La navidad siempre había una época de alegría y felicidad, dónde toda la familia se reunía, lejos de cualquier intención capitalistas de las grandes empresas.
Para Ren, era una época de ser humilde, de compartir con los demás, de estirar la cobija para cubrirlos a todos, desde amigos hasta familiares.
Siempre había sido eso, todo el calor que una familia genia que ofrecer para un pequeño niño, toda la atención, todos los regalos. La sabrosa comida y las charlas alegres, las cartas a santa y el árbol decorado con luces de todos los colores y una estrella en la punta. No sé podía evitar que toda la familia se reuniera en la sala para cantar villancicos con los suéteres que su abuela había estado tejiendo durante todo el año.
Algo clásico y cliché, pero felizmente clásico.
Y así es como recordaba Ren sus navidades, cuánto le haría gustado que fuera más que eso, un recuerdo. Le encantaría poder decir en voz alta que esa seguía siendo su realidad.
Pero las cosas cambian, las personas maduran.
Esa fue la primera navidad que Ren paso lejos de Brasil, de su familia materna, de sus amigos, de su hogar.
En esa gran casa, dónde solo habitaban él y sus padres, la navidad, por más que decorarán cada rincón de la casa, se sentía casi, sin sentido.
Durante los últimos días de noviembre el asunto le estuvo dando vueltas a la cabeza, justo antes de que la casa se llenará de luces y gorros de navidad.
Todo cambio cuando ayudo a su madre a decorar su nueva casa, cuando cada rincón se llenó de vida, como si no estuvieran solo ellos tres. Entoces, por un momento, Ren se sintió feliz en la navidad, como si todo hubiera vuelto a la normalidad, no fue así.
Tan solo un día después, el 3 de diciembre, todo empezó a desmoronarse en la feliz vida de Ren de la nada.
Su padre llegó mucho más tarde de lo habitual, con la corbata floja, una botella en la mano, y su boca apestando a alcohol. Lo cual no sería tan raro si, 1) Siguieran en Brasil. Y 2) La persona que entrará a la casa fuera su abuelo. Pero como no cumplía con ninguna de las dos condiciones, Ren se preocupo.
No fue el único, pues cuando su padre se derrumbó en su comedor, llevándose las manos al rostro mientras lloraba, su madre fue la primera en correr para abrazarlo y consolarlo.
A sus nueve años, se encontraba escondido detrás de una pared, escuchando la conversación pero queriendo darles a sus padres ese momento de privacidad para que pudieran tranquilizarse un poco.
Era un niño, no debía involucrarse en cosas de adultos, o al menos eso solían decir sus abuelos cada vez que sus padres se peleaban, por eso se quedó al margen una vez más.
Solo estaba ahí, sentado, escuchando.
"Me despidieron" Mencionó su padre en voz baja luego de un largo rato de silencio, tomando café "Yo... Ya no tengo dinero".
Para Ren, fue difícil predecirlo, pero ese momento, ese momento fue el que convertiría su siempre cálida navidad en una fría navidad.
Todo fue decayendo, todo se fue yendo a la mierda, no tan lentamente como les gustaría.
Su padre no había podido conseguir un trabajo aún, y su madre, que apenas podía hablar el idioma, tenía aún más dificultades.
Sin dinero, sin trabajo, a la familia le costó mucho mantener su estilo de vida, así que su madre sugirió vender su casa.
Así lo hicieron, y fueron pocas las decoraciones que pudieron salvar, solo el árbol quedó intacto y se lo pudieron llevar a su nueva casa.
La nueva casa era más pequeña, estaba en un vecindario más ruidoso, no tenía patio, y las casas de los vecinos apestaban a pescado. Pero Ren tenía a su familia, y eso fue lo importante.
ESTÁS LEYENDO
Blue Lock: Conectando los Goles
FanfictionEntre los 300 delanteros elegidos para formar parte del proyecto Blue Lock, había un infiltrado en el peor equipo, en el equipo Z. Un mediocampista que debería evaluar el rendimiento de los jugadores de primera mano y bajarles los humos para que el...