Alonso es un adolescente gay que vive tranquilamente como cualquier chico de su edad. Pensando que su segundo semestre sería perfecto junto a sus amigos, pronto queda flechado por un chico nuevo y todo va a dar un giro que él para nada se esperaba.
...
Había pasado un buen tiempo y afortunadamente ya no tenía al problema recorriendo mi cabeza continuamente y poco a poco le dejé de dar importancia. Ya era pasado.
Por supuesto que seguía considerando a Javier como un amigo, a pesar de que no nos habláramos y decidí contarles sobre él a mis padres. Omití muchas cosas para que no se dieran una idea negativa sobre él y solo les dije que había estado enamorado de él por un buen tiempo. Pero que ahora ya no me interesaba para nada. Y era más que verdad.
Tampoco había encontrado a algún otro chico, pero me sentía tranquilo conmigo mismo, y sabía que pronto llegaría alguien. El hombre correcto para mí.
Solo era cuestión de esperar un poco.
Y precisamente me encontraba esperando una vez más el autobús, después de perderlo ya que arrancó antes de que lograra llegar a la parada. No me preocupé ya que tenía tiempo de sobra para llegar a la escuela.
No pasó mucho rato para que pasara el siguiente y llegué a la prepa en cuestión de minutos. Me sorprendió no ver a alguno de los demás en el salón, pero rápido me acomodé en mi lugar.
Saqué mi cuaderno para terminar una pequeña tarea que había dejado pendiente en la noche, y mientras la hacía los demás iban llegando. Pero de mi grupo de amigos ninguno aún.
Hasta que llegó Javier.
No alcé la vista y seguí metido en mis asuntos, se acomodó en silencio y tampoco me miró. Continué escribiendo y de vez en cuando miraba a través de la ventana.
Javier se distrajo con su celular y justo terminé de escribir lo último. Guardé el cuaderno en mi mochila y ahora si presté completa atención a todo lo que pasaba a fuera.
Vi de reojo que Javier dejó su aparato a un lado y se mantuvo en silencio por un buen rato.
Hasta que volteó a verme. Fingí que no me había dado cuenta y recargué el mentón sobre la palma de mi mano. Traté de ignorarlo lo mejor posible, pero constantemente sentía su mirada puesta fijamente en mí, así que igualmente volteé a verlo.
—Hola —saludó alegremente.
No tuve tiempo de reaccionar debidamente.
Y mucho menos después de que esbozara una de sus clásicas sonrisas encantadoras.
Hijo de...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
