Me encontraba muy entusiasmado por el primer día de clases del segundo semestre en la preparatoria. Ya me había preparado perfectamente. Por fin me reencontraría con mis amigos a los que había extrañado todas las vacaciones.
Era un día de enero, que se antojaba frío, por esa razón iba protegido con mi sudadera negra favorita. Antes de salir de casa, me coloqué los audífonos y reproduje mi playlist favorita, obviamente de Taylor Swift.
—¡Con cuidado! —exclamó mi madre, que me vio a punto de salir—. No uses audífonos en la calle, Alonso.
—Descuida. No pasa nada, no tengo el volumen tan alto —declaré. Siempre usaba los audífonos a un volumen moderado, y no exactamente para oír lo que pasaba a mi alrededor en la calle, si no, que me daba miedo quedarme sordo por un exceso de volumen.
Mi madre negó con la cabeza y sin más salí de casa, emocionado por lo que se venía. Mentalizaba un semestre perfecto en lo que todo iba a fluir de maravilla.
Cerca de la parada de autobuses logré ver que se aproximaba el mío y comencé a correr para que este no llegara antes y perderlo. El autobús se detuvo y aún estaba a unos cuantos metros, de no ser porque una señora tardó en subir no lo hubiera alcanzado a tiempo.
Elegí un buen asiento y me dejé llevar por la música. Intentaba romantizar el viaje en el transporte público, pero la situación tercermundista no me lo permitía. A pesar de traer audífonos se colaba el ruido horrible de la "música" de un señor que estaba unos asientos adelante y, detrás, dos señoras echando chisme. Para este punto ya no sabía si seguir escuchando mi playlist o pausarla y prestar atención a las señoras de atrás.
Amo a Taylor, pero también amo el chisme.
Por suerte el señor de la horrible música que consistía en ruidos sin sentido bajó unas cuantas paradas más adelante y esto hizo que el viaje fuese un poco más ameno.
Minutos más tarde llegué a la preparatoria y antes de entrar me acomodé el cabello corto y quebrado. Como siempre después de vacaciones, todos se veían con rostros frescos y sin el estrés ocasionado por la escuela. Sería cuestión de tiempo para que todos pareciéramos zombis que estudiaban. Tan solo de pensarlo solté una pequeña risita.
Como era costumbre, siempre llegaba antes que todos mis amigos, esto hacía que fuera el encargado en elegir el lugar en el cual el resto del semestre nos sentaríamos. Siendo inteligente, elegí no estar tan cerca de los maestros para evitar problemas por si a los demás se les ocurría hacer de las suyas; pero tampoco tan alejados, el estudio también era muy importante. Un lugar intermedio era perfecto, por supuesto. Además de que mi lugar era justo a lado de la ventana, así podía disfrutar de la vista cuando me aburriera. Podría ver pasar a las personas y así distraerme, que me encantaba.
Después de un rato no tardó Alicia en llegar y al verme esbozó una alegre sonrisa en forma de saludo. Así era ella.
—Que frio hace, ¿no? —dijo al dejar sus cosas en su nuevo asiento.
—Bastante —respondí.
—¿No han llegados los demás? —preguntó mirando a todos lados.
—No, solo tú y yo.
—Bueno —puso los ojos en blanco—, los demás siempre llegan tarde.
Su cabello pelirrojo y quebradizo se movía hipnóticamente mientras ella acomodaba su mochila debajo de la banca. Miré por la ventana y vi pasar a los alumnos de otros semestres con sus amigos o buscando sus nuevos salones.
—¿Te parece si los esperamos afuera? —Interrumpió Alicia detrás de mí.
—Ah, sí.
Afuera, nos sentamos en una banca en la explanada de la preparatoria y por la que todos tenían que pasar para ir a sus respectivos salones, así íbamos a poder ver si los demás llegaban.
Todos también se protegían del frío con suéteres, chamarras y sudaderas, no pude evitar quedar asombrado por una muchacha que llevaba un top de tirantes. Verla así me provocó un frío terrible que antes no sentía.
Por la manera en la que Alicia volteaba a todos lados parecía que buscaba a alguien o algo parecido y lo noté enseguida.
—¿Buscas a alguien?
—¿Qué?... No, pero la prepa se ve diferente —Mencionó sin dejar de prestar atención a su alrededor—. ¿No te parece?
—Eh... no —respondí. Volteé a todos lados para ver si notaba lo que ella, pero no. Todo se veía tan cotidiano como en el primer semestre.
—No sé. Creo que hoy es un día raro. —Entrecerró los ojos y añadió—: Desde anoche que soñé eso, de hecho.
—¿Qué soñaste? —pregunté con curiosidad y me acerqué un poco a Alicia.
—Sombras y cosas raras con las cuencas de los ojos blancas. —Calló dos segundos—. No importa, me pasa seguido.
—Que miedo. —Traté de imaginarme lo que Alicia me había dicho y solo conseguí que un escalofrío me recorriera la espalda de arriba abajo. La última vez que tuve una pesadilla desperté desesperado y con mucho terror, era sorprendente que Alicia se lo tomara con demasiada calma.
—¡Mira, ahí va Bianca! —exclamó.
—¡Bianca! —grité, pero la aludida siguió caminando sin inmutarse ni un poco.
—Ha de traer audífonos —dijo Alicia, tomó su teléfono y después de unos cuantos toques de pantalla tenía a Bianca del otro lado de la línea—. Alonso y yo te estamos viendo, estamos detrás de ti.
A lo lejos Bianca dio media vuelta lentamente y trató de averiguar en dónde estábamos, una vez que lo hizo caminó hacia nosotros.
—Me sentí espiada —comentó Bianca a la vez que se quitaba ambos audífonos y los guardaba en su respectiva cajita. Alicia soltó una carcajada—. ¿Qué hacen aquí?
—Esperamos —informé—, pero será mejor que vayamos ya al salón. La clase está por comenzar.
Cuando íbamos caminando y a punto de llegar a las escaleras de repente llegaron por detrás Emma y Ramiro, que en una avalancha de felicidad nos asustaron a excepción de Alicia, que se echó a reír al vernos a Bianca y a mí, abrazados y con los ojos bien abiertos.
—Ustedes siempre llegando tarde —dije, una vez que todos subíamos las escaleras, pero aún con el susto en el pecho.
—No es tarde —Emma vio la hora en su celular y se rio al instante—, solo son cinco minutos de más.
—Demasiado tarde para mí. —Y así era, siempre acostumbraba llegar por lo menos media hora antes para asegurarme no llegar tarde, y cuando lo hacía, por suerte los profesores aún no llegaban—. Puede que el profesor ya haya llegado.
Estábamos a punto de atravesar la puerta para entrar al aula, Bianca había comentado algo que provocó las risas de mis amigos. Entre risas desvié la mirada hacia las personas que estaban dentro del aula, Isabel y sus amigas, y entre ellas un chico al que nunca había visto.
Al instante quedé impactado.
El chico curioseaba en su celular y no pude evitar admirar lo atractivo que era. Su cabello peinado hacia adelante le quedaba tan bien, además su sonrisa era completamente atractiva. Que guapo era.
La gota que derramó el vaso fue cuando el chico se lamió los labios y para ese punto, ya estaba completamente perdido. Intentaba dejar de verlo, pero no podía, este nuevo muchacho me había dejado encantado.
ESTÁS LEYENDO
Persona correcta
Teen FictionAlonso es un adolescente gay que vive tranquilamente como cualquier chico de su edad. Pensando que su segundo semestre sería perfecto junto a sus amigos, pronto queda flechado por un chico nuevo y todo va a dar un giro que él para nada se esperaba. ...