3. Twienkie.

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3. Twinkie.



















Hannah soltó un suspiro, escuchando como su amigo le contaba de lo harto que estaba debido a la poca cooperación de los japoneses en las compras y como eso afectaba sus ventas.

Hablaba y hablaba, la pelirroja solo asentía, bastante cansada mientras masticaba la extraña comida que habían ofrecido aquel día en la cafetería de la Preparatoria.

El negocio de Twinkie era... bastante conocido por la gente de la escuela, puesto que de alguna extraña manera, él siempre tenia lo que buscabas o podía conseguirlo para ti. El joven de tez oscura y ojos verdes era hijo de un militar que se encontraba en Tokio, Hannah no pregunto más sobre el tema, y el chico tampoco dijo mucho.

Aquel día era uno bastante normal, y aunque la pelirroja pensaba en su amiga Neela y cómo no la había visto desde el anterior día, tampoco se esforzó mucho en buscarla. La idea de dejarse guiar por su lado consumista no le gustaba demasiado, no tenía mucho humor para aquello. Pero aún así, la ligera espinita de no querer llegar a su casa tan temprano, tratando de ignorar los problemas en casa de sus tíos le picaba en la piel.

—Creo que tendré que ir a Shibuya o algo así —. Lo vió pasar una de sus manos por el pañuelo blanco que tenia atado cubriendo su cabeza.

Hannah ni siquiera pensó antes de hablar, algo ansiosa. —¡Voy contigo! —. Chillo un poco alto, incluso sorprendiéndose a sí misma.

—Calma, nena —. Se mostró confundido el joven.

—Oh, vamos, Twinks. Y no me llames nena —. Dejó en claro, tratando de sonreír de manera casi angelical, buscando convencerlo.

—¿Por qué quieres ir? —. Él se mostró interesado.

Ella se encogió de hombros. —Quiero salir, a las chicas nos gusta salir —. Lo notó asentir pensativo.

—De acuerdo —. Aceptó bastante rápido, antes de exponer su idea. —Tal vez llames la atención, está bien —. La joven arrugó las cejas, sintiéndose sutilmente utilizada.

Algunas veces no le gustaba mucho eso de ser vista como una especie de objeto para los hombres o chicos o personas en general. Era una persona, con sentimientos y todo eso. Así que, si él se estaba aprovechando, ella también tenía que tener algo a cambio.

—De acuerdo. Quiero un chocolate caliente a cambio —. Alzó una de sus manos, y el joven arrugó las cejas.

—¿Un chocolate caliente? —. Repitió perplejo.

—¡Twinkie, hace frío afuera! No voy a hacer mi trabajo de llamar la atención para aumentar tus ventas con los labios azules —. El nombrado suspiró resignado, terminando por darle la razón y estrechar la mano de la muchacha.































Frotó sus manos contra el vaso de cartón color blanco con el logotipo de la cafetería que se encontraba en una de las calles de Shibuya mientras caminaba detrás de su amigo, quien llevaba una gran mochila y teléfonos celulares en sus manos, tratando de ofrecerlos a los transeúntes que caminaban buscando despejarse del trabajo.

—¡Oye, oye! ¡Está en oferta, mitad de precio! —. Trató de convencer a un hombre que caminaba con su familia, y terminó por ignorarlo.

Sin embargo, no muy tarde llegó una mujer a quien le logró vender uno. También un adolescente estuvo interesado en otro, y una ancianita que le comentó algo que Hannah no comprendió muy bien a un confundido Twinkie, quien negó rápidamente y le explicó algo más en un susurro, señalándola.

Hannah.| Tokio Drift.| Han Lue.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora