12. No me culpes, el amor me volvió loco

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Después de lo terrible que había sido San Valentín, considerando que no hubo nada más entre Javier y yo, traté de darle a entender que me gustaba. No cambió mucho de lo que hacía, pero si intenté ser un poco más atento y amable con él. Le daba un trato especial a diferencia de mis amigos.

No era tan raro, los demás eran igual. Lo respetaban a él más que a ellos mismos, era prácticamente intocable. Entre todos nos llevábamos algo pesado, pero a Javier no le tocaba casi nada. Inconscientemente fue así desde el principio.

Después del receso no tenía muchos ánimos para continuar con las clases, solo esperaba la última que era Tecnología para poder jugar con Bianca. La clase estaba totalmente aburrida, no hacíamos nada solo escuchar a la profesora de Química que hablaba casi en un susurro y no se le entendía nada. Si continuaba así en cualquier momento podría caer en la tentación de celular y no me gustaba usarlo durante las clases, además de que estaba prohibido.

Traté de distraerme mirando por la ventana, pero después de un rato igual me aburrí de eso. Afuera no había tanto movimiento ya que todos (o la mayoría) se encontraban en sus respectivas clases, obviamente dentro de sus salones.

Miré a mi alrededor y todos estaban casi igual que yo, ni siquiera los que estaban hasta al frente y era más probable que escucharan a la profesora mostraban interés alguno a la clase. A mi lado estaba Valeria jugando con una moneda; delante de ella estaba Emma, que estaba recargada sobre sus brazos como si durmiera en la butaca. Alicia dibujaba en su cuaderno, Bianca sí que estaba usando su celular y Ramiro ignoraba la clase escuchando música con sus audífonos apenas visibles.

Suspiré y me recargué sobre el respaldo con lentitud.

En toda el aula se respiraba el aburrimiento. Apenas y se escuchaban los susurros de la profesora y los ventiladores sobre nuestras cabezas a toda velocidad, que obviamente eran mucho más ruidosos.

El único que al parecer estaba prestando atención era Javier. Tenía una posición completamente erguida y miraba seriamente al frente, justo a donde estaba la profesora y si ella se movía el hacía lo mismo con la cabeza. Realmente dudaba que si quiera pudiera escuchar porque estaba en frente de mí, tal vez solo lo hacía para aparentar y estaba sumamente inmerso en sus pensamientos. Igual que yo.

No pude aguantar más y decidí averiguarlo, terminaría con mi aburrimiento y aprovecharía para platicar un rato con Javier, si es que cedía. Me hice hacia delante y me recargué sobre la butaca, acerqué mi rostro a su cuello, pendiente a que la profesora no estuviera viendo.

—Javier —susurré.

Dio un pequeño saltito de sorpresa y me miró sobre su hombro, le sonreí y le di un par de palmadas en la espalda. Al no obtener nada más de mi regresó a su posición habitual.

—Javier —susurré nuevamente pero esta vez no volteó—. Javier... Javier... Javier.

Continué susurrando y llegó un punto en que incluso fue molesto para mí y tal vez para él también estaría siéndolo, pero no encontraba otra forma de distracción.

—Javier —solté por última vez. Por fin se volteó sobre el asiento y se recargó sobre la ventana, aunque aún tenía la vista al frente—. ¿Ya te aburriste? —pregunté.

—Más o menos —dijo igualmente en un susurro.

—¿Alcanzas a oír algo?

Negó y apretó los labios.

—Hay que jugar a algo —sugerí con una sonrisita traviesa en mi rostro, él solo me miró como si hubiese dicho lo más confuso del universo.

—¿Jugar a qué? —Juntó las dos cejas—. Ahorita no se puede.

Persona correctaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora