Capítulo 13

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Habían pasado tres días desde la extraña crisis de Naruto y Sasuke no había vuelto a verlo desde entonces. Al parecer el omega se había recluido para pasar esa etapa de "celo" que tan violenta reacción había provocado en su organismo.

A Sasuke le habría gustado entender mejor qué estaba pasando realmente, pero por más que intentó sonsacarle algo a Mitsuki o a Kawaki, ambos se habían cerrado en banda evadiendo el tema. Así que no tuvo más remedio que confinar su curiosidad y dedicarse a tratar de adaptarse a esa nueva rutina en aquella guarida oculta entre las montañas.

Los primeros dos días fueron los más duros, sobre todo teniendo que lidiar con el malhumor de Kawaki quién parecía considerarlo poco menos que una amenaza. El chico apenas reprimía un gruñido de advertencia cada vez que Sasuke cometía la osadía de cruzarse en su camino, fulminándolo con unos ojos casi tan azules como los de su padre omega.

Mitsuki por su parte parecía haberle tomado simpatía y se esforzaba en facilitarle las cosas, consiguiéndole algunos enseres básicos para hacer su estadía más confortable. Fue así como Sasuke pronto se encontró con la grata sorpresa de poder disponer de un guqin que Mitsuki logró conseguir en una de las aldeas cercanas.

Con el pasar de los días, Sasuke se sorprendió gratamente de la variedad de residentes que albergaban aquellas instalaciones ocultas. Además de los ninjas, había armeros, herreros, sanadores, incluso algunas familias enteras viviendo allí como refugiados escapados del conflicto. Al parecer el tal Orochimaru no sólo oficiaba de proveedor de recursos, sino que también brindaba protección para quienes huían de la violencia desatada por los seguidores del Emperador.

Sasuke encontraba cierto alivio sabiendo que no estaba completamente solo en medio de aquel grupo rebelde. La música también ayudaba a mitigar esa sensación de desasosiego e incertidumbre que lo embargaba. Solía pasar largas horas tocando suaves melodías en el guqin, permitiendo que las notas apaciguaran su espíritu atribulado. Era en esos momentos de quietud que su mente podía alejarse de preguntas sin respuesta y concentrarse simplemente en el placer de crear algo bello a través de la combinación armónica de sonidos. La música era su refugio, su cable a tierra.

Incluso en esos días de relativa calma, su mente no podía dejar de evocar la imagen de ese enigmático omega de ojos como brasas al rojo vivo. Naruto dominaba sus pensamientos tanto despierto como en sueños, atrayendo su atención como un imán. Había algo magnetizaste en él, una intensidad arrolladora tras esa fachada apacible que resultaba perturbadoramente seductora. Sasuke se sorprendía a sí mismo pensando en el timbre grave de su voz o la delicadeza casi femenina de sus rasgos cuando no llevaba la máscara puesta.

Comenzaba a preguntarse si los supresores que tomaba regularmente para mitigar su aroma alpha estaban dejando de hacer efecto, pues de otro modo no lograba explicarse esa intensa fijación. Descartó de plano cualquier posibilidad sentimental, era absolutamente ridículo considerando que hacía muy poco ese mismo hombre había intentado cortarle el cuello. Simplemente era el aburrimiento y la falta de estímulos externos, se dijo con terquedad. Nada más.

Fue la madrugada del cuarto día que un suave golpeteo en la puerta de su habitación lo arrancó de su ensoñación. Sasuke alzó la cabeza de donde tenía el rostro enterrado entre las manos y parpadeó confuso en la penumbra, creyendo haberlo imaginado. Pero dos segundos después los golpecitos se repitieron, esta vez con algo más de firmeza como reclamando su atención.

Extrañado de recibir visitas a esas horas, se apresuró a encender una lámpara antes de dirigirse a la puerta para atender. Al abrirla, tuvo que refrenar una exclamación de sorpresa al encontrarse cara a cara con la figura de Naruto parado bajo el umbral. Bajo la débil luz de las antorchas el omega parecía casi irreal, como una visión etérea escapada de un sueño.

Destino Fragmentado. SasunaruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora