22. Te juro que te amé

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La tarde continuó y no pasó nada de lo que tenía planeado.

Sí, me sentí bastante desilusionado y un poco triste. Mucho más porque era un día que había deseado y esperado bastante, y tenía planeado que fuera perfecto. No solo para mí, sino que para ambos. Pero solo lo estaba siendo para él.

Pero no dije ni demostré nada. Sonreía y actuaba como si nada hubiera pasado. Como cualquier otro día normal de clases, en el que siempre me mostraba feliz y contento.

Aunque al final de las clases tuve un poco de esperanza de que finalmente Javier se pronunciara a favor de mi carta. Esto obviamente no pasó, y no me quedó de otra más que aceptar la situación.

Suspiré. Tenía los codos recargados en una de las mesas del jardín de la prepa y mi barbilla sobre los puños. Mantenía una sonrisa e intentaba prestar atención a lo que los demás decían, tratando de distraerme. De vez en cuando Javier y yo cruzábamos miradas y hacíamos contacto visual, yo aproveché estos momentos para agrandar la sonrisa y hacerle saber que estaba de maravilla.

Ni yo me lo creía.

—Eh... hola. ¿Javier? —murmuró una chica que apareció detrás de nosotros.

Todos la miramos con atención, y bastante confundidos porque no sabíamos quién era. Javier era el que se mostraba más desconcertado, pues había mencionado su nombre.

—Sí eres Javier, ¿verdad? —preguntó la recién llegada.

El aludido asintió, dudoso.

—¿Me recuerdas? —La muchacha sonrió de oreja a oreja, y se quedó callada esperando una respuesta.

Javier la miró de arriba abajo y pude notar que hacía un esfuerzo por recordarla, mientras que los demás comenzábamos a incomodarnos por su intromisión.

—¡Ah, sí! —exclamó Javier, finalmente—. Karen, ¿cierto?

—¡Sí! —La chica dio un saltito de alegría y aplaudió enérgicamente. No era por ser grosero, pero demostré desagrado a sus acciones con la cara que había puesto. Bianca y yo nos volteamos a ver al mismo tiempo y compartimos una sonrisa cómplice y burlesca—. ¿Cómo has estado? ¡Me alegra mucho volver a verte!

Javier soltó una risita nerviosa y enseguida se puso de pie, juntos se alejaron unos cuantos metros y todos los observamos, curiosos y bastante confundidos.

Los demás no le tomaron mucha importancia, pero yo estaba al pendiente de lo que hacían ambos. Los miraba de reojo para no ser tan obvio y que se dieran cuenta de que estaban siendo observados.

La muchacha era pequeña y delgaducha. Bastante pálida y con unos lentes ñoños que no le favorecían para nada, además de que llevaba un peinado muy infantil. Chillaba al hablar y de vez en cuando tocaba el brazo de Javier o intentaba abrazarlo —algo que me hacía explotar de cólera—. Afortunadamente Javier no reciproco con ella.

Pasaron varios minutos y ellos seguían hablando, sin señal de que fueran a terminar en algún momento. Estaba perdiendo la cordura, por alguna razón estaba celoso. Y bastante...

—Ya duró mucho Javier con su novia —se burló Alicia y soltó una fuerte risa.

La fulminé con la mirada al instante, indicando que no me hacía gracia su chiste.

—Uy, perdón... ¿celoso?

—No —mentí, pero era muy obvio—. Para nada.

—Entonces por qué esa cara —dijo Emma, sonriente.

—No es nada. Solo que se ve bastante incómodo —Y era verdad, en ratos Javier volteaba a vernos y parecía que nos suplicaba que lo rescatáramos de esa conversación, pero claramente no íbamos a intervenir.

Persona correctaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora