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- Buenos días, señorita Zital - Gaul la saluda apenas entra.

- Buenos días, doctora Gaul - Lindsay odia estar en ese lugar lleno de bichos y criaturas horrorosas.

Con eso dió inicio su primer día en el laboratorio.

La doctora Gaul la hizo pinchar, mutilar, pegar, observar y examinar diferentes especies. Creaciones nuevas y algunas ya existentes.

Le hablo mucho de los sinsajos y los charlajos. Es como si estuviera obsesionada.

Y seguramente lo estaba porque mandó a todos los distritos traer los sinsajos que tenían.

Al llegar a su casa se tiró en la cama y comenzó a llorar.

El llanto que retuvo todo el día.

Lloró por Coriolanus, por Sejanus que se fue tras el, por ella que tenía nuevos pensamientos, por trabajar en el laboratorio, por Tigris que tendría que hacerse cargo de todo sola y por su padre porque quería a Coriolanus como un hijo.

Llorando se levantó decidida. Iba a seguir ayudando a Tigris pero necesitaba decirle a si padre, eso no podía seguir así.

Así que salió de la casa sin molestarse en limpiarse las lágrimas y se dirigió hasta la residencia de los Snow.

Tigris le abrió y la hizo pasar enseguida.

- Oh, Sissy - le alcanzó un pálielo para que se secara.

- No estoy aquí para hablar de el, T - ella asiente y comprende lo que viene- hace años que vengo ayudándolos como puedo y quiero que siga así pero no puedo yo sola, tengo que decirle a mi padre.

Tigris queda pensativa unos minutos y luego asiente.

- Está bien, voy a necesitar ayuda y ya no lo puedo esconder - ambas se abrazan y la rubia acompaña a la morocha a su casa para hablar con su padre.

Oliver estaba sentado en el sillón leyendo un libro.

- Padre - lo llama Lindsay - tenemos que hablar contigo.

- Si es sobre Coriolanus no quiero saber, lo que puedo hacer ya lo hice - se había enterado que había pasado y estaba muy decepcionado pero lo está ayudando a que vuelva.

Oliver no sabía lo de Lindsay.

- No, te tenemos que pedir algo - el se sienta mejor y las mira.

Lindsay se sienta junto a Tigris frente a su padre.

- Yo... yo he estado ayudando a los Snow por años - su padre la mira confundido - les he estado dando comida, a veces plata, a veces trabajo y a veces comían acá.

- ¿Por qué? - su padre miró a Tigris.

- Estamos en bancarrota, la guerra nos dejó sin nada de dinero, señor - el la miró enojado.

- ¿Y por qué no me lo dijieron antes? Le prometí a Caussus que los iba a ayudar en todo lo que necesiten y ese hombre como no les fue a dejar nada - Tigris baja la cabeza.

- Estábamos avergonzados, Coriolanus no quería decirle a nadie y es por eso que le pedí ayuda en secreto a su hija - Lindsay le agarra la mano y le da apoyo.

- Pero ahora, padre, sin Coriolanus por acá necesitan tu ayuda - a Oliver asiente.

- Por supuesto que la obtendrán - apunta a Tigris - nunca más les va a faltar nada - el señor de ojos verdes se para - ahora, vamos al apartamento a ver qué se necesita.

Tigris asintió y lo guió.

- Yo me quedó aquí, Tigris. Necesito descansar - Tigris entiende y con eso se van.

Lindsay se recuesta y enseguida se duerme pensando en el rubio.

Mientras ese día transcurría alborotado en el Capitolio, Coriolanus Snow se había despertado en el distrito 12, solo y demasiado triste.

Extrañaba su casa, a su familia y a su amiga.

También extrañaba los rizos que le habían cortado, Snow solo pensaba que si la más chica de los Zital lo viera estaría horrizada. Le encantaba sus rulos.

Todo la hacía pensar en ella, el viento junto a la pradera de cuando iban a hacer picnic, el uniforme y el corte que a ella no le gustaría, el color verde de los árboles iguales a sus ojos.

Y así había pasado todo el día, recordándola.

Y la recordaba aún más cuando lloraba, llorar la hacía pensar en ella.

En su chica tan abierta a las emociones, a su chica que no le molestaba llorar frente a todos ni reír a carcajadas y especialmente extrañaba y recordaba a su chica que era la única que lo había visto llorar.

Con ella podía ser libre y mostrar lo que verdaderamente era y ya no la tenía.

Ya no podía ser libre, ya no podía sentir sin ella.

Estaba solo, se sentía solo.

Sin ella el estaba solo, no importaba que estuviera rodeado de personas ni que tuviera cientos de amigos.

Era ella la que le importaba.

Y el la había dañado, el la había lastimado.

Se había ido y la había dejado rota por su propio egoísmo.

Por su sed de poder.

Y eso nunca se lo iba a perdonar.

En el almuerzo sus compañeros de tropa le pusieron el apodo "Finolis" y a Lindsay le hubiera encantado, se hubiera reído muchísimo.

A Coriolanus le encanta su risa pero ya no está, ahora le queda buscar a Lucy Gray.

- ¿Está cama está libre? - Coryo escucha la voz de alguien que conoce pero no lo puede creer.

Sejanus.

- ¿Qué haces aquí? - se bajó de la cama y fue a abrazarlo.

- Pensé que así podría ayudar en algo - Coriolanus se alegraba de verlo.

No era Lindsay pero algo era algo. Se conformaba con eso.

Se quedaron hablando por horas de cualquier cosas con tal de distraerse.

- ¿y Lindsay? - Sejanus miró hacia otro lado.

- No quieres saber, amigo. Mejor enfócate en Lucy Gray - Coriolanus lo miro extrañado.

- ¿Tal mala es la situación? - Sejanus asintió.

- Te odia, profundamente. Si alguna vez la vuelves a ver deberás hacer un gran trabajo para que te perdone.

Coriolanus suspira y prefiere dejar las cosas por ahí e irse a dormir.

Bad for business- Coriolanus SnowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora