Heppni

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Un día...la puerta se abrió nuevamente, mientras todas las maldiciones miraban incluyendo a Amaya. Todos miraron una figura ser arrojada al calabozo y cerrando la puerta detrás suyo. Aunque esta cosa no parecía tener señales de vida alguna. ¿Acaso es otro cadáver que quieren que las maldiciones coman así se deshacen de la evidencia?

Con cautela, Amaya se acercó al ser que había sido arrojado al calabozo junto con ella y las demás maldiciones. Observó detenidamente al humano, buscando señales de vida en su débil respiración y en el movimiento casi imperceptible de su pecho.

A medida que se acercaba, Amaya pudo distinguir los rasgos del rostro humano, aunque estaban cubiertos de suciedad y heridas. Su corazón latía con fuerza mientras se preguntaba qué había llevado a este humano a ser arrojado al mismo lugar que ellas.

Con un cuidado extremo, Amaya se arrodilló junto al humano y lo examinó más de cerca, buscando alguna señal de conciencia o respuesta. Aunque sus movimientos eran lentos y torpes debido a su debilidad, su determinación por descubrir la verdad era más fuerte que nunca.

Ella apoyo una de sus manos en su mejilla llegando a su labio que estaba entre abierto. Con caricias suaves intentaba no herirlo con sus garras.

Finalmente, después de unos momentos de silencio tenso, el humano abrió lentamente los ojos y miró a Amaya con una mezcla de sorpresa.

El humano se apartó bruscamente, provocando que Amaya retrocediera sorprendida por su reacción. Un dolor punzante recorrió el labio del humano al sentir el corte causado por el contacto repentino. Mientras el humano chocaba con la puerta de metal, Amaya se apresuró a levantarse y acercarse a él con precaución, preocupada por su bienestar.

-Lo siento -murmuró Amaya, su voz apenas un susurro mientras se tambaleaba ligeramente.

Amaya extendió una mano hacia él, ofreciendo su ayuda con expresión compasiva en su rostro. Sin embargo, el humano no la tomó, su mirada aún llena de desconfianza y recelo. A pesar de la falta de respuesta, Amaya mantuvo su mano extendida, esperando pacientemente a que el humano decidiera aceptar su ayuda o no.

–No te preocupes, no intentaba hacerte daño–respondió Amaya con suavidad, tratando de calmar al humano con su tono de voz tranquilo y reconfortante.

El humano miró a Amaya con cautela, sus ojos llenos de desconfianza y temor. Sin embargo, ante la oferta de ayuda de Amaya, su expresión se suavizó ligeramente, como si empezara a considerar la posibilidad de confiar en ella.

–¿Donde estoy?–preguntó el humano, su voz aún temblorosa pero llena de curiosidad mientras observaba a su alrededor el oscuro calabozo.

Amaya notó el cambio en la actitud del humano y sonrió con ternura, agradecida de que al menos estuviera dispuesto a entablar una conversación.

–Estás en un lugar llamado la Prisión de las Maldiciones o tambiénle dicen el pozo. Es un lugar donde los hechiceros encierran a las maldiciones para entrenar–explicó Amaya con calma, manteniendo su tono suave y tranquilizador.

El humano frunció el ceño, evidentemente confundido por la situación en la que se encontraba.

–¿Maldiciones? ¿Acaso eres tu una maldición?–preguntó, su voz mostrando su desconcierto y desconocimiento sobre el mundo de las maldiciones.

Amaya asintió con comprensión ante la confusión del humano.

–Sí, soy una maldición. Pero no estás solo aquí, hay otras como yo. Los hechiceros nos consideran peligrosas y nos encierran en este lugar simplemente para mantenernos bajo control–explicó Amaya, esperando que sus palabras ayudaran al humano a comprender mejor su situación.

Luck | R.Sukuna |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora