32. Secrets.

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32. Secrets.




































Al Rey le gustaba divertirse. Le gustaba recibir cariño de sexys modelos, las mejores atenciones solo para él, que sonreía de lado mientras los dedos habilidosos de las mujeres que le rodeaban mostraban sus grandes talentos.

Le ayudaba al estrés, lo ponía de un humor bastante mejorado. A decir verdad, el sexo tenía muchos beneficios en él. Por eso era que una sola mujer no podía satisfacerlo de tal manera.

No importaban los reclamos que Neela le proporcionaba, no importaban las malas miradas que de vez en cuando le lanzaba. La verdad era que, sus hábitos insaciables nunca cambiarían.

Si, de eso estaba seguro mientras se fundía en la bonita boca de una modelo europea, cerrando los ojos y dejándose llevar por el momento.

Al menos así fue, hasta que varios toques en la puerta de su despacho sonaron, y honestamente le importó poco. Estaba en su momento, ¿por qué debía ser interrumpido?














Era una mujer rubia, de un rubio chillón parecido al cabello de Morimoto, vestida completamente de negro

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Era una mujer rubia, de un rubio chillón parecido al cabello de Morimoto, vestida completamente de negro. Observaba con una sonrisa de lado al Rey, avanzando lentamente hasta quedar frente al escritorio del hombre.

Este soltó un suspiro, para luego observar a las modelos que parecieron decepcionadas por un momento, pero no tardaron mucho en salir de su despacho.

¿Quién te crees que eres para venir aquí e interrumpirme?—. Reclamó con molestia, levantándose de la silla de cuero color negra en la que le gustaba sentarse y sentirse como era; un verdadero Rey.

Tengo algo que puede servirte—. Los ojos del hombre la recorrieron de arriba a abajo, antes de soltar una carcajada burlesca.

No me van las rubias—.

¿Qué te hace pensar que quiero acostarme contigo?—. La vio cruzarse de brazos, antes de comenzar a negar con desaprobación notable en sus fracciones japonesas. —Es obvio que por eso te ven la cara de idiota—.

—¿Qué?—. Arrugó las cejas, analizando lo que la muchacha decía. La vio sonreír de lado. —No quieras jugar conmigo, dime de lo que estás hablando. Ahora mismo—. Demandó.

Oh, es tan divertido ver como ansias saber lo que yo—. La escuchó soltar una risa antes de aclarar su garganta y verlo fijamente con sus ojos rasgados. —Esto es sobre tu socio, parece que le tienes mucha confianza. Es tu mano derecha y todo, ¿verdad?—.

—¿Qué pasa con él?—.

—¿Qué tanto puedes llegar a confiar ciegamente en una persona?—. Silencio. —Porque la confianza se gana, y aún así no puedes permitirte sumergirte en ella por mucho tiempo—.

El rostro de Takashi se levantó, chasqueando la lengua. —¿Por qué debería de confiar en lo que estás diciendo? Eres una niña. Además, ni siquiera sé de dónde provienes—.

—Revisa tus cuentas, la respuesta está ahí. Y sabrás que lo que digo es verdad, que tu socio no es tan confiable como parece—. La mujer de cabello rubio chillón se dio la vuelta, a punto de salir del despacho.

Y D. K. Se quedó congelado en su sitio, sin saber qué hacer con las palabras que la desconocida había dicho.

¿Por qué haces esto?—.

—Porque se lo debo a alguien—. Fue lo último que ella dijo.




















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Atte: R. A.

Hannah.| Tokio Drift.| Han Lue.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora