Capítulo 23

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Las sábanas de mi cama parecen más frías de lo que estoy acostumbrada. El mal sabor en mi boca incrementa cuando recuerdo a Sebastián arremetiendo contra mi, la rabia y la ira del sueño que tuve ayer me hace rabiar.

Así que me levanto malhumorada. Fue un estúpido sueño, porque yo no me siento atraída por él ni mucho menos. Es un cúmulo de sentimientos oscuros, rabia, enfado, ira, asco, y todos esos sentimientos van dirigidos a él.

Me desvisto para una ducha bastante fría, me tiene con tanta rabia. Encima se da el lujo de pasear con Nala, sabiendo que se fue por la mañana sin ni siquiera despedirse. Como si fuera una cualquiera, solo pensar en que se despertó temprano para ver a Nala, me pone mala.

Dan dos toques en mi puerta, me levanto lista para decirle toda la mierda que quiero a ese cabrón de Sebastián. Me pongo el albornoz y no espero para abrir la puerta. Enarco una ceja al ver a Nala en el marco de la puerta.

—Hola, miss Aburrida— me sonríe con sus labios rojos y una mirada de cazadora.

—No me gusta ese apodo Nala— se lo repito ya aburrida de lo mismo.

—¿Has visto las cartas enviadas por el capitán?— me pregunta y asiento, me llegaron ayer por debajo de mi puerta— Tenemos que ir a por los vestidos, ¿que color tenías pensado?— me pregunta paseando por mi habitación mirando hasta la cama desordenada y mi armario.

—Pues puede que verde oliva— pienso y me siento en el tocador, echándome aceites en el pelo negro— Y algo dorado.

—¡Oh en serio!— casi grita decepcionada— Ese color lo tenía pensado yo antes ya sabes como soy un poco más morena, el verde me quedará genial y más con el dorado.

—Bueno, entonces para que me pre…— Se va al baño dejándome hablando sola.

—Si no me lo quieres dar no pasa nada— vuelve del baño con una sonrisa— Pero pensaba que éramos amigas.

—Haz lo que quieras— me rindo y empiezo a maquillarme un poco.

—Que bonito ese color, ¿me lo prestas?— asiento y se echa el labial, con tanta fuerza que me lo rompe— ¡Oh dios mío, lo siento muchísimo, no era mi intención!

La rabia casi me consume, pero me relajo a la fuerza, este viaje es para divertirme no para que salga con canas. Así que le resto importancia guardando las ganas que tengo de estamparla contra la pared.

—No ha sido a propósito. Disculpame— parece que lo dice de verdad— Tienes bastantes vestidos bonitos, no hace falta que también te lleves vestidos de la sastrería.

—No iría con la temática— termino con mi cara y me pongo un vestido corto de color azulado claro, con encajes blancos.

—Tienes un buen culo— me sonríe— Pero tienes los muslos muy delgados— me guardo mi opinión de su cuerpo y me centro en ponerme los tacones blancos de tiras.

—Claro, oye nos vamos ya— asiente sonriente.

Salimos de mi habitación, y paseamos hasta llegar a la sastrería, hay dos dependientas administrando los vestidos. Ya que es por la mañana la gente todavía está desayunando, Nala no quería perder más tiempo y hemos ido directamente a la sastrería. Hay varios vestidos y al fondo hay una mujer cosiendo los arreglos.

Paseo por la sastrería y hay un vestido que me llama la atención. Nala coge un vestido bastante ajustado, con corte de sirena, tiene la espalda entera descubierta, se va al probador emocionada por probarselo y el vestido es bonito. La temática es la amante, puedes interpretarla como la amante sufrida, o la amante que tiene su final feliz o la que se queda sin su amor.

El vestido de Nala grita al amante con ganas de venganza. Algo me dice que quiere impresionar a Sebastián. La temática a pesar de ser de amantes, también está que sea del barroco, claro que actualizado, ya que va a ser de máscaras.

—¿Qué te parece?— me pregunta y le queda bien.

—Te queda bien— ella se mira en el espejo.

—Me queda genial— llama a la dependienta— Me llevo esta. ¿Tú qué te vas a  llevar?

—No lo sé todavía— le respondo y me mira de forma sospechosa.

—Bueno tengo que irme ya, me esperan para maquillarme, una chicas que he conocido en el barco, son amables, te llevaría pero…

—No te preocupes, yo tengo que hacer mis cosas también— me sonríe mostrando sus dientes y feliz con su vestido.

—El capitán va a estar impresionado, no me podrá quitar los ojos de encima— la rabia vuelve y me contengo las ganas de gritar todo— Adiós.

Respiro hondo, aún que funciona poco. Me acerco al vestido de un color blanco roto, precioso. Miro su corset y la perla que decora un poco abajo del escote, es precioso y el enfado desaparece al ver la pieza perfecta.

—Me llevo este— señalo el vestido y la dependienta niega.

—Ese vestido está reservado— asiento, para no quedar como una idiota me alejo a buscar otra cosa, aún que nada me llama la atención— Bueno disculpe, ¿su nombre?— me sigue la dependienta.

—Alyra— la dependienta sonríe y me entrega el vestido.

—Eres igual a la descripción— no deja su sonrisa— Porte de princesa, que se confunde con una reina.

—Que romántico es Lucca— sonrío, esperando que no diga que es del capitán.

—¿El capitán se llama Lucca?— mis nervios se disparan, como si fuera una colegiala enamorada de un profesor, sabe que es imposible, sin embargo su corazón no lo entiende y yo tampoco.

—Debo irme— la mujer asiente.

—Váyase a su habitación, se lo haremos llegar.

La ira vuelve, ¿a qué juega? ¿Soy su muñequita? Sonrío para no ir a su habitación y clavarle el tacón en la cabeza. Aún que no voy a negar que sabe lo que me gusta, y me voy a poner el vestido, pero no iré con él al baile.

Hay bastante ajetreo en las habitaciones, al parecer todos quieren salir e ir al baile. Encima de mi cama me han dejado maquillaje, laca, rizador y plancha para el pelo. Sin embargo debo ir a saber cuál será mi máscara, el dorado predomina en la habitación, el blanco, pero también el rosa y el azul, además del verde que está en el baño.

Se supone que irás dependiendo del color de tu habitación, no sé si esos colores quedarán con el vestido. Bajo las escaleras para llegar al pequeño puesto que hay máscaras. Hay de todos los colores, me acerco al hombre que las administra.

—Buenos días— sonrío y me quedo mirando las máscaras.

—Bueno, buenas tardes ya— se ríe y me mira sobre sus gafas— ¿Necesita algo?

—Vengo a por mi máscara— frunce las cejas— Para el baile.

—Señorita, la máscara se lo dará su acompañante— me explica— El que le toque será su acompañante, y le dará su máscara claro que sí quiere agregar algo personalizado.

—No, gracias— sonrío.

—Es mejor que coma y se prepare, la cena será en la última planta y luego se hará el baile.

Me alejo, esto no tiene nada de divertido o no para mi. Solo espero que Sebastián no sea mi compañero de baile. No ha venido hoy y no se le echa de menos, esto es lo que quería, dejar de verlo. La rabia vuelve y el sueño me taladra la cabeza, el deseo prohibido, la rabia.

Crucero Sebican Donde viven las historias. Descúbrelo ahora