Pero habían llegado tarde, en ritual ya se había completado. Uno de ellos se encontraba en el centro, este se levantó y los miró con una mirada familiar para ellos. Amaya quedó atónita, y Sukuna solo frunció el ceño.
–Yo me encargaré de estas pestes–habló el que se encontraba en el medio. Y con una sonrisa fue directo hacia Amaya tirando la hacia una pared. Aturdida quedó, mientras miraba como Sukuna se enfrentaba a este sujeto.
Quedó apoyada en esta pared unos segundos pero para ella fue una eternidad...los ojos que tenía, no eran de él, sino pertenecían a su querida Gojo. ¿Acaso le quitaron los ojos y le pusieron los de ella?¿Porque motivo? Se preguntaba Amaya sin entender. En cambió Sukuna sabía perfectamente de que se trataba, los humanos para hacer maldades son tan perfectos. Este lanzaba ataques pero parecian no llegarle. Los demás corrieron despavoridos como si ratas fueran. Dejando solo a los tres en el lugar.
–Amaya despierta–gritó Sukuna
Ella, sacudiendo la confusión, se obligó a concentrarse mientras Sukuna enfrentaba al hechicero con los ojos de la anciana Gojo. La realidad de la situación la golpeó con fuerza, y la rabia se encendió en su interior.
Con determinación, Amaya se incorporó, liberando su arma maldita con renovada energía. Se unió a la pelea, lanzando ataques precisos hacia el hechicero. Sukuna, notando la participación decidida de Amaya, asintió con aprobación.
Con una fuerza invisible tiro a ambos para distintos lados, mientras Amaya caía en una pared. Con dificultad se levantó y le miro, ella no quería acabar con él, los ojos de Gojo la estaban desconcentrando.
–¿Porque porque haces esto? Porque utilizas algo que no es tuyo–habló con desesperación. El hechicero, con los ojos de la anciana Gojo aún brillando en su rostro, sonrió con malicia.
–Estos ojos son la llave para desatar un poder inimaginable. Al tomar sus ojos, he adquirido ese poder para mí mismo. ¿Acaso no entiendes que en este mundo, los débiles siempre son sacrificados por el bien de los fuertes?–declaró con arrogancia.
Amaya, llena de rabia y determinación, se enfrentó al hechicero. Pero por su falta de experiencia fue tirada nuevamente hacia el suelo. Con jadeos se volvió a levantar. Sukuna, también recuperándose del impacto, se unió a la batalla. Juntos, buscaron debilidades en la barrera mágica que protegía al hechicero.
–No podrás usar esos ojos eternamente– exclamó Amaya, buscando una estrategia para superar al hechicero.
Sukuna, con una sonrisa sutil, reconoció la astucia de Amaya. Juntos, desataron un asalto coordinado, combinando fuerzas para debilitar la barrera mágica del hechicero. La batalla alcanzó un nuevo nivel de intensidad mientras luchaban contra el hechicero decidido a usar los ojos de la anciana Gojo para sus propios fines.
Pero nuevamente ambos fueron tirados hacia atrás. El sujeto se acercó a Amaya, ya que sería más fácil eliminarla a ella. Con un paso lento se acercaba mientras ella intentaba levantarse. Vio que soltó su arma y con su pie la alejó mucho más siendo esta arrastrada por el suelo. Se acercó hasta llegar a donde estaba ella y la levantó del cuello. Ella le intento evitar la mirada pero no pudo. Con su otra mano sacó un arma filosa, y estaba decidido a acaberle la vida a Amaya.
–Bastardo–insultó con pocas fuerzas–Sukuna acabará contigo–habló segura
La risa del hechicero resonó mientras sostenía a Amaya indefensa. La hoja filosa brillaba en su mano, listo para poner fin a la vida de Amaya. Sin embargo, en ese momento crítico, una energía intensa llenó la habitación. Pero no era de Sukuna, sino nacía en ella. Con un rápido movimiento fue a acaberle la vida pero algo lo detuvo. Esto lo desconcertó y miró su mano. Esta estaba siendo encadenada por una cadena que salía del suelo como si fuera magia.
Amaya, aunque debilitada, había desatado un poder latente, una manifestación de su determinación y conexión con la magia de la brujeria. La cadena mágica lo mantenía alejada del peligro que representaba el arma del enemigo, sorprendiendo al hechicero y dando a Amaya un respiro precioso.
La cadena mágica, alimentada por la fuerza interior de Amaya, se aferraba al hechicero, impidiéndole realizar su letal cometido. Sukuna, observando la situación, sonrió sutilmente. Más cadenas salieron del suelo reteniendo al hombre y enredando, cayó de rodillas.
– Parece que subestimé a la pequeña– comentó Sukuna, su voz llevando un matiz de reconocimiento.
La cadena mágica comenzó a cerrarse alrededor del hechicero, quien luchaba contra ella en vano. Amaya, aprovechando la oportunidad, se liberó de su agarre y recuperó su arma maldita.
– Esta es tu última oportunidad. Ríndete y revela la verdad detrás de tus acciones, o enfrenta la furia de Sukuna – advirtió Amaya, apuntando con un dedo a este mismo, cual ya se encontraba a su lado con una sonrisa y apoyó su lanza en su hombro.
El hechicero, ahora acorralado, vaciló por un momento antes de decidir si revelarían la verdad o enfrentarían las consecuencias de su traición. La batalla estaba llegando a su clímax, y la verdad detrás de la conspiración estaba a punto de ser desvelada.
–¿Y qué quieres hacer con este animal?–habló Sukuna hacia Amaya cuál tenía una postura firme.
–Ojo por ojo, diente por diente, ¿no?–habló ella fríamente. Odiaba muchísimo que usarán los ojos de su querida abuela Gojo para algo tan feo como esto
Sukuna asintió, comprendiendo la determinación y la ira de Amaya. El hechicero, sintiendo la hostilidad a su alrededor, tembló de miedo.
–No serias capaz, maldición–habló el hechicero intentando ganar tiempo.
Sukuna soltó una risa siniestra mientras Amaya mantenía su mirada implacable.
–No subestimes la capacidad de una maldición. Pero, ¿qué opinas, Amaya? ¿Quieres tomar su vida como pago por lo que han hecho? – preguntó Sukuna, dejando la decisión en manos de ella.
Amaya, con una mirada fría, contempló al hechicero que yacía ante ellos, temblando de miedo.
–La justicia a veces se presenta en formas crueles. Pero...–suspiró Amaya, mostrando una pizca de humanidad–no quiero ser como ellos– Sukuna soltó un quejido de desagradó y la miro.
–Parece que la pequeña maldición tiene un corazón después de todo. Muy bien, decidiste ser misericordiosa. ¿Qué haremos con este despojo entonces? –preguntó Sukuna, manteniendo su sonrisa maliciosa.
–Lo mismo que le hicieron a la abuela Gojo, le arrancaremos los ojos y veremos como sufre–habló fría
Sukuna soltó una risa siniestra mientras Amaya mantenía su mirada implacable.
–Interesante elección. No pensé que fueras tan despiadada. Pero adelante, haz lo que consideres necesario–dijo Sukuna, aceptando la decisión de Amaya y mostrando una curiosidad inusual.
El hechicero, al escuchar las palabras de Amaya, tembló de terror y comenzó a suplicar por su vida. La habitación se llenó de una tensión palpable. La decisión estaba tomada, y las consecuencias se desatarían sin piedad.
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Luck | R.Sukuna |
FanfictionUna recién nacida maldicion se encuentra en un mundo de cambios para ella. Se encuentra con un tal Rey acaso la ayudara o empeorará las cosas