22. Yūkan'na.

1K 130 3
                                    





Advertencia ⚠️: este capítulo menciona el abuso sexual, violencia y muerte. Se recomienda discreción al leerlo, y si eres una persona "delicada" con este tipo de temas, por favor te pido que no leas este capítulo, no quiero que NADIE pase un momento desagradable por un escrito mío.

Si consideras que es necesario abandonar la historia, yo lo entiendo, en mi perfil hay muchísimas historias variadas sobre todo tipo y para muchos gustos.

NO ESTÁ DETALLADO, es solo un fragmento en el que yo espero que se dé a entender lo que quiero sin afectar a nadie.

POR FAVOR, SÉ CONSCIENTE DE LO QUE ESTÁS LEYENDO.


















24. Yūkan'na.





















Hannah vió cómo Han estacionaba el Mazda naranja frente a su casa, bajándose para abrirle la puerta y que ella se bajara.

—Estaré aquí afuera para ayudarte con tus cosas—. La pelirroja sonrió agradecida.

—Muchas gracias—. Susurró antes de entrar a la casa en la que no encontró a nadie. Tuvo un extraño presentimiento mientras se dirigía a la habitación en la que dormía.

Pero aún así se apresuró a guardar las cosas que aún le quedaban afuera, metiéndolas a la maleta y dejó el lugar como lo había encontrado al llegar a Tokio, cerrando la ventana que daba a otra casa y alisando la tela de la cama en el suelo.

Suspiró profundamente antes de salir de ahí, con la maleta rodando por el suelo. Se detuvo en la cocina, en donde abrió los cajones de madera para tomar una botella de agua.

Escuchó la puerta abierta, lo que le hizo asomarse mientras abría la botella, visualizando a su tío llegando algo -muy- ebrio.

Formó una mueca, tragando en seco algo intimidada, como una niña encontrada haciendo una travesura.

Y a partir de ahí, sí a Hannah le preguntarán cómo fue qué pasó todo, no tendría una respuesta en realidad, porque titubearía, probablemente lloraría y luego te diría el recuerdo borroso que tenía de aquel momento.

Memoria muscular. Los recuerdos de tu cuerpo, de tus músculos, de tu piel. Era lo único que Hannah tenía en la mente con claridad, porque todo había sucedido tan rápido, que ni siquiera tuvo la capacidad de poder procesar lo que sucedía.

Tenía 17 años, y nunca antes en su vida había sentido aquellas emociones. Aquel miedo, que hacía temblar su cuerpo constantemente, aquella ansiedad que le producía la cercanía. Era una especie de culpa, atacando su persona lentamente y luego, la aceptación.

Porque estaba jodida.

Cuando Hannah era pequeña, recordaba que en el jardín de niños se había dado una noticia a los padres; una de las niñas del jardín había sido abusada por un profesor. La pelirroja notó la preocupación en sus padres aunque la niña era una casi completa desconocida para ellos, y aún así, vió como su profesor era cambiado por otro cuando regresó de vacaciones de verano. Y aún así, estando tan cerca, nunca imaginó que sería una experiencia que viviría en carne propia.

Porque nunca sabes. Nunca sabes quien podría ser esa persona que se creería con el derecho de atacar tu dignidad. Eso era lo peor, lo horriblemente terrible.

¿Qué pasó? Hannah no sabía describirlo. Recordaba las palabras que su tío había utilizado para referirse a ella, recordaba la pesadez con la que caminaba, fuera de si mismo. La pelirroja trató de preguntar por su tía, trató de explicarle que tenía que irse porque su amigo la estaba esperando afuera, le trató de decir lo más amable que pudo que ya no quería estar ahí.

Y aún así, el hombre la ignoró, se acercó a ella, la abofeteó y comenzó a golpearla.

—Eres una malnacida, Daphne—. Lo escuchaba decir mientras azotaba sus puños contra su cuerpo, que no podía defenderse, no podía protegerse.

Y cuando creyó que todo estaría mal, llegó lo peor.

Su falda del colegio aún estaba en su cuerpo cuando sintió esas manos tocarla, apretando la piel suave. Y la pelirroja gritó, gritó asqueada y con ganas de vomitar mientras trataba de pelear, de hacer que ese hombre le quitara las manos de encima. Y no podía, no podía mientras golpeaba, pateaba, mordía y lloraba.

Escuchó un golpe, gritos por parte de un varón, escuchó maldiciones. Su cuerpo temblaba en el suelo, con cansancio y dolor por todos lados.

Cuando alzó un poco el rostro, lo último que escuchó, fue un disparo que sonó tan cerca de ella que le asustó por un momento. Y cuando trató de levantarse, con un ardor en su cabeza y su garganta cerrada, completamente mareada, sintió que era tomada suavemente.

Hannah vomitó en el camino, y sus ojos se cerraron completamente.





























()

































Atte: R. A.

Hannah.| Tokio Drift.| Han Lue.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora