CADA SEMANA QUE PASABA era mejor que la anterior. Los streamers se preguntaban si era posible sentir tanto amor por una persona y que tal sentimiento quepa dentro de sus cuerpos, pero así era. Si antes de confesarse lo que sentían se la pasaban juntos, ahora prácticamente vivían juntos las veinticuatro horas del día y los siete días de la semana.
Mayormente se la pasaban en el departamento del rubio. Ya que no querían estresar a ragnar y movilizarlo hacia la casa de malvina, porque tampoco iban a dejarlo solo.
Básicamente, todo era muy tranquilo para ambos. Hasta una tarde, en donde una visita inesperada llegó al hogar del ojiazul. En primer lugar, se encontraban en la habitación de este último jugando a la play, más específicamente al fifa. Malvina lo tenía de hijo al pobre santiago en ese videojuego.
— ¡No boluda, no se vale! te debes saber todos los trucos —se quejó al perder por octava vez.
— ¿No te pusiste a pensar qué capaz vos jugas mal? ¿¡yo qué culpa tengo!? —la morocha se estaba alterando y la pelea hubiese continuado sino hubieran escuchado el sonido del timbre.
Se miraron confundidos, pues no esperaban a nadie. Con pesadez, santiago se levantó mientras su compañía ponía en pausa el juego. El rubio llegó antes a la puerta y cuando la abrió se llevó una sorpresa. Una no grata.
— ¡Hola santi! tanto tiempo —se hizo presente una voz femenina.
— Hola ludmila, eh ¿qué haces? —preguntó el anfitrión, rascándose la nuca, incómodo con la presencia de la fémina.
Era su ex casi algo y se quería matar. ¿A qué carajos había venido?
— Ay, ¿no me invitas a pasar? —la rubia ingresó sin siquiera pedir permiso—Te habías olvidado un buzo en mi casa y te lo quise traer —hizo una pausa al sentarse. Santiago observaba la escena con cara de pocos amigos— A parte, hace mucho no nos veíamos.
El rubio no llegó a responder, porque en la escena apareció malvina junto con ragnar en sus brazos, sin comprender lo que estaba sucediendo pero con una intuición latente sobre esa chica.
— Hola, soy malvina —sonrió— Perdón que no me presente antes, estaba en la piesa —obvio que esa había sido información de más, pero ¿un buzo olvidado? ¿en su casa? tenía que marcar territorio.
Malvina pensaba si justo ahora se acordó de devolverle la prenda o es que se habían visto hace poco. Empezó a poner cara no muy amigable. Estaba celosa ¿y? jamás negaría algo que era cierto, esa mina encima la estaba mirando de mala manera, con altanería desde que entro.
— Soy ludmila, un gusto —devolvió el saludo con una falsa sonrisa.
— Y es mi amiga —habló santiago, remarcando la última palabra.
El streamer se acercó a vina y le dijo al oído si podía esperarlo en la habitación, que la charla no demoraría. La morocha entendió perfectamente y el más alto dejó un casto beso en sus labios. Todo bajo la atenta mirada de ludmila, quién los observaba con rabia.
— Hace meses que no nos vemos, me cortaste la cara de un día para el otro ¿que querías, que te llevara de viaje? —estaba tratando de no calentarse demasiado. A ver, la herida estaba completamente cerrada, pero le molestaba muchísimo que viniera a su casa como si nada.
Eso fue lo último que logró escuchar la morocha antes de dejar el living. Ahora entendía, era aquella piba que cuándo santiago se fue de viaje con el tridente, cortó el vínculo que tenían sin darle explicaciones. Más motivos para detestarla.
Al cabo de unos quince minutos, un portazo se escuchó y seguido de eso el rubio volvió a la habitación. Se notaba en su rostro la frustración. Malvina lo entendía. Por supuesto que lo hacía, dejarte de hablar y volver meses después como si nada, no debía ser nada fácil para afrontar. Pero se sentía egoísta por sentirse mal respecto a aquella relación que era mayormente desconocida por ella.
— Ey —dijeron al unísono, acto que los hizo reír bajito.
