5. Dai.

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Chapter 5: Dai.
















Aquel día, Hannah se despertó de mejor humor, pensando en la ropa que había comprado el día anterior y decidiendo que aquel día se maquillaría, buscando hacerse sentir mejor de alguna manera.

Se maquilló, peinó su cabello y utilizó un suéter más suave con su uniforme, para luego terminar observándose en el espejo y sonriendo bastante satisfecha. Justo cuando salió de la habitación, ella puerta siendo golpeada llamó la atención de su tía, quien se levantó del sofá en el que se encontraba mientras su prima también salía de la puerta vecina.

Hannah observó por un momento el suelo antes de ir en dirección a la cocina, en donde tomó un paquete de galletas y lo metió a su mochila.

Escuchó un grito yo emocionado por parte de su tía, lo que le confundió bastante, por lo que terminó yendo curiosa para encontrar una escena que probablemente nunca olvidaría.

Era una caja negra en el pequeño comedor de madera, dentro de esta se podía ver una rosa color rojo intenso y debajo una tela negra que también pareció querer curiosear su tía, quien la alzó a la par que la chica pelirroja quería llorar por lo sucedido.

Era un vestido.

Ese vestido que tanto le había gustado el día anterior.

¿Quién había enviado ese paquete?

¡Dai! ¡Cariño! —. Gritó la embarazada a todo pulmon, llamando la atención de la nombrada, su prima, quien arrugó las cejas al ver el obsequio.

—¿Qué es todo esto? —. Interrogó ella con confusión.

—¡Un regalo para ti! Tal vez un admirador secreto, y parece tener dinero... mira este vestido, parece de esos qué hay en las tiendas caras de Shibuya —. Tocó la tela la tía de Hannah, quien se mantenía en silencio, observando todo en un esquina.

—¿Para mí? —. La madre asintió más emocionada que su propia hija.

—¿Para quien más podría ser? —Soltó casi sarcástica. —Eres perfecta, preciosa. No faltaba mucho para que alguien se fijara en ti —. Sonrió complacida. —¡Tienes que abrir los ojos! ¡Tal vez alguien pida tu mano! —.

Y Hannah estaba casi completamente segura de que ese obsequio, no era para nadie más que para ella.

Y tenía la ligera sospecha de él dueño de todo eso.


















Apretó suavemente su mochila mientras se dirigía por la salida de la escuela tras aquel día tan agotador. Tenía que ir a la biblioteca de Tokio por algunos libros que le habían pedido leer y necesitaba tomar el dinero que sus padres le enviaban semanalmente para sobrevivir a Japón.

Dinero del que sus tíos no estaban enterados, porque algo que caracterizaba bastante a la familia de su padre parecía ser el interés que tenían por el dinero. A Hannah no le interesaba mucho el dinero, pero sería estupido decir que no le gustaba, porque gracias a él podía sobrevivir en aquel mundo.

Oye, niña, ¿eres un ángel o por qué eres tan preciosa? —. La pelirroja se giró a la voz ya bastante familiar que le hablaba en japonés con una sonrisa divertida.

Maldijo en voz baja, observando a todos lados antes de llevar al muchacho por la manga de la chaqueta a uno de los pequeños callejones de la ciudad.

—Hola —. Le susurró el, con las manos en su ropa, bastante tranquilo.

—Tienes... tienes que parar. Mira, la verdad es que no sé qué pretendas o qué quieras, pero no funcionará nada de lo que intentes. Hablo en serio, puedo hacerte un contrato si quieres. Así que deja de enviar rosas o vestidos que nunca me pondré porque no soy lo suficientemente valiente como para usar o para decirle a mi tía y a mi prima que esos obsequios que llegan a casa son para mí y solo alimento el ego de ambas guardando silencio mientras piensan en que un guapo hombre va a por mi prima y le propondrá matrimonio y ella vivirá feliz por siempre —. Comenzó a parlotear nerviosa, como siempre lo hacía cuando se encontraba en aquel estado de estrés máximo.

—Me siento ofendido —. Comentó él, parpadeando confuso. —¿Crees que no soy guapo? —. Ella soltó un suspiro, mientras él sonreía de lado aún.

—Ese no es el punto, Han. Solo deja de enviar esas rosas, por favor —. Ella hizo un leve ruego.

—¿No te gustan? —. Ella se sintió desesperada por su pregunta.

—Ya te expliqué, te he dicho que...—. Él la interrumpió.

—Yo he preguntado si te gustan o no —. Ella suspiró, bajando la cabeza. —Hannah, ¿te gustan o te disgustan los obsequios que te envío? —. Ella lo pensó por un momento.

—No me gusta que ella se quede con algo que es para mí —. Él se acercó, quedando a escasos centímetros de ella.

—Lo siento por eso —. Se disculpó en voz baja. —No era mi intención —. Ella arrugó las cejas.

—¿Qué pretendes enviando eso? —. Sintió las cálidas y grandes manos del hombre tocar con delicadeza su rostro, casi tuvo que cerrar los ojos por el impacto que había tenido.

—Tienes mente de investigadora, ¿por qué no lo descubres por ti misma? —. Pasó la lengua por sus labios, pensativa.


























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Atte: R. A.

Hannah.| Tokio Drift.| Han Lue.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora