19. Las mejores personas son libres

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Llegamos a casa después del incomodo camino con Javier conviviendo con mis papás. Después de dejarlo en su casa insistieron varias veces en que era el chico indicado para mí y que incluso debía invitarlo algún día a comer.

Obviamente no iba a hacer algo como eso. No todavía.

Necesitábamos ser formalmente novios, y para esto ya me había entrado el gusanito de confesarle todo lo que sentía por él. El problema era que no sabía cómo, y lo peor era que el semestre estaba a punto de terminarse, y con esto la oportunidad de decírselo sin verme interrumpido por las vacaciones.

Aún no tenía un plan en mente con el que estaba cien por ciento seguro, lo más fácil que podría hacer era escribirle un mensaje donde le soltaba todo. Esta idea me estaba convenciendo cada vez más, pues tampoco quería enfrentarlo cara a cara. Sin embargo también tendría que consultarlo con mis amigos y pedirles su opinión.



—No —dijo Emma. Se cruzó de brazos y juntó las cejas.

—¿Pero por qué? —Me sentí ofendido; enviarle un mensaje confesando lo que sentía era mi mejor plan, no tenía otro—. Es la mejor opción, tampoco quiero decírselo en persona. ¡Qué miedo!

—¡Pues ese es el chiste!

—Sí —añadió Bianca, dándole la razón a Emma—. Díselo en persona, es más fácil.

—Además, eso de enviarle un mensaje declarándotele no está bien... —Emma me echó un montón de argumentos que hicieron mi plan añicos—. Las declaraciones de amor así pierden toda credibilidad.

—Lo sé, lo sé... —Suspiré y me encogí de hombros—. Pero es lo único que se me ocurre. ¿O alguna de las dos tiene una idea mejor!

—¡Díselo en persona! —exclamó Bianca, alzando la voz.

—Ay, ¡qué no! Me da vergüenza hacer eso... —Hice una breve pausa—. No puedo decírselo en persona. Simplemente no puedo.

—Bueno, pues entonces...

—Escríbele una carta. —Bianca se puso de pie y se abalanzó sobre mí con una intensidad que no me esperaba—. ¡Ahí está la solución! Le escribes una carta diciéndole todo lo que sientes, se la entregas y ¡pum! —Golpeó la mesa con el puño y me hizo dar un brinco—. Todos felices.

—Tal vez... —dudé.

—Sí, Alonso. Hazle caso, una carta es la mejor opción. No se lo dices en persona, pero tampoco por mensaje. Además —Emma me sonrió, emocionada—, así es más romántico.

—Suena bien.

—¡Es la mejor idea! —me gritó Bianca.

—Está bien, está bien. Relájate. Le voy a escribir una carta.

Aún no estaba seguro de poder hacerlo, pero estaba con la espinita de querer contarle toda la verdad, y esa idea iba ganando.

***

El gran día había llegado.

El último día de clases del semestre por fin estaba aquí y lo sabía muy bien por los incontrolables nervios que tenías desde que había despertado.

Había pasado las últimas noches escribiendo la carta varias veces, descartando borradores y corrigiendo errores. Hasta que obtuve la carta perfecta.

La doblé muy bien y la coloqué en un muy bonito sobre amarillo chillón. La guardé en mi mochila y después salí de casa con mucho entusiasmo.

En realidad tenía un montón de sentimientos encontrados. Por una parte estaba emocionado, feliz y bastante esperanzado; y por el otro tenía miedo, ansiedad y estaba verdaderamente aterrado. Claramente para este tipo de situaciones siempre existe un cincuenta-cincuenta. Y era lo que más pavor me daba, no poder saber que pasaría después.


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