4. Eres tan hermoso

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Continuaba locamente despistado por Javier, pero en menor medida, afortunadamente. Ya no me distraía demasiado en clase y solo le dedicaba discretas miradas de vez en cuando. Incluso una vez en la que tenía la mirada perdida, Javier volteó a verme e hicimos contacto visual, en automático me sonrojé y miré hacia otro lado.

La actividad que realizamos para la clase de Tecnología había salido de maravilla gracias a nosotros dos, que levantamos el trabajo y funcionamos bastante bien. De no ser por nosotros, hubiera quedado en un trabajo espantoso o "de mal gusto" como yo había dicho.

Fuera de eso, todo transcurría con normalidad y no había ninguna novedad por destacar. Ahora mismo estábamos nuevamente en clase de Inglés, donde ya había recuperado mi trono y terminaba las actividades del libro a la velocidad de un rayo. Pero Javier rápidamente subía y si me descuidaba podría usurpar mi lugar. Mientras que mis amigos aclaraban sus dudas conmigo, Valeria y las personas que estaban a su alrededor aclaraban las suyas con Javier.

—Si estoy bien, ¿verdad? —preguntó Bianca enseñándome la respuesta de su libro, con la esperanza de que así fuera.

Después de analizar sus respuestas asentí y le di el visto bueno.

—Sí, está todo bien.

—¡Sí! —exclamó ella y regresó a sus actividades.

La clase estaba a punto de finalizar, obvio no sin antes que la profesora dejara la tarea.

—En un momento les voy a dictar unas reglas del idioma, y quiero que investiguen de que se tratan para la próxima clase —informó la profesora y después comenzó a dictar dichas reglas—. Por favor, sin falta, si no les bajaré puntos —amenazó y terminó con la clase.

—Aprovechando que Javier es amigo de Valeria, deberías acércate —dijo Emma, de nuevo con el tema ese de Javier. Comenzaba a incomodarme un poco.

—Obvio no. Valeria me da miedo —admití. Desde el primer semestre había sido así, a pesar de que era una muchacha muy chaparrita y pequeña se veía muy dura y siempre tenía cara de pocos amigos. Además de que siempre entraba al salón con unas ínfulas que no me daban confianza—. Solo he intercambiado un par de palabras con ella por lo mismo.

—Pues deberías arriesgarte —Emma seguía aferrada a la idea de que tomara el riesgo y me acercara a Javier, pero no podía. El miedo y los nervios eran mucho más grandes que las ganas de atreverme.

—Ya se presentará una oportunidad. —Por mucho que Javier me "gustara" prefería no tratar mucho el tema, era mejor evitarlo a toda costa porque sentía que mis amigos me juzgaban en secreto o en silencio.

A la mañana siguiente acababa de salir de la ducha, listo para arreglarme y después ir directo a la escuela. Elegí cuidadosamente mi outfit y antes de que terminara de ponerme el pantalón una notificación saltó del celular y me interrumpió. Con una sola pierna bien puesta salté hasta su cama y tomé el aparato para saber de quién o qué se trataba.

Era el chat grupal del salón. Normalmente cuando era eso ignoraba los mensajes, pero está vez me decidí a leerlo para descubrir que el mensaje venía de Javier, en el que se leía: «Alguien tiene las reglas completas de inglés».

Rápidamente corrí a la mochila y tomé el cuaderno de inglés que estaba ahí guardado. Por no tener el pantalón bien puesto casi me tropecé y estuve a punto de caer, pero mantuve el equilibrio casi perfectamente. Tanto fue mi despiste y apuración para que nadie le contestara primero que le envié las reglas incorrectas. Las reglas que había dado la profesora en su primera clase, que servían para moderar la conducta de los alumnos.

Un rato más tarde, Javier respondió mi mensaje por privado diciendo: «JAJA» «Pero no tienes las reglas que eran de tarea». Al darme cuenta de esto, me apuré a contestar y a disculparme por el error cometido. Por segunda vez envié la foto de las reglas, pero esta vez las correctas. Al final solo contestó: «Vale gracias».

Vaya interacción tan rara.

La hora del receso por fin había llegado y para este punto ya me había dado cuenta de que Valeria no había asistido a la escuela y Javier se encontraba solo. Era raro que fueran amigos debido a la rara forma de ser de Valeria, Javier no se veía ni lo más mínimo parecido. Era más tranquilo.

Por un momento me llegó un aire de valentía y tuve ganas de invitarlo conmigo y mis amigos para que no estuviera solo, pero automáticamente se esfumó ese aire al recordar que tendría que hablarle y preferí no hacer nada. Pensé que tal vez debía hacerles caso a mis amigos por primera vez y por fin hablarle, pero no me atrevía.

El día se antojaba hermoso, a pesar de que aún estábamos en el mes de enero ya no hacía tanto frío como antes, y el sol pegaba rico. Después de buscar que comer nos sentamos en una de las mesas del jardín, a unos cuantos metros más estaba Javier disfrutado un sándwich, en soledad.

—Pobrecito —musité sin apartar la vista de él—, está ahí solito comiendo.

—Invítalo a venir con nosotros —sugirió Emma—. Es tu oportunidad, aprovéchala.

Ya no sabía qué hacer, si tenía ganas de invitarlo pero de igual forma me daba pena hacerlo. Siempre era lo mismo. En la secundaría me había gustado un chico de otro salón, pero tanta era mi vergüenza que jamás le dirigí la palabra. También por eso nunca había tenido novio, que evidente.

—¿Estás loca? Me da vergüenza.

—¡Ay ya! —exclamó Alicia, dio un golpe a la mesa y se puso de pie, con paso firme se me acercó y ya que estaba a escasos centímetros de mí, continuó—. Ya decídete, te damos soluciones y nos mandas por un tubo. A la chingada, o le hablas o lo ignoras para siempre. Y si eliges la segunda no te estés quejando con nosotros porque ya te lo hemos dicho muchas veces.

Alcé ambos brazos en señal de rendición y sin darme cuenta me había recargado hacia atrás en un intento de separarme de Alicia lo más lejos posible.

—Está bien, está bien. Pero no grites, podría escucharte. —Pasé saliva torpemente y suspiré—. Lo invitaré... pero —añadí antes de que los demás dijeran algo— no ahorita. En el salón ya veré.

Alicia entrecerró los ojos, amenazantemente.

Una vez en el salón, todos estaban acomodados en sus lugares y en verdad quería huir de ahí, no lo hacía porque estaba bajo la amenaza de Alicia. Javier aún no estaba y era un punto de alivio. El corazón me latía sin parar y las manos me sudaban sin control.

—De pronto hace mucho calor, ¿no? —mencioné y me levanté del asiento—. Iré afuera a tomar un poco de aire.

—De ahí no te vas a mover hasta que hayas hablado con Javier —sentenció Alicia, penetrándome con la mirada, que automáticamente me senté nuevamente sin añadir nada más.

Tan pronto como me senté, Javier entró y se acercó a su lugar, tomó su mochila y comenzó a sacar algunas cosas de ella. Bianca me clavó un codazo en las costillas para que ya actuara.

—Anda, hazlo —susurró.

—Javier —dije con un hilo de voz acompañado por un gallo, Javier volteó a verme sin dejar su mochila—. ¿Te gustaría sentarte con nosotros?, para que no estés solo.

Hubo un pequeño silencio, que me pareció eterno. Las mejillas se me calentaron esperando la respuesta. Me troné los dedos de las manos, impaciente.

—Mhm—dudó Javier—. No, aquí me quedo. Gracias.

 Gracias

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