— Vení —habló la morocha, dando palmaditas a su lado en la cama con intención de que santiago se recostara y así fue. Él la abrazó.
— ¿Estás bien? —se animó a preguntar mientras seguía acurrucada en sus brazos.
— Si, bien —santiago se había tardado un poco en dar una respuesta, pensando bien en qué decir— Sólo me frustra que cayera de la nada y con todo lo que había pasado no sé, re cualquiera la verdad. No sé que le pasa.
— Mhm —fue lo único que expresó malvina.
— ¿Estás enojada? —preguntó al sentirla tan callada luego de unos segundos.
— No —se acomodó para mirarlo y soltó un suspiro. — Solo molesta, ¿viste cómo me miraba? ¿quién se cree qué es? a parte, dale. ¿De la nada se acordó que tenía que traerte el buzo después de tanto? te juro que la iba a agarrar de los pelos —estaba bastante molesta en realidad.
Santiago empezó a reír y malvina se lo quería comer crudo.
— ¿Qué te reís, pelotudo?
— Estás celosa —afirmó sonriéndole.
¡Obvio que estaba celosa! Tal vez si la persona hubiera sido amable y no la hubiera mirado como queriéndola tirar del edificio, no estaría tan encabronada.
— Andate a cagar —le respondió con mala gana y se dió vuelta en el colchón, alejándose del rubio.
— Vina —trató de captar su atención— Vi —movió su brazo en un intento fallido de que se diera vuelta.
Al tercer intento tomó su cuerpo, jalándola hacia el suyo con fuerza mientras malvina se quejaba. Santiago dejaba pequeños besos en su cabello en un intento de calmar su enojo.
— Vi —volvió a llamarla.
— ¿Qué querés? —preguntó con cansancio.
— Te amo a vos nomás, ¿sabes? —respondió con la voz ronca. Aún seguían abrazados, el rubio era la cuchara más grande y la espalda de la streamer chocaba con su pecho, siendo ella la cuchara pequeña.
Malvina no era el soldado más fuerte de absolutamente ninguna institución militar ni religiosa. ¿Cómo iba a decirle aquello, en el tono en el que se lo dijo? alcáncenle una coca que se le bajó el azúcar. Sin pensarlo demasiado se dio vuelta, quedando a milímetros del rostro de santiago. Podían sentir sus alientos chocar y a la morocha le latía tan fuerte el corazón que creía posible que el ojiazul lo escuchara también.
Lo miraba con una ternura con la que probablemente jamás había visto a nadie, ni siquiera a su ex. Cada vez que observaba con detenimiento sus ojos, se perdía con fascinación en el azul de los mismos.
— Yo también te amo, san.
Gustoso con la respuesta que obtuvo, la besó. Sus brazos recorrían su cintura acariciándola con delicadeza, hasta que junto con el beso, aumentó la intensidad de su agarre. Para él, malvina era única. Le encantaba todo de ella, estaba algo más que enamorado si es que existiera un término que pudiera describirlo. Se perderían en ellos las veces que pudieran y tal vez seguirían sin estar satisfechos.
Tomó a la chica y la sentó a horcajadas encima suyo. La morocha bajó los besos hasta su cuello, en donde yacía un poco de barba que, debía admitir, le encantaba. Siguió besándolo hasta llegar al lóbulo de su ojera. Sabía exactamente lo que hacia y en que terminaría. En aquellas semanas descubrió lo mucho que a santiago le gustaban los besos allí. Eran su perdición.
El pelirrubio paró en seco el vaivén de sus besos para agarrarla más fuerte de las caderas y marcar un compás que aprovecharían los dos para obtener más placer. Sus ojos azules se tornaron más oscuros y ahí supo malvina, que pasarían a otra cosa.
vina alfa, santiago omega
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GOLPE DE SUERTE ━━ Santutu
Romance'si no hubiese sido por el golpe que se dio santiago en la cabeza nunca se hubiera enamorado de la piba que le caía mal' 𝘀𝗮𝗻𝘁𝘂𝘁𝘂 𝘅 𝗳𝗲𝗺!𝗼𝗰 @111sag - 2023