A duras penas llegué al auto con ayuda de mi hermano, esta era la primera vez que experimentaba un ataqué de ese nivel por mi fobia a las pistolas, por poco el aire me faltaba y las piernas no me reaccionaban. Pero por suerte estaba acompañada de él.
—¿Segura que estás bien?— me preguntó por milésima vez ni bien estábamos dentro del auto.
—Si, Ben. Fue solo un susto— dije restándole importancia —Sinceramente me asusta más que mis zapatos se hayan estropeado— bromeé mirando en dirección a ellos, admito que no habían sido la mejor elección pero... Son bellísimos.
Benjamin encendió el auto y emprendimos viaje hasta Figure Eight, dejando el corte atrás. Sinceramente el estado de este lugar me ponía mal, ¿Cómo la gente podía vivir en un lugar así?, absolutamente todos los jardines delanteros y traseros de las casas estaban repletos de bolas plásticas, botellas de alcohol y árboles caídos, quiero creer que todo el deterioró del lugar es por el huracán y que no viven así todos los días.
Espero que mi padre solucione estos problemas al ser elegido intendente de la ciudad, estoy segura de que el es el cambio que la isla necesita.
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Al llegar a casa, los nervios me invadieron, nos habíamos pasado de la hora límite que nuestros padres nos imponían cada ves que salíamos y peor, fue todo por una pelea.
—No digas una palabra— ordené saliendo del auto procurando hacer todo sigilosamente, para las pocas veces que me había escabullido a casa, era toda una profesional, jamás había sido descubierta.
Entramos por la puerta de la cocina ya que la principal era extremadamente ruidosa. Primero entro mi hermano, el cual tenía pisadas potentes que nos podían arruinar el plan en instantes, mientras que mis pisadas eran delicadas y prácticamente no se sentían.
Finalmente logramos subir aquella escalera majestuosa de manera exitosa, ambos festejamos internamente por el logro y cada uno se dirigió a su respectivo cuarto.
Al entrar a mi cómoda respiré profundamente y me tiré en la cama por unos segundos, mis pies no daban más y mi cabeza menos. Por más que quisiera dormirme en este instante, mi yo del futuro me maldeciría así que tomé fuerzas y me dirigí hacia mi baño donde procedí a sacarme mi maquillaje y cuidarme la piel como cualquier otra noche, me puse un pijama veraniego y apagué todas las luces del cuarto, no podía dormir con luces prendidas.
Ahora si, me tiré a la cama de manera definitiva, ni bien cerré los ojos mis pensamientos se apagaron y mis ojos comenzaron a descansar como tanto necesitaban.
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