Deteniendo el tiempo #2

VEINTIDÓS

Alexander

Son las nueve de la noche cuando salgo de la habitación en busca de la doctora Mitchell. Tengo la esperanza de que aún no se haya ido del hospital. La busco por toda la planta de maternidad, hasta que doy con ella. Justo a tiempo. Está junto al ascensor esperando a que las puertas se abran.

-Doctora Mitchell.

-¿Señor Edevane? ¿Hay algún problema con Viktoria?

-No. Ella está dormida en estos momentos. Quería hablar con usted.

El ascensor abre sus puertas, la doctora me hace un gesto para que entre con ella.

-Usted dirá señor Edevane.

-Verá, mañana es un día un tanto especial para mí. Había planeado una cita con Viktoria y me preguntaba si es posible sacarla un par de horas de aquí. Máximo dos horas, sería al medio día.

-Bueno, todo depende de la actividad que tenga programada.

-Nada agitado. Sólo sería llevarla a un lugar y de vuelta aquí.

-Debe ir en una silla de ruedas. Puede caminar, pero no mucho tiempo. Y nada de subir escaleras. O tener relaciones sexuales. Los orgasmos podrían traer de vuelta las contracciones.

-¡No!- digo con demasiada efusividad- Es decir, no tenía pensado nada de eso. Solo quería hablar con ella en otro... ambiente.

-En ese caso, no veo por qué no. Pero debe traerla de vuelta y si hay alguna complicación el hospital no se hará cargo.

-Por supuesto- digo mirando como se abren las puertas del ascensor.

-Deberá firmar algunos documentos- dice la doctora girándose ya fuera del ascensor.

-Por supuesto.

-Mañana temprano, en el control de enfermería, pásese por allí. Lo estaré esperando.

-Gracias.

-Espero que todo vaya bien- dice sonriendo.

Las puertas del ascensor se cierran. Pulso el botón para volver a la habitación. Cuando llego, Viktoria sigue en la misma posición. Me acerco a ella, examino todos los aparatos. En los días que llevamos aquí, he estado observando los movimientos de los enfermeros y las enfermeras que la atienden. Prácticamente, ya conozco el funcionamiento de cada aparato.

El monitor de pantalla negra y números verdes, muestra la frecuencia cardíaca, la tensión arterial, la temperatura y el oxígeno en sangre de Viktoria. El aparato con la pantalla azul claro es para administrar la medicación, este ya se lo han retirado de la vía, pero aún sigue en la habitación. Y el más moderno, tiene la pantalla blanca y los números en grande, este mide la frecuencia cardíaca de mi hija y las contracciones.

Reviso que el gotero y la vía estén bien puestos. Viktoria hace un movimiento de incomodidad. De reojo veo que su vientre se está moviendo. Una sonrisa se dibuja en mi cara. Me inclino hacia el vientre de Viktoria para susurrarle a mi hija.

-Oye pequeña, no son horas para estar de fiesta. Tu madre necesita descansar para que puedas seguir disfrutando del hogar que ha creado aquí dentro para ti- digo acariciando el vientre con cuidado de no tocar las correas que lo abrazaban- Siento mucho no haber estado al principio. Pronto aprenderás que tu padre es un imbécil. El más grande que nunca conocerás, en realidad, espero que nunca conozcas a nadie como yo. Tu madre tuvo mala suerte al toparse conmigo. Cuando os eché no pensaba lo que hacía, tenía mucho miedo- deposito un beso en el vientre, es la primera vez que lo hago- No tendré vida suficiente para recompensaros a tu madre y a ti por haberos dejado marchar. Por echaros. Lo siento mi niña.