Trabajar allí era algo que estaba por odiar de no ser que necesitaba ayudarlo. Cuando menos lo esperó, Sasuke sintió como sus piernas perdían la fuerza para mantenerse en pie. Su rostro se encontraba acalorado y su vista nublada apenas podía enfocarse. Aun así, se esforzó por no desplomarse, se había prometido a sí mismo no ser una carga para Naruto, quien estaba arriesgando mucho más que él al infiltrarse en ese peligroso lugar.
Sasuke sacudió la cabeza en un vano intento por aclarar la confusa bruma que parecía envolver su mente. También temía que, si lo descubrían enfermo, fueran a indagar en su origen noble relacionado a la familia del Emperador. Eso equivaldría a una sentencia de muerte inapelable.
—Oye, creo que deberías ir a descansar —sugirió Tenten, la beta que lo había ayudado a infiltrarse como sirviente. Lo miraba preocupada—. Si alguien descubre que estás enfermo podrían matarte sólo por estornudar. Nada puede perturbar la tranquilidad del Emperador y sus allegados.
—No es para tanto, he tenido peores —intentó minimizar Sasuke con terquedad. Pero la insistente mirada de la beta le indicó que no estaba funcionando.
—Le avisaré a Menma y te mandará directo a la cama aunque sea a rastras —amenazó Tenten cruzándose de brazos—. Ve a descansar ahora... y date una vuelta por el pasillo lateral de camino a los dormitorios, eso te despejará.
—¿Por qué habría de hacer eso? —cuestionó Sasuke desconcertado.
Pero la enigmática sonrisa de Tenten no le dio más pistas. Sólo se limitó a instarlo con un gesto antes de dar media vuelta y perderse tras una arcada.
Resoplando frustrado, Sasuke abandonó sus quehaceres y se dirigió a los aposentos de la servidumbre, siguiendo la sugerente indicación de su nueva aliada. El pasillo lateral que debía atravesar parecía hacerse cada vez más estrecho y sombrío, con antorchas espaciadas brindando una luz mortecina que proyectaba inquietantes sombras sobre los muros de piedra carcomidos por el paso del tiempo.
De pronto un agudo dolor atravesó sus sienes, obligándolo a detenerse para recobrar el aliento. La fiebre estaba aumentando peligrosamente, nublando sus sentidos. Parpadeó desorientado y su atención derivó hacia los infantiles garabatos grabados sobre la descascarada superficie de los muros, como si hubiesen sido trazados por la mano caprichosa de un niño aburrido.
Algo en esas toscas líneas despertó un sentimiento agridulce en su pecho, una añoranza distante, casi tangible. Las yemas de sus dedos cosquilleaban como si rememoraran el tacto de la áspera roca bajo la punta de una piedra puntiaguda.
De pronto tuvo la absurda certeza de que él había estado allí antes, en ese mismo lugar, cuando no era más que un chiquillo despreocupado... grabado su nombre junto a otros garabatos infantiles que el tiempo había terminado borrando casi por completo.
Incapaz de resistir su propio peso por más tiempo, cayó de rodillas sin apartar los ojos de esos dibujos que parecían ejercer una hipnótica atracción sobre él, arrastrándolo a un pasado brumoso del que emergían rostros y voces distorsionados.
"¿Quién... quién soy...?" se preguntó en un susurro ahogado, mientras una auna de voces amalgamadas tronaban como un torrente embravecido en su cabeza. "¿Qué me une a este lugar... y a Naruto?"
Su mirada resbaló sobre las desdibujadas figuras que alguna vez fueron personas, escenas, recuerdos... todo se fundía en un torbellino vertiginoso de imágenes inconexas que amenazaba con engullirlo y no escupir más que una cáscara vacía.
Incluso cuando su cuerpo finalmente colapsó sobre los helados mosaicos, su mente no dejó de proferir esa pregunta en un interminable eco ensordecedor. En su delirio febril, le pareció oír una conocida voz llamándolo a lo lejos. ¿Naruto? ¿Venía a su rescate después de todo? Quiso responder, pero la garganta le ardía como si hubiese tragado brasas.
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Destino Fragmentado. Sasunaru
FanfictionEl Imperio del Fuego ha tejido una trama de asesinatos expertos que se ha cobrado las vidas de aquellos más cercanos a la corona. Sin importar la posición elevada que ostenten, sus destinos convergen en la muerte inevitable, mientras sus oscuros act...