DIECISIETE

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Alexander

El cabrón de Mark está abrazando a Viktoria. Aprieto el cuero del volante. Hago las respiraciones que me ha enseñado la psicóloga esta mañana. Fue una buena consulta. Cuando llegué no tuve que esperar mucho a que me atendiera. Martha no es como lo esperaba. Es una mujer joven de treinta años, morena, alta, de ojos verdes y expresivos. Tiene unas piernas largas. Me sentí atraído por ella en cuanto entré en su consulta y la vi. Pero mis pensamientos estuvieron en Viktoria en todo momento. Le conté a Martha mis problemas con la mujer que va a dar a luz a mi hijo. Le conté la relación que tuvimos cuando aún éramos profesor y alumna, lo ocurrido cuando me enteré que estaba embarazada, lo que hice y lo que no hice. También le conté cómo fueron los cinco meses y cómo me sentí en esos momentos. Mi problema con el alcohol. La hora de consulta dio para mucho. Ella me escuchó atentamente en todo momento. No me interrumpió. Cuando terminé de contarle todo, sentí como si me hubieran quitado un peso de encima. Ella me aconsejó que debía intentar separar la parte emocional de Viktoria, ya que, era eso lo que me hacía necesitar el alcohol. Lo nuestro no empezó bien, siendo algo prohibido. Inevitablemente, iba a dar a luz a mi hija, así que no podría alejarme del todo de ella. Pero tenía que intentar olvidarme de ella románticamente. Ahora viendo aquí a Mark y a ella juntos, siento que va a ser una tarea difícil. Sin embargo, si quiero estar bien por mi hija, tengo que intentarlo. Bajo del coche. Respiro hondo y me acerco a Mark y Viktoria.

-Buenas tardes- digo cuando estoy a escasos centímetros de ellos.

-¡Alexander!- dice Viktoria sobresaltada- No sabía que ya habías llegado.

-Llevo media hora esperando en el coche- espeto.

-Lo siento, no me había dado cuenta.

-Ya veo- digo mirando a Mark.

-¿Ahora haces de chófer?- pregunta el imbécil.

-Sí, desde que vive conmigo.

-Sabes que puedo recogerte y llevarte a tu casa después del trabajo ¿no?- pregunta mirando a Viktoria.

-No quiero molestar- contesta ella.

-Tú nunca serás una molestia- le dice sonriéndole.

Mis manos se aprietan en un puño. Entonces recuerdo los consejos de Martha. Cuento mentalmente hasta diez.

-No- digo- Yo te traeré y te recogeré del trabajo. Es mi obligación como padre de tu hija- le digo a Viktoria.

-Vale- dice entrecerrando los ojos.

Me vuelvo al coche mientras Viktoria se despide de Mark. Logro oír cómo ella lo invita a una cena cuando se haya mudado a su nueva casa en una semana. Las tripas se me revuelven. Entro al coche y me pellizco el puente de la nariz. Esto va a ser muy difícil. Viktoria entra unos segundos después. Coloca su bolso entre sus piernas en el suelo del coche. No me dice nada. ¿Yo no estoy invitado a esa cena?

-Hoy he ido a ver a una terapeuta- digo rompiendo el incómodo silencio.

-Me alegro- es lo único que dice.

-¿No quieres saber qué me ha dicho?

-Eso es algo personal. No quiero inmiscuirme en tus asuntos.

-También son asuntos tuyos. Soy el padre de tu hija.

-Ahora sí eres el padre de mi hija- dice riéndose con sarcasmo.

-¿Qué quieres decir?

-Quiero decir que cuando estábamos en el ascensor ni siquiera me miraste.

-No era el momento.

-¿No era el momento? ¿Eso es lo único que se te ocurre?

-¡¿Y qué querías que hiciera?!- estallo- Esta mañana me dejaste muy claro que quien te gusta es Mark y que lo que pasó entre tú y yo anoche no significó nada.

-No me grites- dice sollozando.

-Mierda. Lo siento Viktoria. Estoy intentándolo. De verdad que lo hago. Pero odio verte con él, odio que hables de él como si fuera mejor que yo. Posiblemente lo sea, pero joder. Duele. Te amo.

Viktoria baja la mirada a sus manos. El resto del trayecto lo hacemos en silencio. Como de costumbre. No me gustan estos silencios entre nosotros. Apago el motor del coche cuando llegamos a casa. Viktoria no se baja del coche inmediatamente. Agarro su mano y le doy un beso en los nudillos.

-La terapeuta me ha dicho que debo olvidarme de ti. Románticamente hablando.

-Entiendo- dice con la voz rota.

-Viktoria, si me dices que tengo una sola posibilidad...- golpeo el volante con la palma de mi mano.

-No me gusta verte así. Iracundo- dice mirándome.

-Lo siento, a veces no puedo aguantar tanta tensión.

-Si te diera una oportunidad...

-Sería el hombre más feliz de este planeta- digo sonriéndole- Pero no quiero que me la des sin antes contarte lo que debería haberte contado desde un principio.

-La cita del sábado.

-Sí.

-Mark me invitó a salir el sábado. No sé qué hacer. ¿Por qué tiene que ser el sábado? ¿No puede ser otro día?

-Porque el sábado es un día especial para mí. Es 18 de noviembre. Te lo contaré todo si decides ir.

-¿Y si no voy?

-Te dejaré en paz para siempre. Seremos dos personas que van a tener un hijo juntos, nada más. Podrás rehacer tu vida con quien quieras.

-Y tú la tuya...

-Sí. Al menos lo intentaré.

Viktoria sale del coche y camina hacia la entrada de la casa. Me quedo un rato más dentro del coche, pensando en qué pasará si ella decide no acudir a la cita. Espero que lo haga. Siento la ansiedad creciendo en mi pecho. Si no va a la cita la perderé para siempre. Cojo mi móvil y marco el número de Martha.

-¿Alexander?- responde.

-Martha necesito tu ayuda, no me siento bien.

-Respira. Haz los ejercicios que te enseñé.

-Lo intento.

-No lo intentes, hazlo.

La obedezco. Inspiro y espiro varias veces, la ansiedad se está yendo.

-¿Mejor?- pregunta ella.

-Sí. ¿Podemos vernos?

-Es tarde Alexander.

-Te pagaré las horas extras.

La escucho resoplar a través de la línea.

-Bien. Nos vemos en mi consulta en quince minutos.

Le envío un mensaje a Linda para avisarle que no estaré presente en la cena. Arranco el coche de nuevo y pongo rumbo a su consulta. 

 

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Deteniendo el tiempo #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora