8. Daphne.

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Chapter 8: Daphne.


































Hannah despertó, con un terrible dolor de cabeza, sintiéndose miserable y pasando su mano por su rostro mientras bostezaba y trataba de acostumbrarse a la luz que llegaba por la ventana gigante de la habitación.

Arrugó las cejas, sentándose en el colchón para luego observar todo su alrededor. Era una habitación, con un par de cuadros que parecían querer darle calidez, el blanco pintado en las paredes, las mesitas de noche y varias puertas en distintas zonas.

Y aún así, no se sintió completamente perdida hasta que en una de las esquinas visualizó a un hombre que se colocaba una chaqueta color negro.

Abrió los ojos de más, buscando entre el lugar su teléfono, en el que encontró varias llamadas perdidas de su tía, su amiga y mensajes de su amigo.

Tragó en seco, pasando una mano por su cabello enredado y pelirrojo, queriendo irse, salir corriendo, huir. No tenía ni idea de lo que estaba sucediendo.

Y no recordaba nada.

¿Cómo no podía recordar nada?

Recordaba la música que aún resonaba en sus oídos, recordaba los chillidos de los motores de los autos, a Twinkie preocupado y a Neela confundida. Trató de tomar aire, completamente perdida.

—Creí que no despertarías pronto—. Decretó el de cabello negro, girándose para prestarle atención.

Bajó la cabeza, suspirando. —¿Qué está pasando?—. Cuestionó sin siquiera poder hacer algo más.

—¿Te encuentras bien?—. Él interrogó en cambio, con precaución.

—Me duele la cabeza—. Admitió en voz bajita.

—Sobrevivirás. No debiste de haber bebido ahí, ¿recuerdas que tomaste?—. Se encogió de hombros.

—Creo que fui demasiado tonta—. Confesó con una mueca.

—Sí, un poco—. Admitió él.

—¿Qué hago aquí? ¿En dónde estoy?—. Han pasó su lengua por sus labios.

—Estás en un hotel, te traje porque estabas sola cuando te encontré—. Arrugó las cejas.

—¿Y Neela?—. Se encogió de hombros, sin tenerle una respuesta. No supo cómo sentirse, honestamente. —Oh, entonces... supongo que gracias—. Él asintió.

—No agradezcas, me gusta cuidar lo que me pertenece—. Arrugó las cejas, ladeando el rostro ante sus palabras. —Quiero decir, me gusta cuidar a la gente que me rodea—. Pareció corregirse, frunciendo el ceño ante sus propias palabras, como si no supiera cómo expresarlo.

—¿Qué hora es?—. Cambió de tema ella, encendiendo su teléfono.

—Las 10–. Maldijo en voz baja, levantándose al instante de la cama.

—Tengo que volver, tengo que regresar a casa antes de ser asesinada a sangre fría o algo por el estilo. Ay, Dios, esto estuvo muy mal. Voy a ser enviada a América esta misma tarde—. Pasó una mano por su cabello, completamente desesperada.

—Calma, Hannah. No creo que sea tan malo—. Pero Han no conocía a su tía Daphne.


























No pensó en agradecerle al muchacho mientras salía de su auto, ignorando los llamados de este y casi corriendo en dirección a la casa a plena luz del día, completamente asustada.

Y en cuanto entró a su casa, visualizó a su tía que se encontraba en una mecedora de madera, acariciando su abultado estómago, observarla llena de cuestionamientos.

—Lo siento mucho—. Hizo una suave reverencia al estilo oriental.

—¿En donde es que estabas, Hannah?—. Interrogó ella.

—Me quedé haciendo un proyecto de comunicación con una amiga hasta tarde, me quedé dormida y acabo de despertarme. En verdad lo lamento, pero creo que estaba demasiado cansada y no pensé en nada más mientras me dormía—. Su tía negó, con una sutil sonrisa.

—¿Por qué estarías cansada? Eres una jovencita, no tienes ninguna preocupación. Deberías de esperar a ser adulto, ahí es cuando en verdad estarás cansada—. Tragó en seco, manteniéndose recta.

—Lo siento—. Terminó por declarar, sin saber que más decir, sintiendo la molestia recorrer su cuerpo ante las palabras de su tía.

—No vuelvas a hacerlo, dejar a una embarazada preocupada no es correcto—. Decretó la mujer de cabello castaño, casi rubio.

Y al final, a pesar de todo aquello, Hannah terminó por irse a su habitación a tomar una ducha y comer algo, sin poder evitar sentirse terrible físicamente debido a aquella mala decisión que había tomado la noche anterior.

También llamó a su amiga, quien le reclamó bastante el hecho de que se había preocupado por ella, pensando en lo peor y le dejó en claro a su amigo que seguía viva a pesar de todo.

Ese día fue bastante aburrido, justo como el siguiente.






















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Atte: R. A.

Hannah.| Tokio Drift.| Han Lue.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora