16. Hannah.

1.1K 125 0
                                    























16. Hannah.
















La muchacha bostezaba en la fila de la cafetería escolar, con el cabello atado en un moño algo despeinado mientras observaba los distintos alimentos típicos de Japón a los que había tratado de acostumbrarse.

Con una bandeja de metal en su mano, observaba no muy convencida todo, sintiendo como su estómago no estaba aún muy contento con la idea de comer, presa de la ansiedad que ocupaba el lugar que debía ser vacío.

Tragó en seco, buscando hacer desaparecer esa ansiedad y soltando un jadeo bastante alarmada cuando una voz algo familiar le llamó.

—¡Hannah! ¡Hola!—. Le saludó esa muchacha de cabello negro y piel pálida con rostro dulce.

—Reiko... hola—. Sus mejillas se sintieron rojizas, recordando aquella noche en la que la había conocido.

¿Cómo estás?—. La escuchó preguntar, mientras la veía tomar una especie de platito de plástico con alimento dentro.

—Oh, pues estoy bien, ¿y tú?—. La chica formó una mueca ante la pregunta.

—Cansada... las tareas son difíciles y Earl no es amable—. La muchacha sintió que hacía corto circuito ante sus palabras, puesto que se encontraba hablando su idioma y el de Tokio al mismo tiempo, cosa que... bueno, se le dificultó un poco más que si hubiese hablado en un simple japonés.

Era complicado eso de entender dos idiomas cuando te tomaban por sorpresa.

Aunque le parecía adorable el esfuerzo que parecía tratar de hacer su nueva amiga.

—¿Earl no es amable? ¿Por qué no me sorprende?—. Escuchó la risita cantarina de la joven que era un año menor que ella, justo la edad de Neela y Twinkie.

Solo no se lo digas o se podrá más gruñón—.

Hannah fingió tener un zíper en los labios que cerró con sus dedos, a la vez que tomaba el jugo de botella que le ofrecían, antes de hacerle un asentimiento a la chica para que tomaran lugar juntas.

—Trabajas con Han y Earl en los motores de autos, ¿no?—. La japonesa sonrió.

—Sí. Me gusta hacerle de ingeniera y mecánica con los motores, es divertido hasta cierto nivel, porque por ejemplo, algunos corredores son tan molestos que no respetan tus condiciones y solo arruinan el equipo—. Formó una mueca con los labios.

—¿Sabes conducir?—. Ella asintió con entusiasmo.

Mi familia inculcó en mí el Drift desde que era niña, es casi como una herencia—. La joven pelirroja le mostró el pulgar, bastante alegre.

—Eso es genial, el Drift parece complicado, es demasiado épico—. Reiko ladeó el rostro, casi confundida.

No es tan complicado, con el tiempo se aprende y al final es fácil. Podrías decirle a Han que te enseñe, él es muy bueno derrapando—. Hannah hizo una media sonrisa algo tensa.

—Claro, algún día le diré—. Masculló fingiendo no estar tensa, mientras bebía de la botella de plástico, por suerte la muchacha no pareció notar. —Pero me gustaría verte hacerlo, ya sabes, luces demasiado... ¿suave? Como para poder derrapar un auto—. La castaña sonrió de una manera que la joven no entendió del todo.

Acepto el reto, pelirroja—. Terminó por declarar, como si hubiese cambiado a otra persona.



























Hannah se tragó sus palabras en cuanto vio el lujoso auto plateado brillante y bastante tecnológico que Reiko portaba, con una sonrisa satisfactoria y alegre.

El primer grito que soltó, fue cuando la castaña con rostro adorable se pasó el primer alto que encontró, el segundo que emitió fue cuando la que era un año menor que ella decidió que sería buena idea eso de dar una vuelta tan veloz que se aferró con su vida al cinturón de seguridad.

Y la japonesa terminó por acabar con su vida (no realmente) cuando dió una vuelta que por un momento le hizo encontrarse en sentido contrario a los autos y casi chocar contra un camión escolar, para cuando Hannah se lamentó por su muerte tan joven, la menor ya se encontraba esquivándolo y cruzando para acelerar aún más, alcanzando los 190 kilómetros por hora.

La vió reír, entre nerviosa y alegre, pareciendo disfrutar mientras la mayor jadeaba rogando por aire.

—Oh, Santo Dios, vamos a terminar en la cárcel—. Reiko negó.

Los autos de policía no están modificados como el mío, así que no logran alcanzar a alguien que va más allá de los 180 kilómetros por hora y no lo intentan porque es una total pérdida de tiempo—.

—¿De verdad?—. No se veía a algún policía estadounidense haciendo eso, pero la joven asintió, dando a entender que hablaba en serio. —Dios, eso no suena para nada legal—. La muchacha titubeó.

Depende de cómo lo veas—. Terminó por decir, antes de volver a acelerar para luego derrapar, ambas chicas sorprendiéndose cuando un hombre con un tatuaje en el cuello y gafas sonrió de lado al verlas a través del vidrio que mantenía abajo.

Oye, niña, pareces ladrar fuerte pero no te veo mordiendo—. Se mofó antes de adelantarse en su Mustang rojo brillante.

Hannah vió la molestia en el rostro de Reiko cuando pisó el acelerador y siguió al hombresote sin siquiera pensarlo mucho.

—Oye, vamos, ¿de verdad vamos a jugar a Mario Car en las calles de Tokio?—.

—Claro que no—. Dijo ella con obviedad. —Solo vale voy a mostrar que no debe meterse conmigo—.

Hannah salto del susto cuando pareció utilizar el nitro acomodado en el medio de ellas para alcanzarlo, se mareó de tantas vueltas y para cuando el impulso del arma secreta de la joven cesó, golpeó la parte de atrás del Mustang lujoso antes de dar la vuelta y perderse rápidamente entre las calles.

Cuando se encontró con el bajón de adrenalina, tragó en seco, con el corazón saltándole cual conejo.

—Bueno... creo que dejaste el mensaje claro—. Jadeó, igual de alterada que la muchacha de cabello café, quien le vió casi disculpándose.

Lo siento mucho—. Aún así le vió decir, haciendo una reverencia.

Pero el susto, probablemente nadie se lo quitaba.

—Oh... necesito un chocolate caliente—. Confesó, haciendo un abanico con sus manos que daba aire a su rostro.

Nota mental: jamás volver a aceptar salir junto a Reiko en auto.

































()















Atte: R. A.

Hannah.| Tokio Drift.| Han Lue.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora