19. Uten-sha.

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19. Uten-sha.
























Hannah no notó nada extraño cuando llegó a la casa de su tía, sintió, saludó, dijo buenas noches, se duchó y casi maldijo en voz alta al encontrar una marca extraña en su cuello que le hizo arrugar las cejas bastante confundida.

Acercó su mirada al espejo, completamente boquiabierta mientras analizaba la mancha. ¿Un animal la había picado? Notó el color rojizo, casi como un hematoma.

—Oh, Dios—. Susurró, recordando a cierto moreno besándola en esa zona.

Se duchó con agua caliente, y trató de utilizar algo que cubriese su cuello mientras daba las buenas noches antes de acostarse a dormir.

Para cuando despertó, todo fue normal en la escuela, contandole todo a su amiga que chilló de alegría junto a ella, saludó a Reiko y le sonrió a Earl aunque este no pareció muy contento con esto, y regresó a su casa en tren y le sonrió a su tía, dando las buenas tardes para luego comenzar a comer algo que encontró en el refrigerador.

El problema, o más bien caos, comenzó cuando se sentó en la mesa de madera que daba a la sala, en donde su tía en silencio se sentó frente a ella, observándola sin decir nada.

Frunció el ceño, sin entender que sucedía.

—¿Pensabas decírnoslo?—. Interrogó ella, luciendo severamente afectada por algo que la muchacha desconocía.

—¿Uh?—. Balbuceó su sobrina, tratando de pensar en algo que pudiese decepcionarla. Honestamente, no tenía ni idea.

—¿Tus padres están enterados? Porque yo supongo que no, ¿no es verdad? Tu madre ya te hubiese sacado de aquí—.

—Tía, en verdad no entiendo de qué está hablando—. Confesó la pelirroja, deteniendo su comida.

Notó la ira de la mujer embarazada antes de que una de esas manos que creaban vida, fue golpeada contra el rostro pálido de la muchacha, quien sorprendida y con el ardor del golpe en su rostro, abrió los ojos.

¿Daphne le había dado una bofetada?

—¡No seas una mentirosa, Hannah! ¡Dai tenía razón! Creí que era desconfiada, pero en realidad estaba en lo correcto. Finges ser una niña buena, cuando en realidad eres el diablo—.

—Tía... le juro que no entiendo nada—. Confesó la muchacha, a punto de llorar, sosteniendo la piel que le quemaba.

—¿Piensas seguir en ese papel? No te queda, Hannah. Eso tenlo completamente claro—. La escuchó soltar un suspiro. —¿Cuando pensabas decirme que tenías novio?—. Trató de no volver a ampliar los ojos.

—¿Novio?—. Repitió.

—¡Dai te vió con un hombre, dice que estás intercambiando tu cuerpo por obsequios de su parte! ¿Nadie te dijo que eso estaba mal? Porque la gente como tú tiene un nombre, y en verdad espero que no me hagas decirlo—. La muchacha, quien veía a la mesa, alzó el rostro con sorpresa y se levantó de la silla ante el impacto.

—¿De qué está hablando? No tengo ningún novio, y definitivamente tampoco intercambio nada por nada—. Dejó en claro, apretando los labios.

—¡Deja de mentir! ¿Qué quieres que haga? ¿Que crea que mi hija es una mentirosa? ¿Cómo puedes hacer eso después de que te he abierto mi casa?—. Apretó los labios y los puños. —¿Sabes qué pasaría si los vecinos se enteran? ¡Mancharías nuestro nombre! ¡Serías tú la culpable de que tu fama manche el nombre de Dai! Y tendría que olvidarse de todo, de sus sueños, de su matrimonio, de su vida social—.

—¡No hago nada de lo que tenga que avergonzarme! ¡No tengo nada que ocultar! ¡Ella es quien miente! Tiene que creerme, tía, porque hablo en serio y con la verdad—. La notó apretar la mandíbula con más rabia.

La vió acercarse a ella. —Mañana mismo le hablaré a tus padres para que vengan a por ti, así que empaca todas las cosas que tienes. Ya no te quiero ver, sabía que era una mala idea tenerte aquí, y ahora solo lo confirmo—. La muchacha no pudo evitar soltar una lágrima por sus mejillas.

—¿Qué pasará con la escuela?—. Su tía, quien parecía haber dado la vuelta, se giró a ella solo para susurrar un par de palabras que ardieron la mente de la joven.

—Pues si quieres quedarte aquí, hay un barrio muy conocido por los hombres en el que estarías como pez en el agua—. La notó hablar con una chispa de burla.

Maldita bruja.

Hannah apretó los labios, tratando de respirar, notando la mirada que su tío le daba, con una chispa que nunca entendería.

Y comenzó a meter todas esas cosas que tenía afuera de la maleta morada que había llevado, para luego cerrarla y acostarse a dormir.

A sabiendas de que le esperaba un día bastante complicado, sin esperar que en la madrugada comenzaría su pesadilla.



























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Atte: R. A.

Hannah.| Tokio Drift.| Han Lue.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora