26. Oh my God.Han había rentado un departamento cerca del taller en el que trabajaba generalmente con Reiko y Earl, declarando que la muchacha necesitaba algo mejor que "habitaciones para tener sexo" sucias, olor a aceite y cerveza para comer.
También le había dicho que las cosas iban bien en los negocios que compartía con D. K., y que en ese momento el dinero realmente no era una preocupación para ambas partes, por lo que podían gastar sin detenerse. Hannah se rió tensa ante su declaración, sin pensar ni siquiera en la idea de utilizar dinero que no era suyo para cumplir caprichos. Sus caprichos.
El primer día de clases llegó, y despertándose no muy temprano puesto que no necesitaba tomar el tren ahora que el muchacho la llevaría a la escuela, decidió maquillarse y peinarse el cabello rubio que su amiga aún no había visto. Tenía la sutil sensación de que enloquecería al verlo.
El departamento constaba de una cocina, dos baños, una habitación, un armario, espacio para sala y comedor que a la rubia le iban bien. No se quejaba, estaba feliz por no dormir en el taller o con una morena que se colocaba cosas raras en el rostro para cuidar su piel.
Comenzó a abotonar la camiseta color blanco que llevaba frente al espejo largo en la pared que le permitía verse completa, subiendo la falda a cuadros que debía utilizar como uniforme de la escuela, escuchando algo de ruido por detrás que le hizo girarse, encontrándose con el moreno.
—Déjame ayudarte—. Se acercó él, colocándose detrás de la muchacha para terminar de abotonar la camiseta, observándola de reojo por el espejo. La rubia observó en silencio como el muchacho metía las manos debajo de el elástico de su falda para acomodar la camiseta por debajo, sintiéndose extraña ante el toque cálido que le daba a la piel. Uno de los dedos curiosos del muchacho rozó suavemente la entrepierna de la joven por debajo, causando que esta abriera los ojos con sorpresa, recargando su cabeza contra el pecho del hombre. —Oh, lo siento—. Le susurró él contra su oído, haciéndole cosquillas en la piel con el aliento.
Su corazón comenzó a palpitar con fuerza cuando sintió un apretón que le terminó por empujar y chocar contra el muchacho, tragando en seco al sentir esa dureza contra su trasero.
Oh por Dios.
—Han...—. Susurró, tratando de no dejarse llevar por el repentino fuego que crecía sin explicación dentro de ella.
—¿Uhm?—. Lo escuchó emitir, dejando un beso en su cuello.
—Tengo que ir a la escuela—. Le recordó, haciéndole suspirar. —Y tengo que cambiar mi ropa interior antes—. Pensó en voz alta, lo que al instante le hizo sentir sus mejillas completamente rojas.
Oh. Por. Dios.
¿Qué le pasaba? Apenas y había sido un roce.
Lo escuchó reírse, separándose de ella y negando divertido.
—No es gracioso, es mi primer día y llegaré tarde—. Refunfuñó.
Sí, Neela enloqueció. Gritó en el pasillo como una loca cuando la vió, alegando que se veía demasiado bonita y que no podía creer que se encontraba ahí, junto a ella, otra vez.Hannah se echó a reír con ella cuando le contó cómo fueron sus vacaciones, ambas soltaron un bufido cuando se dieron cuenta de que necesitaban entrar a su clase antes de que fuese demasiado tarde y la profesora las regañara por eso.
Cuando la clase comenzó, con una ancianita bastante agradable de gafas y labial rojo discreto que explicaba Física bastante apasionadamente. Hannah le entendía la un poco más de las palabras que utilizaba, sin embargo algunas veces se confundía debido a los tecnicismos y terminaba un rato en volver a tomar el hilo.
Para cuando un poco menos de la mitad de la clase un castaño con tez blanca y bastante alto llegó casi barrido a la clase, sin siquiera tocar.
La profesora al instante fue a por él, con bastante confusión.
—Tomé el tren incorrecto—. Trató de explicar él, dándole un par de hojas de color que la profesora leyó antes de sonreír, parecía entenderlo.
Hannah arrugó las cejas cuando lo vió. ¡Era el idiota del avión!
—Oh, entonces eres nuevo—. La mujer sonrió, con las manos en la cadera,
mientras el joven asentía perdido. —Pues bienvenido entonces—. El muchacho sonrió, haciendo una reverencia y la mujer también lo hizo, cayendo en cuenta. —Oye, tus zapatos. No puedes usar tus zapatos aquí adentro, tienes que cambiarlos por las zapatillas afuera del aula—.—Zapatillas—. Repitió él, sin saber exactamente qué era lo que significaba eso. Hannah sintió que la observaba, casi pidiendo ayuda.
—Sí, tienes que cambiar tus zapatillas al entrar a cada clase. ¿Lo entiendes? Zapatillas—. El de cabello castaño asintió, pero parecía igual de perdido que antes.
"Tienes que cambiar tus zapatos" le susurró la rubia al joven, que tragó en seco, frunciendo el ceño ante las palabras que decía, leyendo sus labios.
"¿Mis zapatos?" Él señaló los botines negros que llevaba, y Hannah asintió, señalando con los ojos el exterior que rodeaba él aula.
El muchacho salió, regresando con unas zapatillas azules que se le veían bastante extrañas, y terminaron por hacerle gracia a la rubia. Y también a la morena, que lo veía con un gesto casi coqueto.
Hannah abrió los ojos de más, impactado y con la sensación de que ese Gaijin atraería problemas serios.
)(
Atte: R. A.
ESTÁS LEYENDO
Hannah.| Tokio Drift.| Han Lue.
Hayran KurguHannah Roux ha llegado a Japón con un solo objetivo: terminar sus estudios de Preparatoria en Tokio. Sin embargo, los tratos de su familia, la mafia japonesa entrando a su vida, su amiga, la velocidad y cierto hombre unos años mayor que ella harán q...