Capítulo 14

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Salgo de la sala, y hay varios pasajeros en la puerta muertos del miedo. Nala llora en los brazos de Tony, los pasajeros se reúnen a mi alrededor.

—Queremos volver a casa— me explican— Esto ya no es seguro. Nos dijisteis que el asesino ya estaba custodiado y ahora vemos que no habéis mentido. Queremos nuestros teléfonos y volver a casa— el pasajero casi está en el colapso.

—No puedo daros los teléfonos, ya que se quedaron en el puerto. Y volver a casa tardaríamos mínimo cinco días o seis si ponemos todo a máxima potencia.

—¡Pues házlo!— me grita Nala— ¡Vamos a morir!

Eso hace que todo el mundo ahogue un grito. La ira empieza hacer que quiera matarla también a ella.

—Por ahora todos a sus habitaciones y no dejen entrar a nadie— demando, los pasajeros no esperan más y se van aterrorizados por el asesinato grotesco.

—Lo mejor es que nos mantengamos juntos— la voz de Lucca, que ahora me doy cuenta que está con Nala y Alyra— Sí nos metemos todos en una habitación, estaremos más seguros— que tontería.

—No, no voy a dormir con vosotros y tampoco quiero compartir habitación. ¿Crees que porque estemos juntos el asesino no vendrá?— le contradice Alyra— Esperará a que estemos despistados, ya sea duchándonos o durmiendo. ¿Vas a dormir conmigo en la misma cama, o te vas a duchar conmigo?— la simple idea de eso me repugna y enfada a la misma vez— No, por ello, yo me voy a mi habitación.

No la contradicen, y todos se miran con todos. Nala no deja de llorar y Tony parece devastado.

—Yo sí quiero que estemos en la misma habitación, Lucca, si me dejas dormir en tu habitación claro— habla Nala entre lloriqueos este asiente— Entonces vámonos ahora.

Tony también se une a ellos y dejan a Alyra sola. Podrían al menos llevarla a su habitación, aunque yo sea un asesino el otro no sé quien es, por ello no me gusta que vaya sola vagando por los pasillos.

—Vamos, le acerco a su habitación, señorita Alyra— asiente y comenzamos la caminata.

No tengo idea de quién puede ser. Sin embargo Tony fue el último que lo vió, y Lucca peleó fuertemente con él hace unos días. Mi mirada mira por el rabillo del ojo a Alyra.

Sus pensamientos la tienen sumida en el silencio. No me mira y tampoco mira a algún punto fijo. No quiero que tenga miedo, porque no dejaría que nada le pasara y si fuera así sería por mi mano, no por la de otro.

—Hemos llegado— se para en seco y se fija en su puerta— Si no quieres dormir sola, solo dímelo y duermo en el suelo de tu cuarto o duermes en mi cama— parece que eso le saca una sonrisa y me llena de placer.

—No te veo durmiendo en el suelo— suelta una pequeña risa desganada— Es más, creo que te auto envenenarías antes de dormir en el suelo.

—Cuánto me conoces— nos quedamos en silencio, no aparta la mirada de mis ojos, parece que se está pensando mi propuesta.

—Lo mejor es que me vaya— asiento— Además tú también debes de estar cansado y lleno de papeleo— vuelve el silencio y abre la puerta de su habitación— Gracias, me he divertido mucho contigo.

—No hay que darlas, señorita Alyra— esta se ríe, y da un paso dentro de la habitación.

—Me gusta más el mote de bruja— Ahora soy yo el que ríe.

—No lo tenga en cuenta, casi me mata— me muestra la última sonrisa— Buenas noches, señorita Alyra.

—Buenas noches, señor Sebastián— cierra la puerta y emprendo mi camino.

Crucero Sebican Donde viven las historias. Descúbrelo ahora