Capítulo IX

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La cara de _______ dejaba en claro que la compañía no la deseaba.

Acababa de dejar a Agnes en su hogar, quien de nuevo insistió en que se quedase a dormir, pero la joven se negó. Estaría bien, aunque acompañada de ese tipo.

—¿Cómo estuvo su día, mi estimada dama?

—Qué te importa...

Habló bajo, en un tono que mostraba su molestia.

Jack regresó a verla unos segundos para seguir observando el camino.

—El mío estuvo poco atareado por el trabajo.

De nuevo eso. ¿Qué trabajo era el que hacía? ¿Qué trabajo lo llevó al burdel, a la habitación en la que ella estaba?

Apenas abrió la boca, el hombre continuó hablando.

—Y cuando acabé, encontré esto en uno de mis bolsillos.

Vio por el rabillo del ojo sin mucho interés, cómo buscaba algo en dicho sitio. Al hallarlo, lo sacó para extendérselo. _______ tardó unos instantes para recordar que se trataba de lo que quería obsequiarle él en el segundo encuentro.

—Se le cayó esto el otro día y olvidé entregárselo. Es el listón que le regalé— sonrió, teniendo la mano con eso cerca de ella.

—¿Para qué quisiera un listón? No lo necesito— intentó adelantarse unos pasos, pero él le seguía perfectamente el ritmo.

—Para recogerse bien el cabello y lucir lo precioso que se le verá, mi estimada dama— ensanchó más la curva en sus labios.

Bufó para sacudir la cabeza.

—Dáselo a una dama de verdad. Eso es demasiado lindo como para que lo estropee con mi trabajo.

No podía aceptar ese regalo en lo más mínimo. Además de que le avergonzaba y sentía que estaría atada a él para devolverle algo, cosa que no quería, y eso no iba con su estilo.

Si necesitaría un trapo para limpiar de último minuto, seguro lo usaría, aunque le diera pena por lo linda que parecía esa tira de tela.

Sintió como las manos del de cabellos grises se posaban a los costados de sus brazos, estando parado detrás de ella, para frenarla y dirigirla a pararse frente a una ventana.

—¿Qué haces, imbécil?— se quejó cuando la soltó para intentar voltearse a encararlo, pero él se lo prohibió, haciendo que quedara de frente al vidrio en el que apenas se veía reflejada por la luz de un poste.

Jack no dijo nada, para quitarle la liga que tenía en el cabello, provocando que cayera todo desordenado.

—Oye, no me toques el pelo— posó las manos sobre su cabeza mientras que el hombre comenzaba a pasar sus dedos entre los cabellos, haciendo el mejor intento de desenredarlo —. ¡Oye!

—Despertará a los vecinos, mi estimada dama.

Al ver que no tenía más opción tuvo que dejarlo, ya que si se movía para alejarse, le acabaría doliendo el cuero cabelludo que tenía sensible.

Miró de mala gana al hombre por el reflejo al tiempo en que arruinaba su postura, encorvando la espalda y dejando caer sus hombros hacia el frente. Cuando este estaba terminando con el peinado, procedió a atarlo.

—¡Listo!— dijo sonriente y sacudiendo sus manos a los costados de ella para luego apoyarlas en sus hombros —Qué mejor dama que usted luciría tan bello moño, ¿no cree?

Esta vez, se vio a sí misma. A pesar de que fue peinada en poco tiempo y con apenas las manos, parecía otra persona. Incluso aparentaba más su edad en lugar de parecer una mujer que se había desvelado toda la noche cuidando a más de un bebé.

Sus ojos fueron cambiando de punto, comenzando a avergonzarse de creerse linda.

Desde que Rosalind le arruinó su sueño, nunca más se tomó el tiempo de arreglarse.

Por su parte, Jack percibió unos colores en la fémina que demostraban su ingenuo asombro por su propia imagen que apenas se lograba ver. Incluso era un semblante que no había visto en ella hasta el momento.

Le resultó un color muy tierno en una roca como ella quería mostrarse.

_______ se deshizo del agarre del hombre de grises cabellos para cruzarse de brazos y sin ser capaz de verlo a la cara.

—No sé para qué me peinas si me estoy por ir a acostar.

Jack pestañeó para ladear su cabeza.

—¿No tienes trabajo ahora?

Los ojos de la muchacha regresaron a él con cierta molestia, la cual no pudo mantener mucho que regresó a ver el suelo.

—Soy una persona así que necesito dormir.

—Pero déjeme decirle que se ve preciosa, mi estimada dama.

Su rostro fue colorándose y, para disimularlo, comenzó a caminar con la cabeza en alto para que la brisa que generaba al andar le fuera calmando el calor que sentía.

Jamás le habían dicho eso.

—Me lo quedaré porque esa liga ya no ataba mucho— se excusó.

El de sombrero sonrió para alcanzarla. Esta vez, sus colores mostraban una ligera emoción mezclada con vergüenza. Creía haber encontrado una nueva capa de la cebolla, aunque fuera muy por la superficie.

—Respecto a lo que dijo hace unos minutos...

La muchacha regresó a verlo, arqueando una ceja. ¿Qué de todo lo que dijo se refería?

—Usted es una verdadera dama— se inclinó hacia su lado, mientras que tomaba las manos por detrás del cuerpo.

—Que no...

—Es cierto lo que digo, mi estimada dama.

________ bufó para ignorarlo el resto del viaje.

Jack, por su parte, iba viendo cómo ese cuadro se tintaba poco a poco, revelando colores encantadores. Al menos, ya había descubierto que las palabras lindas la movían.

Si existe Diosito, que me mande un caballero que me regale un listón y me quiera peinar

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Si existe Diosito, que me mande un caballero que me regale un listón y me quiera peinar. Manifiesto.

¡Nos leemos mañana en un nuevo capítulo! Que tengan linda noche :3

Besos ♥

DAMA |Jack el Destripador y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora