Capítulo XIII

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Se miró al espejo luego de que Agnes la dejara de arreglar. Era la primera vez en su vida que utilizaba maquillaje, aunque fuera un poco de labial rojo.

—Se me ve fatal...— hizo una mueca con sus labios.

—Te queda bien. No digas estupideces, mocosa— comentó la mujer para verse también y pintarse por igual.

—Agnes... No sé qué debo hacer... Y tengo miedo...— confesó dejando caer sus hombros.

—Es normal... En un inicio era igual a ti...— vio el reflejo de la joven que dejaba escapar aire por sus fosas nasales.

—¿Es... cierto eso de que duele mucho... que hay golpes y fetiches muy... raros?

Quedó en silencio. Se volteó para apoyarse en la mesita y mirar con pesar a ______.

—A veces, hay clientes que tienen esas manías extrañas... Pero no siempre hay que complacerlas— apoyó una mano en uno de sus hombros —. ¿No recuerdas que sacaste a escobazos a un cliente de Emma porque quería meterle mierda dentro de ella?

Ella asintió, sin verla a la cara.

—Sí... Que ella... se había puesto a gritar... Eso me dio mucho miedo...

Apenas tenía trece años en ese entonces. Estaba durmiendo cuando escuchó los gritos de esa mujer. Eran unos gritos que le erizaron la piel, pidiendo auxilio y que se detuviera. Pensó de inmediato en lo que su progenitora le había dicho pocos años atrás, lo que provocó que se hiperventilara.

Incluso en esos tiempos Agnes vivía en el burdel, por lo cual oyó su comentario de que había que hacer algo.

Trató de enfrentar el miedo a como diera lugar.

—De todas aquí, tú eres la más fuerte. Si hacen algo que no te gusta por más que digas que no, brinda un buen golpe en sus genitales— le aconsejó.

Frunció sus cejas para ver a la mayor. Rosalind le había dicho que debía de guardar silencio y soportar todo lo que le hicieran. Después de todo, estaban pagando por ellas.

—¿Pero... no pedirá de regreso el dinero?

—Hay que respetar ciertos límites. No son los dueños del mundo los clientes.

Oyeron unos ligeros golpes a la puerta entreabierta de la habitación en la que estaban. Regresaron para ver como Isabella se asomaba.

—Oigan, el señor Jack vino a verlas.

El rostro de ______ mostró claros signos de molestia, mientras que sus pómulos se teñían de vergüenza. No quería ser vista de nuevo por él en esa situación.

—Dile que se vaya a la mierda— y volteó de regreso al espejo.

Isabella vio a Agnes que miraba con pesar a la muchacha y volver a ella.

—Dile que hoy no saldremos y no hay buenos humos para recibirlo. Que tenga cuidado al regresar a su casa.

La mujer asintió para echarle un último vistazo a la menor. Y salió de allí.

La mayor la rodeó para ponerse a sus espaldas y comenzar a cepillar su cabello con delicadeza. Poco a poco, fue realizando un lindo peinado, para finalizarlo con el listón azul.

—Estás preciosa...

Creía que iba a comenzar a odiar ese moño.

—No digas eso... Me darán ganas de vomitar...

—No seas así, mocosa— la tomó de los hombros para agacharse y plantar su mejilla con la de ella, viéndose en el espejo —. Eres como una bella princesa.

DAMA |Jack el Destripador y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora