más cerca de mí pecho. Sus brazos estaban aprisionados contra mi pecho y su frente estaba tocando mi tórax. En ese momento sentí mis pulsaciones como una locomotora, así que me alejé de ella dándole la espalda.

Sin darme cuenta mis pies se van acercando a su habitación, a la habitación de la bruja. Así que doy media vuelta, y me dirijo hacia un grupo de tripulantes. Están preparando la pista de hielo para esta noche. Se hará una actividad para dejar patinar a los pasajeros, la sala ya está despejada de sillas y la tarima está echada hacia atrás para que haya más espacio.

-Capitán- un trabajador se me acerca- Pronto habremos terminado, pondremos las sillas en el sótano- asiento y se aleja a ordenar a un par de trabajadores me giro para irme- ¡Oh!, Gracias Alyra.

Su nombre, su maldito nombre hace que me paré y entre en cólera, para eso se ha ido sin despedirse para estar aquí de metida. Me vuelvo a girar y dirijo mi mirada y mi rabia a la mujer, sonriente que le agradece al trabajador.

Veo como le entrega un poco de comida. Mis ojos me traicionan y pasean la vista por su cuerpo, el mono negro se le pega como una segunda piel, las mangas son largas y lo combina con unas botas brillantes blancas. Tiene guantes blancos en las manos y su nariz está roja del frío que hace en la sala. Debe de haber pasado un tiempo largo aquí.

Me mira y hace como si no pasara nada, así que sin mediar palabra la cojo del brazo y la arrastro hasta los baños de la sala de patinaje. La rabia nubla mi mente, lo primero que hago es quitarme la chaqueta para dársela, ella sonríe parece que lo hace de verdad y eso me relaja.

-Podrías al menos haberte despedido- mi lengua parece un látigo, pero ella no se estremece.

-Tenía prisa- vuelve la ira, sus brazos rodean mi torso y su mentón se clava en mi torax- Gracias, por todo- sus ojos no mienten cuando me lo agradece- Hace tiempo que no dormía tan bien.

Su abrazo se aprieta un poco más a mí alrededor, no correspondo y se aleja después de lo que me parece un milisegundo. Intento hablar, pero el trabajador de antes interrumpe en el baño.

-Señor hemos acabado, nos vamos a descansar- asiento con el enfado recorriendo la sangre por la interrupción, se despide de Alyra y está le desea un buen día, él se va, pero mi rabia persiste.

-Ya veo que a los trabajadores les das los buenos días, y a mi no me dedicas ni una sonrisa- escupo con rabia, ensancha su sonrisa, y rodea sus brazos alrededor de mi cuello, su boca queda muy cerca mía.

-¿Y qué estoy haciendo ahora?- me pregunta.

-Jugar- mi boca se mueve sola- Y no estoy para ello, señorita Alyra.

Crucero Sebican Donde viven las historias. Descúbrelo ahora