Capítulo 24

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Me siento en el tocador y me preparo el pelo con rulos. No tengo hambre, por lo tanto me encargo de mi maquillaje, los labios rojos y un maquillaje con brillo dorado, las pestañas frondosas, mis mejillas rojizas y un poco morenas. Me echo brillo en los labios y cuando tocan la puerta aparece la misma mujer de antes con el vestido.

—Me quedo a ayudarla— frunzo las cejas.

—¿Es complicado de poner?— se ríe.

—Y de quitar— deja el vestido en la cama— Déjate la ropa interior y sin vergüenza que tienes tetas y culo como yo.

Me hace reír y me quito la ropa dejándome la ropa interior. Me pide que me la cambie con colores blancos y eso hago, mientras habla de todo, desde la borrasca de ayer, como de sus sobrinos mayores.

Termino en bragas delante de la mujer, sin sujetador, ya que el vestido no lo necesita. Es de mi talla, así que me abre el corset y meto mis piernas en el centro del vestido, ella me lo sube y me aprieta tanto el corset que respirar ya es una opción, no una necesidad.

—Niña, esto es nada comparado con lo que hacíamos para rizarse el pelo o las pestañas— me termina de poner el corset y me estira la tela blanca que hace como una pequeña cola a los lados de mi cintura.

Las transparencias me quedan hasta los tobillos y me hace una minifalda un poco por encima de los muslos con una tela que no transparenta. Es precioso, los bordados son como flores que trepan blancas por mis tobillos y hacen como pequeñas flores por mis rodillas, y el corset tiene una pequeña onda por mis pechos, casi escondiendo mi hermoso pecho, que hipnotiza con la perla que se mueve cuando ando alrededor de mi habitación.

—Las mangas es el único problema— me mira la mujer— Se te caen niña y ya no tengo tiempo para arreglarlo, todavía falta el pelo y los tacones blancos que tengo pensados.

—Yo puedo…

—No ya que lo he empezado lo termino bien, el pelo tienes que elegir si recogido o suelto. Yo te veo más con el pelo suelto con un par de ondas.

—Me lo pensaré— le sonrío y sale de la habitación.

La cena será a las once, muy tarde a lo que estamos acostumbrados, y el baile será a las doce. Como si fuera una metáfora de la cenicienta, ella es la amante que a las doce tiene que irse y nosotras somos las amantes que entran en el baile. Me suelto los rulos y peino un poco el pelo, dejándolo suelto.

Pruebo otros peinados antes de elegir el definitivo, que es el primero que me hice, dejándolo suelto, tapando un poco la espalda llena de cintas del corset.

La señora vuelve sonriente, con los tacones blancos, pero el tacón tiene una espada pequeña que decora la parte trasera de la aguja de color del acero, parece afilada y lista para cortar. Preciosa y hecha para mi, parece que el blanco me llama.

—Te quedarán genial— asiento ansiosa por ponérmelo— Luce como eres niña esta noche, no te escondas y diviértete que ese vestido y esos tacones lo ameritan.

Las campanadas empiezan a retumbar y las risas llegan detrás de las puertas. Dos toques en mi puerta me endereza la espalda, me calzo los tacones y estoy ansiosa, espero que no sea Sebastián, pero si lo fuera…

Me acerco poco a poco a la puerta y llego al pomo lista para abrirla, por favor que no sea el capitán. Giro el pomo y ya me empiezo a sentir ridícula, vestida así y maquillada. Por favor que se…

—Wow, estas espectacular— un pinchazo de decepción cruza mi corazón, y es tan doloroso que me muerdo la lengua, es la primera vez que me siento así.

—Gracias Lucca— me pongo frente a él, tengo ahora su misma altura con los tacones, alza su mano mostrando unas flores rojas y blancas y en el centro una media máscara que me tapa los ojos.

Crucero Sebican Donde viven las historias. Descúbrelo ahora