Destino Fragmentado. Sasunaru

Capítulo 8

Ante él, dos figuras arrodilladas, sus rasgos velados por la sombra, estaban postradas ante alguien indescifrable, una presencia ominosa. Un niño, pequeño y vulnerable, estaba acompañado por una figura más joven a su lado. Un aroma metálico, profundo como la sangre, saturaba el aire. La tensión era palpable, la atmósfera cargada con la promesa de un dolor inminente.

Aunque no podía ver los rostros, Sasuke percibía la angustia que colmaba el espacio. A medida que Sasuke se acercaba en el sueño, la visión se tornaba más clara, aunque sus rostros seguían siendo una nebulosa en la oscuridad. Al acercarse, percibió el sonido de sollozos ahogados y un suelo lujoso empapado por las lágrimas de un niño. El olor acre del temor colisionaba con el sutil eco de susurros sobre un acto de pecado, lo que produjo un escalofrío en la médula de Sasuke.

Un grito desgarrador resonó en el aire, y las miradas de Sasuke y el niño parecieron encontrarse en medio del caos. El terror y la ira se reflejaban en los ojos del niño, una tormenta de emociones contenidas. Gritos discordantes rodeaban la escena, y una punzada de dolor agudo atravesó el abdomen de Sasuke. Sorprendentemente, era el niño quien lo había apuñalado.

Sasuke emergió de la pesadilla con la respiración entrecortada, su corazón aún resonando, junto a el eco de esos gritos y la sensación de la hoja imaginaria aún resonando en su ser.

—¿Una pesadilla? — escuchó Sasuke frente a él, la expresión interrogante se filtraba a través del velo de la máscara de Naruto. El ninja se distanció, y solo entonces Sasuke fue consciente de su estado, cuando trató de incorporarse.

—¡¿Qué demonios es esto?! — rugió Sasuke, forzando contra las cuerdas que lo ataban.

La mirada de Naruto permaneció impasible—. No podía arriesgarme. Anoche estuviste de acuerdo, no confiamos el uno en el otro—

Sasuke hervía de rabia—. ¡Te ayudé con ese jabalí! ¡¿Así me pagas?!

—Fue instinto de supervivencia, y no grites, al menos que quieras que sea de otra manera —replicó Naruto—. No confundas mis acciones.

Humillado, Sasuke desvió la mirada. La traición escocía profundamente. Maldiciendo para sí mismo, lo había pensado un poco sobre confiar un poco, y no ser tan precavido con él, pero, mordió el interior de su mejilla.

—No somos aliados. No lo olvides—sentencia Naruto.

Sasuke respiró hondo, conteniendo palabras venenosas. Naruto tenía razón, no eran aliados. Pero ese acto cobarde había cruzado una línea.

—Cuando salgamos de aquí, no volverás a verme —espetó Sasuke.

Naruto se encogió de hombros—. Teniendo en cuenta que terminaras en mis manos, es lo mejor.

Las frías palabras de Naruto avivaron la llama de furia en el pecho de Sasuke. Había esperado más del ninja, pero era obvio que la desconfianza entre ellos persistiría. Con amarga resignación, Sasuke aceptó la cruda realidad. No eran compañeros, solo dos extraños atados por circunstancias tormentosas. Bajo el amparo de la noche, Sasuke y Naruto se escabulleron fuera de la posada, internándose en las estrechas callejuelas de Eshin. Avanzaban cautelosos entre las sombras, atentos a cualquier patrulla de guardias imperiales. La oscuridad ocultaba sus rostros, pero no podía ocultar la tensión entre ellos, una sombra palpable que los acompañaría en cada paso por el camino incierto que tenían por delante.

Las sombras cubrían las ruinas de lo que antaño fueron los gloriosos templos de Enshin. Sus majestuosas estructuras, erguidas en honor a deidades protectoras, yacían ahora en un estado deplorable, profanadas por el descuido y el saqueo.

Lo que en el pasado fueron recintos de meditación y consolidación espiritual, hogar de respetados monjes que dedicaban su existencia a la búsqueda ascética de la iluminación, se habían convertido en guaridas de maleantes, proscritos y saqueadores. Sus paredes, antaño bellamente decoradas con intrincados murales repletos de significado religioso, estaban ahora cubiertas por obscenidades. El olor a incienso y flores había sido sustituido por el hedor a muerte, orines y vómito.