Con cautela felina, Naruto se abrió paso por los intrincados pasillos del palacio de las consortes imperiales. La tenue claridad de las antorchas proyectaba sombras inquietantes sobre los muros de piedra, ocultando los acechantes peligros en cada recodo.
Avanzaba con extrema cautela como una pantera en territorio hostil, el corazón martilleando en su pecho. Sabía que un paso en falso y el más mínimo desliz podían significar la muerte. Muchos ojos y oídos invisibles escudriñaban estos corredores, siempre alerta a cualquier flaqueza para apuñalarte por la espalda. Nadie podía confiarse ni por un instante en ese nido infestado de víboras.
El dojo le había enseñado eso y mucho más sobre la despiadada naturaleza de la realeza, al punto de sentir que lo llevaba impregnado en el alma.
Aunque su corazón retumbaba como un tambor de guerra en su pecho, Naruto se obligó a respirar hondo y vaciar su mente de todo pensamiento que pudiera delatarlo. Debía concentrarse sólo en fundirse entre las sombras, hacerse invisible. Su vida y la misión dependían de ello.
Para sobrevivir en ese mundo, se vio obligado a desarrollar un sexto sentido. Aprendió a detectar las señales del peligro, una pisada más apresurada de lo usual en un pasillo, un tono forzado en una risa, los discretos sonidos que podían augurar un próximo ataque. Esa percepción afinada le había salvado incontables veces de una muerte segura.
Sabía que ahora sus habilidades serían puestas a prueba más que nunca. Debía aprovechar su familiaridad con los recovecos de ese laberíntico palacio para poder cumplir con su misión sin ser detectado. Tenía muy claras las terribles consecuencias de fracasar, no sólo para él sino para todos los implicados. Esta vez no estaba solo, otras vidas dependían de su éxito.
Esa realización le hizo sentir el enorme peso de la responsabilidad sobre sus hombros. Resopló suavemente intentando aplacar el temblor irracional que se había apoderado de sus manos. No podía mostrar señales de vulnerabilidad o duda ahora, debía mantener la mente despejada y los sentidos alerta.
Finalmente alcanzó la sección interna reservada exclusivamente a los consortes imperiales. El ostentoso despliegue de riquezas en cada detalle del decorado no lograba ocultar del todo el hedor al miasma moral tras esas enjoyadas paredes. Sabía lo que se ocultaba tras esa pomposa fachada.
Conteniendo el aliento, Naruto se escabulló dentro de una lujosa estancia que conocía muy bien, decorada con exóticas plantas y suntuosos cojines de seda. El omega dueño de tan privilegiados aposentos le dirigió una mirada felina cargada de intriga desde su diván. Era un consorte experimentado, cuyos ojos reflejaban la astucia acumulada a lo largo de los años en ese intrincado laberinto de intrigas y rivalidades. Lo había conocido antes, pocas veces se habían permitido hablar por sus diferencias. ¿Qué hacia allí?
—Naruto, ¿verdad? —susurró el concubino omega con una sonrisa leve, reconociendo al intruso—. Es raro verte por aquí después de tanto tiempo.
Naruto asintió con solemnidad, consciente de que su pasado y su verdadera identidad podrían ser un peligro latente en aquel lugar lleno de intrigas. El consorte omega lo estudió con detenimiento, su mirada recorriendo cada centímetro de su rostro velado.
—Te ves tan lindo como en el pasado. Aunque las circunstancias de tu visita no parecen ser tan alegres como antes —comentó el omega con un tono melancólico-. Minori me lo comentó...
-¿Dónde esta? -preguntó, pero con la evasiva mirada del consorte, tragó en seco, ser un consorte en el palacio... no te aseguraba que fuera a vivir tanto. Minori... fue uno de los primeros omegas tomados por el emperador, en el mismo momento en el que él entró. Al ser mucho más mayor que él, Naruto no dudaba en seguirlo para aprender de él, y así evitar acabar siendo golpeado, ya que para es momento no se había presentado su casta.
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Destino Fragmentado. Sasunaru
FanfictionEl Imperio del Fuego ha tejido una trama de asesinatos expertos que se ha cobrado las vidas de aquellos más cercanos a la corona. Sin importar la posición elevada que ostenten, sus destinos convergen en la muerte inevitable, mientras sus oscuros act...