Capítulo III

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—¡Si no paga, se va!

Exclamó, siguiendo con una escoba a un hombre que estaba alcoholizado y quería una reserva para el momento.

Bufó cuando lo vio ya bastante lejos del edificio, para volver a ingresar y seguir limpiando.

Había pasado más de un mes desde ese suceso. Tampoco hubieron rastros del señor Pemberton durante ese tiempo, mucho menos de ese sujeto de cabellos grises.

Y ya lo estaba olvidando por completo, sintiéndose más tranquila.

—Primeras horas de la mañana y ya estás sobre el caballo— oyó el comentario de parte de Isabella, siendo ella con quién quiso estar ese borracho, y se encontraba en relativa calma.

—Tengo que salir a comprar, limpiar la sexta habitación del tercer piso y coser unos cuantos camisones— informó dejando la escoba de lado y recogiendo varias prendas que estaban tiradas en el suelo —. Pueden ser más ordenadas, ¿saben?

—Sí, siempre lo dices— dijo, intentando prender un cigarro —. Te saldrán arrugas antes que a nosotras, las viejas.

El objeto le fue arrebatado, para observar el serio rostro de la muchacha.

—Afuera se fuma.

—Bien, tú ganas, mocosa.

—Y ya deja de hacerlo, te hace mal.

—Lo que digas.

Se sentó en el escalón de la entrada. De igual manera llegaba el humo al interior, cosa por la cual también la regañó pero fue ignorada.

Ese día iba a ser muy atareado. Agnes había faltado ese día para cuidar de uno de sus hijos que enfermó. Y no solo eso, la gran mayoría de prostitutas estaban intranquilas.

Desconocía el motivo. ¿Vendría alguien importante? ¿A alguna le habían pedido matrimonio? ¿O qué?

Mientras doblaba las ropas, regresó a ver a Isabella que estaba todavía relajada.

—Oye.

Escuchó un ruido de afirmación de que estaba siendo escuchada.

—¿Qué sucede con todas? Parecen moscas en un establo.

—No mucho— fue todo lo que dijo.

_______ arqueó una ceja, en espera de que continuara. Pero nada.

—¿No dirás algo?

—¿Más que una prostituta del otro lado de la ciudad fue encontrara con la cabeza apenas unida al cuerpo y con cortes por todo el mismo?

Sus ojos se abrieron de a par. La vio preocupada ante tal noticia.

—¿Eso cuándo fue?

—Hace pocas noches. No sé quién fue, pero estaba en el periódico que trajo un cliente de Lydia.

—Pero ella no sabe leer.

—Claro, solo se lo leyó el cliente. Es muy bruta esa mujer que para otra cosa utiliza la boca.

_______ sacudió la cabeza en forma de desaprobación de lo que decía. Tampoco iba a decir algo porque Isabella tendría una respuesta ingeniosa ante cualquier circunstancia. Desde que la conocía era así.

Permaneció en silencio mientras acababa, pensando en lo que le contó aquella mujer que ya había terminado su cigarrillo y solamente yacía sentada en el mismo sitio.

—Bien, me iré al centro— guardó unas cuantas monedas en su delantal e ir a buscar la canasta para las compras y una bolsa de hilo —. Si la madam pregunta, le dices que ya regreso. Y si pide algo, que lo haré sin tardar a penas llegue.

—Por supuesto— asintió Isabella, mientras que _______ trataba de pasar a su lado por más que le dijera que se corriera. Pero no hizo nada.

Aunque no lo mostrara como las demás, en su rostro también habían indicios de que estaba preocupada por la noticia de esa prostituta.

Aunque no lo mostrara como las demás, en su rostro también habían indicios de que estaba preocupada por la noticia de esa prostituta

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Ya cargaba con la gran mayoría de cosas por las que había ido. En la canasta llevaba algunas verduras y un poco de carne, mientras que en la bolsa habían productos de limpieza y cargaba con una nueva escoba en la mano.

Caminaba por la ciudad, tratando de hacer la vista gorda a todas aquellas personas bien vestidas, pero en algunas ocasiones su mirada se desviaba breves segundos a algún vestido que llamaba su atención.

De las condiciones que era, desde pequeña siempre soñó con una elegante prenda y casarse con un príncipe, tal como eran los cuentas que Agnes le contaba de pequeña.

Pero una que otra prostituta, o incluida su propia progenitora, le arruinaba el sueño con un abrupto choque de realidad. ¿Quién amaría a una chica nacida en un prostíbulo?

Así le llenaron la cabeza por años.

No sabía qué sería de su vida. Vivía el día a día, haciendo sus tareas en el burdel. Nada más.

Su vista se dirigió a una tienda de telas, recordando que pasaría por ahí si le sobraban monedas. Para su suerte, así era. Debía de comprar para hacer una nueva cortina en una habitación de recepción.

Detuvo su andar para cambiar de destino. Si no se detenía a pensar en el cansancio, no lo recordaba.

Un delicioso aroma llegó a su nariz, proveniendo de la cafetería que había del otro lado de la calle. Pero apenas volteó allí, regresó la vista al frente.

Creyó ver al mismo hombre de aquella noche sentado afuera.

Caminó más despacio, viendo en esa dirección por el rabillo del ojo. En efecto, el mismo corte y bigote lograba divisar desde allí. Para sumar, tomando té.

No podía creer lo pequeño que era Londres. No pensó cruzárselo tan rápido, más cuando comenzaba a pasar de largo ese suceso.

En esos breves instantes en los que veía a ese hombre, pareció notar el ser observado que dirigió la mirada a la muchacha al tiempo en que alzaba la taza para llevarla a sus labios.

_______ volvió al frente, tratando de fingir que realmente no lo había visto para ingresar en el local, en donde tomó una gran bocanada.

Esperaba que se marchara pronto para ella salir apenas terminara la compra. Quería ahorrarse el recordar toda la incomodidad que ya estaba recordando.

DAMA |Jack el Destripador y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora