Capítulo IV

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Miró todas las telas que le ofreció la vendedora con detenimiento. Hacía tiempo, ya que hace pocos minutos vio una que era la indicada.

Tocó una con delicadeza, siendo de una calidad muy suave además de un color que era precioso.

—¿Ya se ha decidido, jovencita?

Regresó la vendedora a ella, luego de atender a una señora que se acababa de marchar.

—Eh...— optó por no seguir dando tantas vueltas y le dio las medidas que necesitaría de la tela que le señalaba.

Quedó expectante, mostrando cansancio, mientras que la mujer comenzaba a recortar tras tomar las medidas.

La campanita de la tienda sonó, la cual pasó de largo por estar perdida en sus pensamientos, respecto a qué tarea sería la indicada para iniciar cuando regresara al burdel.

Agnes era la única trabajadora del lugar que no vivía ahí mismo, al igual que la madam que solo algunas veces se quedaba a dormir. Además, ella era la única trabajadora que contaba con una familia más funcional, respecto a que no era la única que generaba ingresos, su marido no la había dejado sola con los niños, entre otras cosas.

Su mirada fue bajando lentamente, recordando varias cosas de su infancia. No ver a la mujer que la cuidó durante un tiempo, la entristecía y más al saber el estado de salud de uno de sus hijos, aunque no fuera nada grave.

Era la única figura materna más sólida que tenía.

Ladeó su cabeza, para seguir observando a la trabajadora, percatándose de que conversaba con alguien más. Su mirar se fue endureciendo por concentrarse en la voz que le respondía a la vendedora.

Regresó a ver sobre el hombro, hallando a unos pasos al mismo hombre de cabellos y bigote grises. Frunció las cejas para observar a otro lado. ¿Qué hacía allí? ¿La seguía? ¿O era una coincidencia sumamente extraña? No pudo evitar que su rostro llegase a sonrojarse por el recuerdo de su primer encuentro.

—¿Cuánto vale este listón azul Francia?

—Son listones que no sabíamos que teníamos— mencionó la mujer, señalando ese mismo objeto con la mirada —. Si le gusta, puede llevárselo a un penique.

—Me parece bien— asintió para seguir observando el resto de colores.

—Bien, jovencita— regresó a ella, doblando la tela que había cortado —, serían veinticinco peniques.

—¿Qué?

Abrió sus ojos de a par al escuchar el precio, habiendo supuesto que costaba menos por una compra que hizo Agnes hacia unas semanas atrás, que fue más tela y le costó menos peniques.

—¿Cómo puede estar tan caro?— aguantó una pequeña risa de la confusión, observando desconcertada a la vendedora.

—Estamos escasos de este tipo de tela hasta no sabemos cuándo. Estamos así desde hace como tres semanas, y los proveedores no nos dan noticias. 

—Ja...— llevó su única mano libre a su cadera, volteando a ver a otro lado. ¿Qué haría ahora? ¿Volver otro día, pelear el precio o dejarlo? —Bien, déje-...

Se quedó callada el ver como unas cuantas monedas eran depositadas sobre el mostrador, estando el hombre parado a un lado de ella.

—Son en total veintiséis monedas. Pago este listón y la tela de la dama.

No se atrevió a voltear a verlo. No deseaba aceptar su ayuda. Incluso podía volver otro día para pagar y llevárselo. No era tan urgente la cortina, al menos por los momentos no había oído quejas al respecto.

—No— se adelantó a decir, haciendo que la vendedora no aceptara el dinero —. Vendré otro día por la tela y la pagaré.

—No puedo prometerle que se la guardaré tal y como me la ha pedido, jovencita. Ese es el pedazo más grande que estaría quedando si lo deja, y puedo llegar a recortarlo o una compañera mía— tomó las monedas para separarlas en pequeños grupos rápidamente, contando.

Apretó sus labios, tratando de ahorrarse los comentarios.

Aquello la llenaba de impotencia.

Su ceño se encontraba fruncido al tiempo en que caminaba de regreso al burdel

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Su ceño se encontraba fruncido al tiempo en que caminaba de regreso al burdel. Más lo fruncía al saber que él la estaba siguiendo unos cuantos pasos por detrás.

Se frenó para encararlo.

—¿Qué? ¿Quieres el dinero ya o es tu paga para acostarte, infeliz?

Jack se detuvo para pestañear con ingenuidad.

—Para nada, mi estimada dama.

—Entonces déjame en paz— giró sobre sus talones.

—¡Espere!

—¿Qué quieres ahora?— se volvió a frenar, soltando un pesado suspiro —No sé si estarás viendo que tengo muchas cosas que hacer— y mostró todo con lo que cargaba, llevando sobre la canasta la tela que él había comprado.

—No deseo quitarle más tiem-...

—Ya lo haces— habló obvia, dejando caer sus hombros con molestia.

—Solo deseo entregarle esto como regalo.

Ante sus palabras, le extendió el listón que también compró, provocando que _____ arqueara una ceja a ver eso y alzar la mirada a él.

—Un listón para el cabello. Le quedará perfecto, mi estimada dama.

Lo vio de mala gana. Debía de estar bromeando con ella.

A su falta de comentario, se aproximó para dejarlo dentro de la canasta, con cuidado de que no se le perdiera. Mientras tanto, la muchacha no dejaba de verlo con molestia.

Pero en un movimiento rápido, le quitó la escoba y la bolsa, provocando que _______ reaccionara tarde a ello.

—¡Oye!— exclamó enojada.

Volteó para hallarlo caminando tranquilamente, en dirección a la que ella iba.

—¡¿Qué crees que haces?!

—Ayudo a una dama a llevar sus cosas. ¿Hay problema en eso?— se detuvo a los pasos, siendo alcanzado por la muchacha que le arrebató lo que tomó.

—¡Ya déjame en paz, viejo estúpido!

Y se fue echando humo de allí, mientras que la mirada de Jack la seguía. En eso, notó como el listón acababa cayéndose.

Sus colores le daban claros indicios de un enojo mezclado con vergüenza, la cual se debía a seguir recordando el suceso de esa mañana.

Esos colores eran demasiado opacos, más de los que jamás había visto. Y ocultaban uno del que él no era capaz de percibir.

Lentamente se acercó a recogerlo y sacudirle el polvo que se le había adherido en tan poco tiempo.

Vio una última vez para acomodar su sombrero y comparar los colores que desprendían los demás con el de la fémina, encontrando notorias diferencias. Y guardó el listón en un bolsillo.

DAMA |Jack el Destripador y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora